Revista Salud y Bienestar
Ante el aumento de las resistencias, es necesario encontrar nuevos medicamentos eficaces contra el parásito que causa la malaria. Gracias a una investigación de los Institutos Nacionales de Salud de EEUU (NIH), los expertos cuentan ahora con 32 compuestos muy eficaces en la destrucción de este microorganismo con los que trabajar.
"Nuestra arma más poderosa está amenazada", advertía a principios de año Margaret Chan, directora general de la Organización Mundial de la Salud (OMS). Los casos de resistencia a los tratamientos derivados de la artemisina -terapia de elección contra la malaria- cada vez son más frecuentes y ponen en riesgo el control y eliminación de la enfermedad.
Aunque los análisis masivos de las bases de datos de compuestos y fármacos han dado con varios posibles candidatos, la realidad es que las opciones siguen siendo las mismas de las últimas décadas. Hay muchos proyectos en marcha, tanto para el desarrollo de terapias como para dar con una vacuna, pero ningún resultado.
"Los nuevos fármacos y un mejor conocimiento de sus mecanismos de acción y de la aparición de resistencias son esenciales para cumplir la promesa de erradicar la malaria", escriben los responsables de este estudio en las páginas de 'Science'. Sus hallazgos arrojan luz sobre estos tres aspectos.
En primer lugar, revisaron la Colección Farmacéutica del Centro de Genómica Química de los NIH, que contiene 2.816 moléculas registradas o aprobadas para su uso en humanos o animales. Estos compuestos se probaron contra 61 cepas del parásito de la malaria y 32 de ellos mostraron una alta eficacia contra 45 de estos microorganismos.
Pero los autores identificaron, gracias a un estudio genómico, dónde actuaban, si lo hacían "sobre los mismos o diferentes genes o vías bioquímicas", explica Nick Cammack, de la compañía GlaxoSmithKline, en un artículo que acompaña al trabajo. "Esto es importante porque usar dos fármacos que apuntan a mecanismos [celulares] distintos hace menos probable que el parásito desarrolle resistencias a ambos".
De este modo, el trabajo de los NIH no sólo proporciona nuevos candidatos contra la malaria sino que facilita la elección de buenos pares de fármacos para el tratamiento de esta enfermedad. Además, destaca Cammack, abre "una nueva vía para estudiar los determinantes genéticos de las resistencias".
**Publicado en "EL MUNDO"
"Nuestra arma más poderosa está amenazada", advertía a principios de año Margaret Chan, directora general de la Organización Mundial de la Salud (OMS). Los casos de resistencia a los tratamientos derivados de la artemisina -terapia de elección contra la malaria- cada vez son más frecuentes y ponen en riesgo el control y eliminación de la enfermedad.
Aunque los análisis masivos de las bases de datos de compuestos y fármacos han dado con varios posibles candidatos, la realidad es que las opciones siguen siendo las mismas de las últimas décadas. Hay muchos proyectos en marcha, tanto para el desarrollo de terapias como para dar con una vacuna, pero ningún resultado.
"Los nuevos fármacos y un mejor conocimiento de sus mecanismos de acción y de la aparición de resistencias son esenciales para cumplir la promesa de erradicar la malaria", escriben los responsables de este estudio en las páginas de 'Science'. Sus hallazgos arrojan luz sobre estos tres aspectos.
En primer lugar, revisaron la Colección Farmacéutica del Centro de Genómica Química de los NIH, que contiene 2.816 moléculas registradas o aprobadas para su uso en humanos o animales. Estos compuestos se probaron contra 61 cepas del parásito de la malaria y 32 de ellos mostraron una alta eficacia contra 45 de estos microorganismos.
Pero los autores identificaron, gracias a un estudio genómico, dónde actuaban, si lo hacían "sobre los mismos o diferentes genes o vías bioquímicas", explica Nick Cammack, de la compañía GlaxoSmithKline, en un artículo que acompaña al trabajo. "Esto es importante porque usar dos fármacos que apuntan a mecanismos [celulares] distintos hace menos probable que el parásito desarrolle resistencias a ambos".
De este modo, el trabajo de los NIH no sólo proporciona nuevos candidatos contra la malaria sino que facilita la elección de buenos pares de fármacos para el tratamiento de esta enfermedad. Además, destaca Cammack, abre "una nueva vía para estudiar los determinantes genéticos de las resistencias".
**Publicado en "EL MUNDO"
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