Muy bueno el artículo de mi amigo el periodista Carlos de Prada en Estrella digital: Vínculos tóxicos en Europa, sobre que los toxicólogos que han torpedeado los planes de la Unión Europea (UE) para proteger la salud de los ciudadanos han tenido vínculos con la industria química. En el centro del debate está la regulación de las sustancias que pueden volver “locas” a nuestras hormonas, los “disruptores” endocrinos: bisfenol A, ftalatos y cía., presentes en tantos artículos de nuestra vida cotidiana.
Y en el debate de nuevo la evidencia científica o cómo la manosean y utilizan las diferentes industrias para hacer lobby y marketing. Existen contaminantes químicos capaces de alterar el equilibrio hormonal humano, son los citados alteradores endocrinos.
La conciencia de su daño ha ido en aumento y la UE se propone regular su producción y uso.
Un grupo de editores de revistas de toxicología han publicado un texto recientemente que consideran la advertencias, que provienen de otros muchos científicos críticos e independientes, “exageradas”. Como explica De Prada:
editorial, publicado en la revista Toxicology Research, causó un terremoto entre los eurodiputados, los científicos y las más diversas personas interesadas en la cuestión. Entre las reacciones, varios documentos científicos de repulsa razonada. El último de ellos firmado por más de un centenar de investigadores del primer nivel mundial, entre ellos decenas de editores de revistas de investigación médica en este campo, fue publicado por la prestigiosa revista Endocrinology, publicación de referencia en el asunto de debate. En él los científicos dejaban claro que el escrito de esos toxicólogos “hace un flaco servicio a la Comisión Europea, a la Ciencia -incluida la toxicología- y lo más importante, a la salud pública“.
Al final todo acaba sabiéndose. Una revista on line especializada, Environmental Health News, publica que al menos 17 de los 18 editores de revistas de toxicología que firmaron esa crítica contra los planes de la UE de regular más estrictamente las sustancias disruptoras endocrinas, han tenido vínculos con la industria química.
La historia se repite. El método es burdo pero, si no hay quien lo fiscalice, funciona. Así es como en 2009-2010 se promocionó una pandemia inexistente, la de la gripe A, para hacer marketing del miedo y vender vacunas y antivirales -peligrosas e inútiles, además- a mansalva. Son los conflictos de intereses que están comiéndose a la Ciencia.
Environmental Health News ofrece los nombres y apellidos de cada científico y sus fotos. Muchos datos concretos. Tras ellos las compañías productoras de sustancias químicas tóxicas como Dow, Monsanto, Syngenta, Bayer o AstraZeneca.
Los científicos que han intentado boicotear cualquier atisbo de regulación de las actividades de la industria se defienden quitándole importancia al asunto de los conflictos de intereses pero es clave para entender la estrategia de estas empresas.
La comunidad científica avala de manera mayoritaria que muchas sustancias químicas denominadas alteradores hormonales son tóxicas. Una vez dentro de nuestro cuerpo éste las confunde con nuestras hormonas y pueden interferir con la regulación y conservación de la energía. Ésta es una de las posibles explicaciones a la “epidemia” de obesidad que sufren las sociedades llamadas ocicidentales.
Como cuenta Carlos:
El momento es crítico. Precisamente ahora el Parlamento Europeo está debatiendo una nueva regulación sobre ese heterogéneo grupo de sustancias conocidas como disruptores endocrinos. Son sustancias que se detectan ya en el cuerpo de la mayor parte de los europeos -porque están por doquier: plásticos, pesticidas, cosméticos, productos de limpieza…- y que la comunidad científica asocia a los problemas de salud más diversos, desde el cáncer a la infertilidad, pasando por el asma, malformaciones congénitas, problemas cognitivos en los niños y muchas otras patologías. Se han publicado decenas de miles de estudios científicos sobre los efectos de estas sustancias”.
Mi compañero alude a la fabricación de la duda por parte de los lobbies de las industrias contaminantes para retrasar posibles regulaciones de sus actividades. La estrategia la inventó la industria tabaquera. Yo lo denomino la fabricación del consenso: promoción de documentos de presunto consenso para acallar las críticas.
Hay que separar el grano de la paja y no es fácil cuando en un debate que puede durar años, quienes han de decidir leen centenares de documentos pero es un trabajo que se ha de exigir antes de actuar.