En enero de 2013, tuvo lugar el XXVI Encuentro de “Mente y Vida” (Mind and Life), que reúne cada año a científicos de diversas disciplinas y monjes budistas en una curiosa sucesión de conferencias y diálogos encabezados por el Dalai Lama, quien asume indistintamente el rol de líder espiritual y de alumno obstinado.
Los encuentros de “Mente y Vida” se vienen celebrando desde 1987 y han dado como resultado la consolidación, según han pasado los años, de cuatro categorías protagonistas: neurociencia, física cuántica, cosmología y estudios sobre la conciencia. En este último apartado, se abordan campos como los efectos de las emociones en la salud, el papel del altruismo frente al sufrimiento, o la ética y la compasión como valores necesarios para el desarrollo personal y social.
La comunicación entre dos maneras tan diferentes de acercarse a la vida, tanto exterior como interior, y los puentes tendidos entre ambas tienen como objetivo, según sus organizadores, mostrarle al mundo un camino hacia la paz del individuo consigo mismo, primero, y del mundo, después. Tal y como declaraba el ya fallecido neurocientífico Robert Livingston en el encuentro de 1989:
Dos son los principios que subrayan este diálogo. El primero es que los temas que se van a discutir aquí no son solamente de gran importancia para la vida de cada individuo, sino que su comprensión por un público más amplio puede resultar fundamental para la supervivencia humana a escala mundial. Dichos temas se refieren a las diferencias, individuales y colectivas, que hay sobre la percepción, el juicio, el comportamiento y la comunicación. Y, en segundo lugar, la afirmación de que el cerebro humano es el único instrumento eficaz para la supervivencia. Siempre se ha visto obligado a ser –y continúa siendo—constructivamente adaptable. Si bien no podrá desarrollar todo su potencial hasta que sea mejor conocido; y, de forma más especial, en lo que se refiere a su individualidad y a la consecuente diversidad de su visión del mundo.
(VV.AA., Mente y Conciencia)
Una de las contribuciones del budismo al debate entre materialismo y dualismo es que su filosofía, al igual que la de los movimientos esotéricos occidentales, no responde a ninguno de tales campos. La identificación de lo espiritual con una existencia dual por la que la materia es una cosa y lo divino otra, es una deformación de raigambre judeocristiana de la que nuestra civilización, por querer ignorar en lugar de atreverse a abordar, no logra zafarse.
El primer error es dar por válida la existencia de la cosa en sí. El materialismo quiere afirmar que los objetos físicos existen en sí mismos, mientras que los fenómenos mentales son sólo apariencias desprovistas de toda realidad. Pero todo fenómeno físico, incluido uno mismo, existe en relación a la percepción y concepción. Y las representaciones que se forman en el cerebro están vinculadas al arsenal conceptual disponible. No tenemos acceso a la realidad en sí, si tal existe, sino únicamente a aquello que somos capaces de interpretar de dicha realidad.
Como dice el médico neurólogo Antonio Damasio en el libro citado Mente y Conciencia:
En efecto, tendemos a pensar de nosotros como si viéramos el mundo a través del sistema telescópico del ojo, si oyéramos a través de la trompetilla del caracol de la oreja, sintiéramos el mundo palpable a través del guante de la piel, etc. La neurología considera que el cerebro y la conciencia son sistemas autoorganizados y autoactivados que son el centro de toda experiencia. El cuerpo no es más que un caparazón, como ya lo fue. El mundo exterior y el cuerpo están representados en el cerebro.
[Véase el dossier "Un mito llamado realidad" para profundizar y encontrar ejemplos prácticos al respecto]
Decía el premio Nobel de Química Ilya Prigogine que la racionalidad neutra acaba destruyendo todo aquello que no puede comprender, “son las generalizaciones prematuras, y no su verdad, las que han conducido a la ciencia a oponer al hombre y al mundo que trata de comprender”. No es que consiga una mayor comprensión de la realidad. Es sólo que ha acordado reducir la realidad a lo poco que puede comprender.
Subyace al pensamiento científico la suposición de que, en última instancia, la materia es lo único que existe. En El universo en un solo átomo, el Dalai Lama establece el punto de partida que marca las conferencias de “Mente y Vida”:
MI preocupación aquí no es tanto argumentar en contra de esta posición reduccionista (aunque yo mismo no la comparto) cuanto llamar la atención a un punto de importancia vital: que estas ideas no constituyen un conocimiento científico sino un posicionamiento filosófico, metafísico, para ser más precisos. La teoría según la cual todos los aspectos de la realidad son susceptibles de quedar reducidos a la materia y sus diversas partículas es, a mi modo de ver, tan metafísica como la que contempla la existencia de una inteligencia organizadora, que creó la realidad y la controla.
