Esperando críticas y algo de problemas que tal vez se saldrían del tema al que defiendo en la ponencia, en mi presentación suprimí gran parte del escrito, por lo que aquí lo transcribo con todo y las referencias bibliográficas utilizadas. La referencia 16 fue una referencia agregada después de que mi ponencia fuera revisada por el comité organizador. También cabe señalar que el escrito fue corregido gracias a comentarios y críticas hechas por mi maestro Mario Alberto Lozano, con el fin de que quedara más legible y con mejor contenido.
Sin más aclaraciones, espero disfruten mi defensa de lo que se conoce como cientificismo moderado como una postura personal racional y coherente con la actividad científica y su filosofía. Como ya saben, sus críticas y comentarios son bienvenidos.
Antes de que usted decida retirarse, persignándose y acusándome en su mente de hereje tan solo por tan provocativo título, le pido que cuente hasta diez y escuche mi propuesta. Ahora que se ha relajado, pongámonos claros en este asunto. Desde tiempos inmemorables, los “intelectuales” han separado la cultura humana con todas sus riquezas en dos grandes bloques que son hoy conocidos como las dos culturas1. Estas son las ciencias por un lado (y por ciencias no entran aquellas que llamamos ciencias sociales, pero sí tienen cabida las ciencias naturales, la tecnología y la técnica) y las humanidades por el otro (comprendiendo por estas a la filosofía, las artes, la política y las ciencias sociales). Ya con el mismo concepto nos refiere que las ciencias no pueden ser “humanas” o “humanistas”, y que las humanidades no pueden ser “científicas” (en el sentido de cientificidad que tienen la física o la astronomía). ¿Qué hay de malo con ver nuestra cultura de este modo? En primer lugar, esta es una visión falsa e inadecuada de la cultura; en segundo lugar, al ser una falsa visión de la cultura tiene implicaciones obviamente falsas sobre las manifestaciones culturales y su relación en tanto manifestaciones humanas. Expliquemos estos puntos. La noción de las dos culturas es falsa porque no puede haber ciencia sin humanidad, y es indiscutible que no se puede imaginar, hoy por hoy, humanidad sin la ciencia. Es falso que la ciencia o la tecnología deshumanicen al ser humano, sino todo lo contrario pues hasta donde sabemos, no existe otro ser vivo en el universo que sea capaz de crear conocimiento científico y aplicarlo para producir herramientas con un fin pragmático específico. La ciencia es una de las variadas características de lo que nos hace humanos. La ciencia también es cultura humana y humanista. Y llamarse humanista ignorando la ciencia es, basado en esto, un acto de irresponsabilidad intelectual. Hace un siglo, quien ignoraba La Iliada era tildado de ignorante o inculto. Hoy lo es, con igual justicia, quien ignora los conceptos básicos de la física, la biología, la química, la economía o las ciencias formales. Y con mucha razón, porque estas disciplinas nos ayudan mucho mejor que Homero a desenvolvernos en la vida moderna; y no solo son más útiles, sino que son también intelectualmente más ricas2. Y es aquí donde entramos en conflicto, pues a menudo muchos “humanistas” sienten ofendido su orgullo por un aparente desprecio hacia todo aquello que se llama filosofía, literatura, arte… en fin, una ofensa al orgullo de “las humanidades”. Hasta cierto punto tienen justa razón para sentir esto, pues muchas veces discursos del tipo “anti-humanismo” son usados efectivamente para menospreciar todo aquello que no entre en lo que se conoce como “el método científico”. Los “humanistas” heridos lanzan su ofensiva asegurando que la ciencia solo es un constructo social relativo al contexto histórico y la ubicación geográfica. Algunos, como en un momento lo hizo el showman que se autonombraba filósofo, Paul Feyerabend, buscando una ciencia más “artística” o más humana, llegaron asegurar que “en ciencia todo vale” y que la validez de esta es igual que la de la religión o el mito. Los “científicos” contestan a estas afirmaciones asegurando que estas carecen de contenido real, que son solo palabrería, bonita retórica que demuestra que “las humanidades” han muerto o que no tienen nada que aportar a la sociedad tal como la ciencia lo hace en la actualidad. Así tanto “humanistas” como “científicos” se arrojan grandes trozos de heces fecales menospreciándose unos a otros.
