Revista Ciencia

Científicos buscarán megaestructuras alienígenas

Publicado el 13 abril 2013 por Rafael García Del Valle @erraticario

death star

En un artículo anterior dedicado al cambio de criterios científicos en cuanto a la existencia de vida más allá de nuestro planeta, una vez que los estudios más recientes han establecido que los lugares y tiempos para la aparición de seres vivos son mucho más amplios de lo que se pensaba –prácticamente en cualquier parte y desde hace 8.000 millones de años, como mínimo—, se citaba al periodista de asuntos de ciencia Keith Cooper:

Uno de los argumentos favoritos en contra de la paradoja de Fermi era que se necesita tiempo para alcanzar el límite de metalicidad, lo que supone que el Sol sería una de las primeras estrellas con el nivel requerido y que, por tanto, la Tierra sería uno de los primeros planetas con vida. Ahora vemos que los planetas y la vida pudieron surgir en prácticamente cualquier punto de la historia cósmica, lo que socava este argumento en contra y nos obliga a preguntarnos una vez más: ¿dónde está todo el mundo? Si la vida aparece por primera vez en planetas hace entre doce y trece mil millones de años, entonces las civilizaciones inteligentes (si es que han sobrevivido todo este tiempo) estarán ahora miles de millones de años por delante de nosotros y sus preocupaciones ya no son las de los acontecimientos en una bola de barro húmeda en alguna parte de las interioridades de la galaxia. Quizás civilizaciones que son muchos miles de millones de años más antiguas emplean su tiempo desviando la energía de los agujeros negros o viviendo dentro de Esferas de Dyson.

(Fuente: Astrobiology)

La paradoja de Fermi es la contradicción entre las estimaciones de una alta probabilidad de que existan civilizaciones inteligentes en el universo y la falta de evidencia de dichas civilizaciones. De ella se deriva la idea comúnmente aceptada de que si realmente existieran, deberíamos tener noticias de su realidad y, puesto que no la tenemos, no existen.

Y, puesto que el objetivo de este artículo es hacerse eco de los últimos chismes de la astrobiología “seria”, obviaremos todo asunto relacionado con instalaciones del tipo “Área 51″ y aceptaremos que ningún gobierno ni órgano de poder superior y secreto –si es que lo hubiera o hubiese— ha tenido tratos, jamás de los jamases, con seres venidos de allende o aquende el Sistema Solar.

Dicho lo cual, y sumidos en la ignorancia e ingenuidad que felizmente nos convierte en seres racionales, por tanto, prosigamos.

Recurriendo a otra cita del artículo mencionado al comienzo, la escritora de ciencia ficción Sarah Newton consideraba que ese asunto de la paradoja de Fermi es una equivocación surgida de la falta de humildad de esta nuestra especie. Según ella, la pregunta clave sería, por el contrario, cuánto nos falta por evolucionar para que alguien considere oportuno establecer un contacto abierto con los habitantes de un planeta cuya inteligencia presuntamente más evolucionada, el homo sapiens, apenas cuenta con 500.000 años de experiencia vital, frente a los 8.000.000.000 en que se ha colocado la primera marca de salida.

Con todo ello, algunos han empezado a plantear en serio que, puesto que es altamente probable que pasen de nosotros como nosotros de buscar entendernos con las moscas, en lugar de rastrear señales de comunicación extraterrestre, que es a lo que se ha dedicado el proyecto SETI, habría que empezar a localizar huellas de su tecnología.

Alien civilization

Según cuenta la revista New Scientist, tres equipos de astrónomos ya se han puesto a ello. Dos de los grupos quiere dar con los efectos que la industria alienígena tendría sobre el medio ambiente: básicamente, fluctuaciones de la luz estelar a causa de la instalación de esferas Dyson para la explotación de soles. El tercero buscará los desechos y vertidos causados por dicha industria.