[...]
Según la misma lógica, la espiritualidad debe contemplar los conocimientos y los hallazgos de la ciencia. Si, como practicantes espirituales, damos la espalda a los descubrimientos científicos, nuestra práctica también se verá empobrecida, y esta actitud mental nos puede conducir al fundamentalismo.
El nuevo paradigma cuántico
La física clásica parte del hecho de que la materia existe. En física cuántica, resulta imposible hacer tal afirmación. Toda propiedad es relativa, establecida por el acto de observación. De esta manera, como dice Michel Bitbol, director del Centro Nacional para la Investigación Científica de Francia ya no existen las propiedades, sino las “observables”.
Arthur Zajonc explica en términos sencillos las claves de la nueva física: “imaginemos dos monedas. La pregunta más tonta para la lógica sería cómo sabemos que son dos: ocupan diferentes puntos en el espacio; siempre habrá algunas diferencias entre ellas; no pueden ocupar el mismo lugar porque tienen volumen. En el mundo cuántico, si tenemos dos fotones, ambos son idénticos, pueden sobreponerse y ocupar exactamente el mismo lugar. Es como si estuviésemos ante reflejos del mismo objeto”.
Por el principio de superposición, no podemos decir que estamos ante dos objetos diferentes Blanco y Negro pero tampoco que se trata de uno solo, o bien Blanco o bien Negro, sino ante ambas opciones simultáneamente, Blanco-Negro.
Mientras esto se mantiene, es posible el principio de entrelazamiento. Blanco y Negro responden simultáneamente ante cualquier evento ocurrido en cualquiera de ellos.
En cuanto al movimiento, un fotón puede ir en diferentes direcciones simultáneamente. De nuevo, no es Blanco girando hacia la derecha y Negro continuando hacia delante, sino Blanco-Negro hacia delante y hacia la derecha.
Los participantes en estas conferencias tienen claro que es un error seguir acudiendo a la tradicional cita del físico Richard Feynman: “Si usted piensa que entiende a la mecánica cuántica… entonces usted no entiende la mecánica cuántica”.
La física cuántica no es incomprensible, en términos generales, obviamente, sólo hay que cambiar la perspectiva con que nos acercamos a la naturaleza y aceptar otras opciones de interpretar la realidad, pues el conocimiento depende de nuestra relación con el mundo. El error está siendo no aceptar que los conceptos clásicos nacieron de esa relación y que, por tanto, no son intrínsecos a la realidad, sino el simple resultado de la manera en que hasta ahora la contemplábamos.
Así, la superposición cuántica no es una paradoja, sólo un cambio de paradigma. No existen propiedades absolutas, sólo probabilidades condicionadas por las relaciones que se den. No podemos hablar, por tanto, de una verdad absoluta, intrínseca a las cosas, sino de una verdad consensuada, esto es, una realidad creada por un acuerdo intersubjetivo.
Para Bitbol, la dificultad para entender la superposición se resuelve de una forma sencilla: “las partículas no existen” en términos de cuerpo sólido, sino que su existencia es relacional. En términos de los físicos Lévy-Leblond y B. d´Espagnat, su modelo es el del arcoíris, que sólo existe en virtud de que se de una determinada relación entre el sol, las gotas de agua en la atmósfera y el observador.
La teoría de la relatividad nos recuerda que es imposible objetivar el mundo y excluir las relaciones si se quiere alcanzar una visión más profunda del mismo. La verdad es completamente dependiente del contexto y el punto de vista adoptado por el observador.
Como decía David Bohm, el análisis del mundo sobre la base de objetos constituyentes ha sido reemplazado por su análisis en términos de eventos y procesos. Esta es una declaración con repercusiones muy profundas, pues nos exige dejar de contemplar la naturaleza como un conjunto de cosas e interpretarla como una experiencia fenoménica, de procesos en desarrollo.
El vacío cuántico está lleno de potencialidad. De esta forma, los ámbitos extremos de la realidad, por aquellos donde se accede al orden implicado, efectivamente permiten la opción de contemplar una naturaleza no material, espiritual, más allá del universo que observamos.
El conocimiento se convierte así en un enriquecimiento mediante la asunción de los múltiples puntos de vista posibles, y no en la indentificación absoluta con cualquiera de ellos.