Si un filósofo, un sociólogo o un poeta hablan algo sobre la ciencia, se dice que solo abusa de términos científicos que ni siquiera entiende (y en algunos casos sucede así realmente). En cambio si un biólogo, un físico o un astrónomo habla sobre las implicaciones filosóficas o culturales de alguna teoría, se le acusa de reduccionista (y también en veces ocurre que es verdad), de ignorante de humanidades, de positivista o de cientificista. En fin, se le acusa de hereje por meterse en un campo que presumiblemente ignora. Entre los partidarios principales de ambos bandos se cuentan algunas de las mentes más brillantes que conocemos3. Si bien, es cierto que las humanidades no pueden ser disciplinas confiables ignorando por completo a la ciencia (y viceversa, conocimiento científico no está completo sin una comprensión humanista), es provocativo e insultante las etiquetas que desde estas se lanzan a la ciencia: reduccionista, positivista y, la peor, cientificista. Estos peyorativos no solo se utilizan para satanizar la ciencia, sino que también la confunden con tecnologías y teorías político-económicas con visión de progreso industrial y enriquecimiento privado (a saber, el neoliberalismo). Se asegura que la ciencia es la fuerza que oprime a la sociedad, que es “una verdad relativa”, un “relato” entre muchos. Desde luego que los ataques del mismo estilo lanzados desde la postura “científica” merecen igual espacio para la reflexión y el análisis crítico, pero en este momento concentrémonos en las acusaciones de reduccionista, positivista y cientificista. Siempre que se critica alguna propuesta del tipo religiosa, filosófica, política, económica o sociológica desde un pensamiento crítico sustentado en la ciencia, por más válidos argumentos que la crítica pueda tener y por más hechos en los que se sustente para decir que el discurso atacado es contradictorio o no se ajusta a la realidad, lo cierto es que nunca falta el que salga gritando ¡reduccionista! ¡positivista! ¡cientificista! Este fenómeno (si es que se me permita llamarlo así) ocurre sin importar la ideología o postura política que se tenga. Desde la derecha se acusa a la ciencia de promover un ateísmo que atenta contra la moral y los valores de la sociedad tradicional; desde la izquierda, se afirma que el imperialismo científico solo existe para “explotar al hombre por el hombre”, para crear armas de destrucción masiva, para contaminar o para envenenar a la prole con alimentos transgénicos y demás cosas sintéticas4. Además de la innegable carga emocional de este tipo de retórica, la ignorancia científica y las falacias cometidas, es casi una norma el que en discursos como estos se tache de reduccionista, positivista o cientificista al criticado, como si esto fuera equivalente a decir ¡bruja! ¡hereje! o cosa parecida. Se usan (o mejor dicho, se abusa de) estos conceptos como si fueran sinónimos y como si la visión científica pudiera reducirse a los mismos. Es el sello que indica que críticas basadas en la ciencia no tienen cabida en las llamadas “humanidades”. ¿Pero qué tan honesto y correcto es usar este tipo de acusaciones básicamente estigmatizantes? Cuando hablamos de reduccionismo, a menudo se suele referir a esa idea de que los fenómenos sociales pueden explicarse y reducirse a fenómenos biológicos o, mejor dicho, físicos, de modo que solo bastaría con la biología o más aun, con la física para explicar cosas como la creatividad, la socialización, los sentimientos, la oferta y la demanda o las creencias religiosas. Esto es claramente la peor pesadilla de cualquier humanista. Pero resulta ser una pesadilla infundada, tal como explica Gilber Ryle5 pues esta carece de fundamento no solo por ser un temor contingente, sino que además no tiene sentido tal contingencia. Ryle nos explica que si bien es posible que los físicos encuentren un día respuesta a todos los problemas de la física, lo cierto es que no todos los problemas son problemas físicos. Una analogía de esto es comparar la física con el juego de ajedrez: un físico reduccionista entrenado que no sabe nada de ajedrez mira algunos juegos. Después de mirar por un rato el juego de ajedrez y prestar atención a los movimientos, el reduccionista, aun sin que nadie le haya explicado el juego, deducirá ‘leyes’ generales del ajedrez que siempre se cumplen. Así deduce los movimientos que pueden realizar el peón, el alfil o la reina (junto al resto de las piezas). El físico reduccionista concluiría que todo el juego está regido por leyes inviolables; desde el momento mismo en que