En los años 60, el físico Freeman Dyson estableció los criterios de consumo energético de los diferentes tipos de civilizaciones avanzadas y planteó una opción de cómo éstas extraerían la energía solar:

Una esfera de Dyson es una megaestructura hipotética propuesta en 1960 por el físico Freeman Dyson, en un artículo de la revista Science llamado «Search for artificial stellar sources of infra-red radiation». Tal esfera de Dyson es básicamente una cubierta esférica de talla astronómica (es decir, con un radio equivalente al de una órbita planetaria) alrededor de una estrella, la cual permitiría a una civilización avanzada aprovechar al máximo la energía lumínica y térmica del astro.

(Wikipedia)

DysonSphere2En 1964, el astrofísico ruso Nicolai Kardashev teorizó que las posibles civilizaciones avanzadas que existan ahí fuera deben estar agrupadas de acuerdo a tres tipos, según las formas de energía que dominen y exploten: I, planetaria; II, estelar y III, galáctica. Kardashev calculó que el consumo de energía de estos tres tipos de civilización estarían separados por un factor de muchos miles de millones.

Se trata de un método de clasificación que ha llegado hasta nuestros días bajo el nombre de “escala de Kardashev” y que ha sido perpetuado en el tiempo por grandes divulgadores como Carl Salgan y, ahora, por el físico y divulgador Michio Kaku, el cual lo ha puesto al día con los últimos grandes avances que permite la física teórica, tales como agujeros de gusano, teleportación cuántica, viajes espaciales, nanotecnología, etc.

1. Civilizaciones tipo I: las que recogen la potencia planetaria, utilizando toda la luz solar que incide en su planeta. Pueden, quizá, aprovechar el poder de los volcanes, manipular el clima, controlar los terremotos y construir ciudades en el océano. Toda la potencia planetaria está bajo su control.

2. Civilizaciones tipo II: las que pueden utilizar toda la potencia de su sol, lo que las hace 10.000 millones de veces más poderosas que una civilización de tipo I. La Federación de Planetas en Star Trek es una civilización de tipo II. En cierto sentido, este tipo de civilización es inmortal; nada conocido en la ciencia, como las eras glaciales, impactos de meteoritos o incluso supernovas, puede destruirla. (En el caso en que su estrella madre esté a punto de explotar, estos seres pueden moverse a otro sistema estelar, o quizá incluso mover su planeta hogar).

3. Civilizaciones tipo III: las que pueden utilizar la potencia de toda una galaxia. Son 10.000 millones de veces más poderosas que una civilización tipo II. Los borg en Star Trek, el Imperio en La guerra de las galaxias y la civilización galáctica en la serie Fundación de Asimov corresponden a una civilización tipo III. Ellas han colonizado miles de millones de sistemas estelares y pueden explotar la potencia del agujero negro en el centro de su galaxia. Circulan libremente por las calles espaciales de la galaxia.

(Kaku, Física de lo imposible)

Una civilización de tipo III, por ejemplo, sería capaz de dominar el tejido espaciotemporal a su antojo, no sólo para viajar libremente y aprovechar toda la energía disponible en el Cosmos, sino incluso para crear sus universos propios a la manera de universos paralelos. Los dioses en su estado puro, ni más ni menos.

Los terrícolas seríamos una civilización de tipo 0, fuera de la escala.  Derivamos nuestra energía no del aprovechamiento de fuerzas globales sino de la combustión de materia muerta como petróleo y carbón y aún no hemos desarrollado una conciencia planetaria. Según Dyson, deberíamos alcanzar la situación de Tipo I en un plazo no mayor de 200 años si queremos sobrevivir.

Si pensamos en la cantidad de energía consumida por una civilización de tipo II o III, los soles de que se abastecería deberían estar rodeados por una tremenda red de paneles solares, o algo parecido, pues la tecnología y la manera en que se apañarían se escapa al conocimiento terrícola:

No tenemos forma de juzgarlo. Lo importante es que si los extraterrestes han construido esferas Dyson, hay opciones de que las podamos rastrear.

