por Carmen Vicencio
‘¿Por qué la ficción triunfa sobre la verdad?’ Según Harari, la idea de que “la verdad da poder”, es sólo “un mito que reconforta”, ya que la relación entre ambas, es mucho más compleja.
Cayó en mis manos el libro ‘De animales a dioses’ de Yuval N. Harari, que sintetiza en 500 páginas la historia de la humanidad, desde la aparición de los primeros homínidos, hasta nuestros días.
Para comprender al humano de nuestros tiempos, el autor propone revisar su génesis y reconocer cómo diversas prácticas sociales que hoy nos desconciertan, se vienen desarrollando desde hace miles de años y es muy difícil cambiarlas, pues quedaron asentadas en su estructura básica.
El libro enfatiza el desarrollo cognitivo del homo sapiens; cómo llegó a comunicarse verbalmente y a pensar. Su capacidad lingüística, asombrosamente flexible, le permitió, no sólo representar realidades ‘objetivas’, a través de múltiples lenguajes, sino expresar estados de ánimo (subjetivos) y elaborar ficciones sobre seres o situaciones inexistentes en el mundo material. Así surgieron los mitos, las leyendas, los chismes y las mentiras, que ningún otro animal sería capaz de crear.
Una pregunta clave de Harari es: ‘¿Por qué la ficción triunfa sobre la verdad?’ Según él, la idea de que “la verdad da poder”, es sólo “un mito que reconforta”, ya que la relación entre ambas, es mucho más compleja.
Así, distingue dos formas de entender la relación: 1) Si el poder significa ser capaces de manipular realidades materiales (cazar animales, construir puentes o curar enfermedades…), es indispensable tener un conocimiento objetivo de la realidad para actuar sobre ella.
Pero, 2) si el poder significa ser capaces de manipular las creencias de los demás y lograr que muchas personas cooperen efectivamente con lo que a uno le interesa, la verdad sale sobrando o hasta resulta contraproducente, pues dicha cooperación depende, más bien de una ideología o una narración, que no necesariamente es verdad (Dios, la patria, la raza o la economía de mercado, etc.), pero que promete determinados beneficios (como la seguridad o la salvación, a partir del exterminio de “los malos”).
Una de las razones por las que los humanos prefieren la ficción a la verdad, según Harari, es porque esta última suele ser dolorosa y perturbadora, y quien se apegue a ella tendrá pocos seguidores.
En este contexto, los humanos sufren (como colectivos y como individuos) una desconcertante disociación cognitiva, que permite la convivencia de conocimientos verificados, por un lado, con actitudes altamente irracionales y guiadas emocionalmente, por el otro. Así, en épocas de alto nivel de conocimiento (el Renacimiento, la Ilustración o la actual “Sociedad del conocimiento”), tienen lugar los más dramáticos fanatismos (el nazismo, por ejemplo).
¿A dónde nos llevan los mitos dominantes de nuestro tiempo?
Con el auge de las telecomunicaciones y las redes sociales, en el marco del capitalismo, se han generado algunos mitos altamente nocivos, soportados por actitudes indolentes, a las que alienta la sociedad de mercado:
La de que el conocimiento verdadero está al alcance de todos, pues toda información circulante lo es, y por consiguiente no hay necesidad de contrastarla con otra versión, ni averiguar más allá;
La de que la descripción de hechos y la argumentación racional y fundamentada están en el mismo nivel que la expresión desbordada de sentimientos, o la emisión y reproducción ligera de opiniones;
La de que cada individuo se basta a sí mismo y su bienestar depende sólo de su propio mérito, por lo que si le va mal, “él es el único responsable”.
En tiempos de coronavirus, cuando resulta tan difícil distinguir la verdad científica de la manipulación conspirativa, y nos vemos obligados a aislarnos de los demás, mantener viva la narración de la solidaridad, es una osadía, pero de ella depende nuestra supervivencia.