uno toma un peón, la jugada que hará con él es predecible en la mayoría de los casos. El curso total de lo que trágicamente denominan “juego” ya está preordenado sin alternativa. El juego entonces, está gobernado por una necesidad inflexible, que no deja lugar para la inteligencia o la atención. Por tanto, el juego de ajedrez es reductible. Desde luego, una conclusión así no sería en lo más mínimo científica ni se ajustaría con la realidad en el juego de ajedrez. Un jugador experimentado se reiría de una conclusión semejante, diciéndonos que, si bien es predecible que al mover un alfil este se detendrá en un casillero del mismo color gracias a las “leyes físicas del ajedrez”, de estas no es deducible si el alfil se moverá en un momento u otro durante el juego. Existe en el juego un amplio campo para que se ponga de manifiesto la inteligencia o la estupidez para pensar y elegir. Nada de esto es reductible a las “leyes”. Las reglas son inalterables pero las partidas no son uniformes.6 Desde luego, con esta analogía no se busca sugerir que las leyes físicas son similares a las reglas de juego de ajedrez, sino que se busca dejar en claro que no hay contradicción en decir que uno y el mismo proceso, se acomoda a dos principios de distinta clase y que ninguno de ellos es reductible al otro. De modo que no solo un reduccionismo físico total sería un sinsentido, sino que, de igual manera, un reduccionismo sociológico o cultural es igualmente un sinsentido. Esto tampoco significa que no existe un nivel de reducción en la ciencia, sino que la pesadilla de los humanistas en la que sus disciplinas amadas se explican por leyes físicas es falsa, y entonces, la acusación ante algunas teorías y propuestas hechas desde la ciencia de ser reduccionistas ingenuas, no tienen sentido. Tampoco puede usarse dicho término como un sinónimo de cientificista, aunque tal vez sí de positivista, como veremos más adelante. El reduccionismo científico real busca entender los fenómenos por medio de las explicaciones más simples y elegantes. Este es un punto que desde las ciencias naturales se tiene bien presente, pues una explicación reduccionista ingenua no puede ser una explicación científica. Sin embargo, es igual de errado suponer que las ciencias naturales no tienen nada que aportar al entendimiento de los fenómenos sociales y psicológicos. Ambos puntos extremos son pseudocientíficos y pseudointelectuales, además de ser por demás ingenuos. Por otro lado, el concepto de positivismo suele tratarse con más ambigüedad y confusión. En la historia, el positivismo fue una de las primeras propuestas contemporáneas que consideran a la ciencia como base para la reflexión filosófica, propuesto en el siglo XIX por Auguste Comte, quien se le considera el primer filósofo de la ciencia en sentido moderno7. Comte buscaba suprimir los sinsentidos de la metafísica, exaltando el valor único de la ciencia como productora de conocimiento y única guía para la filosofía y la vida8, sin embargo su propuesta se desvío hacia una doctrina religiosa solipsista. Aunque para el siglo XX el positivismo propuesto por Comte estaba muerto, surgió a finales de la década de 1920 el Círculo de Viena, una agrupación de filósofos que buscaban formar una nueva epistemología, denominada por ellos como empirismo lógico, pero pasando a la historia con el injusto nombre de positivismo lógico. Ya desde entonces, el tachar alguien de positivista o de “neopositivista” ya era una etiqueta que te identificaba como un reduccionista que prestaba más atención al análisis lógico del lenguaje que a la actividad filosófica y científica del mundo real. El empirismo lógico marca el punto de partida de la filosofía de la ciencia como disciplina académica, y es incuestionable su valor histórico y filosófico. El desarrollo posterior de la filosofía de la ciencia se estructura en mayor o menor medida en comentarios y críticas ante las tesis defendidas o atacadas desde el Círculo de Viena. Sin embargo, el empirismo lógico defendía una serie de afirmaciones como únicas características para que un enunciado o una teoría pudiera calificarse de científica o de tener sentido. La teoría o enunciado analizado, se decía, tiene sentido si y solo si existe un procedimiento experimental que lo verifique. De no ser así, es metafísica y no ciencia, y por tanto no tiene sentido. Enunciados que no cumplían con lo anterior eran pseudoenunciados que no hacían otra cosa más que causar pseudoproblemas filosóficos. Esto limita tanto a la ciencia como a la epistemología al ver como únicas