(Fuente: New Scientist)

Los científicos se muestran optimistas porque, bien visto, las plantas generadoras deberían tener el tamaño de planetas y, en cuanto al resto de maquinaria, el montaje completo de las infraestructuras sería tan vasto que el oscurecimiento de la galaxia en que actuaran sería significativo para un observador avispado.

Más o menos, sería como darse cuenta de que en la Tierra hay vida cuando un satélite detecta carreteras, instalaciones, luces y demás.

Las esferas Dyson bloquearían la luz solar, haciendo que la estrella fuese invisible a los telescopios, pero no así la radiación emitida como residuo de la actividad industrial en los alrededores de la misma. En este sentido, Carl Sagan, allá por 1966, ya había apuntado que, si un telescopio de infrarrojos detectaba un punto caliente pero no se atisbaba nada en el espectro visible, podríamos haber descubierto, realmente, una esfera Dyson.

Hay objetos naturales que producen el mismo resultado, como estrellas muy jóvenes o demasiado viejas que se muestran rodeadas por enormes nubes de gas y polvo interestelar. No obstante, en estos casos se producen picos de señal significativos, mientras que en el caso de desechos industriales alienígenas la cosa sería más suave. Según Matt Povich, de la Universidad Politécnica de California:

Esperaríamos encontrar que el espectro resulta aburrido. Cuanto más aburrido, mejor.

Los equipos que se han puesto a la tarea usarán los datos de los telescopios Spitzer y WISE, con la esperanza de que las civilizaciones más antiguas de la galaxia hayan hecho bien su trabajo de colonización, de manera que estemos rodeados de esferas Dyson por doquier. De hecho, de haberlas, Jason Wright, de la Universidad de Pennsylvania, considera que por lógica deberían estar por todas partes, pues una vez que instalas las primeras, tu civilización está llamada a propagarse indefinidamente. Según Wright:

Una galaxia colonizada iría rápidamente desde un aspecto normal a otro muy rojo. Así que buscamos una galaxia muy brillante en los datos de WISE que no tenga su equivalente óptico.

El problema que se le presenta al equipo buscador de desechos es que, si la tecnología de una civilización tipo III ha sido capaz de hacer artefactos capaces de aprovechar la energía solar y, al mismo tiempo, dejar escapar la luz como si nada hubiera pasado, todo este asunto de detectar esferas Dyson se va al garete.

battlestar-lego-ships5Pero todo está pensado, así que aquí entran los otros dos equipos de astrónomos, los cuales buscarán pequeños artefactos con la ayuda del telescopio Kepler. Siguiendo el mismo criterio por el que se detectan los exoplanetas, se rastrearán las pequeñas variaciones en la luz emitida por las estrellas, que indican que algo se ha interpuesto entre ellas y el telescopio.

De esto se encarga, entre otros, Andrew Howard, de la Universidad de California en Berkeley, cuyo equipo tratará de distinguir entre objetos naturales y artificiales. Junto a ellos, otro equipo de la Universidad de Princeton analizará datos “extraños” recibidos por el telescopio. Por ejemplo, las variaciones de luz detectadas por el Kepler les permitiría determinar si un objeto que ha cruzado por delante de una estrella es redondo o cuadrado. Si es lo último, la cosa se pondría interesante.

La base sobre la que se fundamenta la investigación, según Walkowicz, es que resulta una pérdida de tiempo pensar en cómo sería una civilización extraterreste y aventurar su comportamiento. Ellos, sencillamente, van a buscar cosas raras ahí fuera que no se pueden explicar según las leyes naturales de la física.

Huellas de que una inteligencia ha metido mano en el orden del universo.

Y quién sabe, a lo mejor está ahí la solución a tanto fenómeno inexplicable…

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(Artículo original: “Alien megaprojects: The hunt has begun“)


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