formas viables de tener enunciados y teorías con sentido, solo mediante el verificacionismo, el inductivismo y el reduccionismo conceptual9. Tesis que desde las críticas de Popper, Hempel, Kuhn, Lakatos, Moulines y Bunge (entre otros) sabemos que no se sostienen y acaban en una contradicción. El enunciado “existe el mundo más allá de nuestra propia mente”, un enunciado que se acepta como válido para poder hacer investigación científica, se dice desde el empirismo lógico que es un sinsentido ya que no existe manera de demostrar de forma absoluta dicha afirmación. También decir que el principio de verificabilidad es el único criterio de validez científica no puede ser verificado, por tanto es un sinsentido, y por tanto, el empirismo lógico acaba por ser autoaniquilante. Esto hizo que la corriente que todos llaman positivismo lógico muriera más o menos a finales de la Segunda Guerra Mundial. A pesar de que el reduccionismo total carece de sustento científico y que el positivismo lógico murió hace más de medio siglo, de nada ha servido que esto sea aclarado una y otra vez, pues una y otra vez las descalificaciones de reduccionistas y positivistas siguen apareciendo, pero ahora con el único fin de descalificar más que señalar que alguna propuesta pertenezca a alguna doctrina o postura que obedezca a dichos conceptos. Ya que en la historia se le recuerda a estas ideas como fracasos intelectuales, cuando alguna propuesta hecha desde la ciencia se hace para complementar alguna idea o teoría en antropología, sociología o filosofía, se le descalifica de positivista o reduccionista de forma ambigua, con el único fin de asegurar de forma implícita que dicha propuesta no sería más que un fracaso intelectual como los de Comte y Carnap. Eso aquí y en China se llama retórica tramposa, una muestra de arrogancia y prejuicio. Pero la ambigüedad y el prejuicio no paran aquí. En los últimos tiempos, cuando un científico parece presentar una teoría con implicaciones sociales, o se asegura que desde la ciencia se puede explicar los por qué filosóficos10 o el debe ser de la moral11, se asegura, sin análisis previo por lo regular, que ésta será una propuesta cientificista. ¿Pero qué es el cientifismo? Si tratamos de sacar la definición de quienes abusan de este concepto, “el cientificismo es cualquier cosa menos claro”. El cientificismo, en un sentido fuerte, es la postura que asegura que solo las afirmaciones científicas tienen sentido, sin embargo, esta afirmación no es un enunciado científico y por tanto, carece de sentido.12 El cientificismo fuerte es pues, igual que el empirismo lógico, autoaniquilante. Esta concepción parece haber sido formulada por Ludwig Wittgenstein en su Tractatus Logico-Philosophicus (1922) cuando afirma que “la totalidad de las proposiciones verdaderas es el conjunto de las ciencias naturales…”; según se cuenta, Wittgenstein repudió tiempo más tarde esta conclusión.13 Desde esta perspectiva, cualquiera que diga que esto no es una tontería estaría negando algo evidente. Pero este no es más que una forma de interpretar el cientificismo. El uso peyorativo de cientificismo tan negativo usado por “humanistas”, se ha venido lanzando ahora desde las filas de la pseudociencia y la anticiencia. Investigadores del fenómeno ovni, parapsicólogos, defensores del creacionismo del diseño inteligente, psicoanalistas, sociólogos posmodernistas y gurúes de la new age, acusan a todos aquellos que no comparten sus retorcidas formas de ver la realidad de cientificistas, causando mayor confusión aun. El cientificismo ahora se mira más como una palabra para asustar que como una etiqueta para cualquier doctrina coherente14. Debido a la ambigüedad del cientificismo como peyorativo, algunos autores como el historiador de la ciencia y columnista de Scientific American Magazine, Michael Shermer, se vieron en la necesidad de hacer una definición coherente de este concepto en un sentido débil o moderado. En esta se asegura que la ciencia, si bien no es perfecta ni una verdad última y revelada, es la mejor fuente conocimiento, la mejor herramienta para explicar el mundo natural y social. “El cientificismo es una visión científica del mundo que abarca las explicaciones naturales para todos los fenómenos, evita las especulaciones sobrenaturales y paranormales, y abraza el empirismo y la razón como los dos pilares para una filosofía de la vida adecuada para la Era de la Ciencia” asegura Shermer.15
De izquierda a derecha: Michael Shermer, Sam Harris, Stephen Hawking, Steven Pinker, Richard Dawkins y Mario Bunge.
Cada uno de estos grandes pensadores se han declarado, implícita o explícitamente, cientificistas.
A pesar de esto, es posible distinguir un "nivel" de cientificismo en cada uno, pues mientras unos
consideran a la ciencia como única vía del conocimiento (Hawking y Dawkins), otros consideran que disciplinas no
científicas como la filosofía y las humanidades también juegan un papel importante en la comprensión del cosmos, la vida,
el ser humano y su historia. (Pinker y Bunge). Algunos otros consideran que problemáticas que hasta ahora han estado
relegadas a la filosofía, como la moral, pueden en realidad ser objetos de estudio científico (Shermer y Harris).
El cientificismo, sin embargo, ha sido criticado en todos sus niveles. Uno de sus principales críticos es el filósofo Massimo Pigliucci.
*Referencias 1. Término tomado de la conferencia de C.P. Snow, The Two Cultures and The Scientific Revolution (The Rede Lecture, 1959), Cambridge University Press, New York, 1961. 2. Cfr. Bunge, Mario; “Filosofar científicamente y encarar la ciencia filosóficamente” (Facultad de Filosofía y Letras, Buenos Aires, 1957), en La Ciencia, su Método y su Filosofía, Siglo Veinte Editores, México, 1991. 3. Cfr. Bonfil Olivera, Martín; “¡Ciencia vs Filosofía!” en blog La Ciencia por Gusto. http://lacienciaporgusto.blogspot.mx/2012/10/ciencia-vs-filosofia.html 4. En su artículo Sciences Is Not Your Enemy (http://www.newrepublic.com/article/114127/science-not-enemy-humanities), el profesor de psicología de la Universidad de Harvard y columnista de The New Republic, Steven Pinker, pone de ejemplos fragmentos de dos discursos lanzados desde la izquierda como desde la derecha política. El primero, una “crítica” de izquierda aparecida en 2011 en The Nation (http://www.thenation.com/article/160236/same-old-new-atheism-sam-harris#axzz2bloIygM3) hacia tres libros de Sam Harris, por parte del historiador Jackson Lears dice: “Los supuestos positivistas dieron fundamentos epistemológicos para el darwinismo social y las nociones pop evolutivas del progreso, así como para el racismo científico y el imperialismo. Estas tendencias se unieron en la eugenesia, la doctrina de que el bienestar humano se podría mejorar y eventualmente perfeccionar a través de la cría selectiva de los "aptos" y la esterilización o la eliminación de los "no aptos". ... Cada colegial sabe lo que sucedió después: la catástrofe del siglo XX. Dos guerras mundiales, la masacre sistemática de inocentes a una escala sin precedentes, la proliferación de armas de destrucción inimaginable, guerras en la periferia del imperio - todos estos acontecimientos involucraron, en distintos grados, la aplicación de la investigación científica a la tecnología avanzada.” La segunda “crítica” a la ciencia que muestra Pinker como acusación paradigmática por parte de la derecha política viene del extracto de un discurso del 2007 de Leon Kass, asesor de bioética de George W. Bush, dice: “Las ideas y los descubrimientos científicos sobre la naturaleza viviente y el hombre, perfectamente bienvenidos e inofensivos en sí mismos, están siendo reclutados para luchar en contra de nuestras enseñanzas religiosas y morales tradicionales, e incluso nuestra autocomprensión como criaturas con libertad y dignidad. Una fe cuasi-religiosa ha surgido entre nosotros -déjenme llamarla "cientificismo desalmado"- que cree que nuestra nueva biología, la eliminación de todos los misterios, puede dar una explicación completa de la vida humana, dando explicaciones puramente científicas del pensamiento humano, el amor, la creatividad, el juicio moral, e incluso por qué creemos en Dios. ... No se equivoquen. Las apuestas en este concurso son altas: la cuestión radica en la salud moral y espiritual de nuestra nación, la vitalidad continuada de la ciencia, y nuestra propia autocomprensión como seres humanos y como hijos de Occidente.” Jackson Lear respondió a Pinker acusándolo de deshonestidad intelectual al sacar su cita fuera de contexto. Pinker, al parecer, acepta el reclamo al añadir al final de su artículo original la réplica de Jackson Lear. 5. Ryle, Gilbert; El Concepto de lo Mental, Paidos, Buenos Aires, 1967. 6. Cfr. Ibid. Pág. 68-69. 7. “Auguste Comte” en la Stanford Encyclopedia of Philosophy, http://plato.stanford.edu/entries/comte/ 8. “Comte, Auguste”, Doce Mil Grandes, Los Mil Grandes de la Filosofía y la Religión (Tomo 8), Promexa, México, 1982. 9. Cfr. Moulines, C. Ulises; El Desarrollo Moderno de la Filosofía de la Ciencia (1890-2000), UNAM, Instituto de Investigaciones Filosóficas, México, 2011. 10.El astrofísico y divulgador científico, Lawrence Krauss afirma, tanto en su obra Un Universo desde la Nada (Pasado & Presente, 2012) como en un debate sostenido con el filósofo Julian Baggini (http://www.theguardian.com/science/2012/sep/09/science-philosophy-debate-julian-baggini-lawrence-krauss), que los “por qué” hechos desde los albores de la filosofía (como el clásico ¿Por qué hay algo en vez de nada?), no tienen sentido y pueden traducirse al “cómo” (¿Cómo llegó a existir algo en vez de nada?), pregunta que la ciencia se ocupa de resolver. 11.El licenciado en filosofía y doctor en neurociencias, Sam Harris, lleva desde hace un tiempo proponiendo una teoría moral basada en la ciencia que aunque en principio habló de ésta en The End of Faith, dio a conocer abiertamente en su propuesta extendida en su más reciente obra The Moral Landscape (Free Press, 2010). Harris asegura que los valores morales objetivos existen, pero que estos no se basan en la idea de un Dios personal ni en ninguna religión sino en el conocimiento científico y en lo que éste nos aporta sobre el mal o el bien que podemos causar a terceros, incluido el medio ambiente. Su teoría ha sido duramente criticada por sus colegas como Massimo Piggliucci: http://rationallyspeaking.blogspot.mx/2010/04/about-sam-harris-claim-that-science-can.html. 12.Carroll, Robert T.; “Scientism” en The Skeptic’s Dictionary, http://www.skepdic.com/scientism.html 13.Ibid. 14.Pinker, Steven; “Sciences Is Not Your Enemy”, en New Republic, http://www.newrepublic.com/article/114127/science-not-enemy-humanities 15.Shermer, Michael; “The Shamans of Scientism”, en Scientific American, Septiembre, 2002. http://www.michaelshermer.com/2002/06/shamans-of-scientism/ 16.Pinker señala que los dos ideales con los que la ciencia se encuentra comprometida son: que el universo es comprensible y que la adquisición de conocimiento es difícil. Es importante reconocer que este y otros puntos del ensayo de Pinker han sido ampliamente criticados por Massimo Pigliucci (http://rationallyspeaking.blogspot.mx/2013/08/steven-pinker-embraces-scientism-bad.html) 17.Pinker, Steven; “Sciences Is Not Your Enemy”, en New Republic, http://www.newrepublic.com/article/114127/science-not-enemy-humanities 18.Sagan, Carl; El Mundo y Sus Demonios, Planeta, México, 2002.