Todo empezó el 29 de mayo de 2010. Andaba yo a eso de media mañana en una peluquería de Sevilla, porque esa tarde se casaba un amigo de la Facultad, y en la espera, mientras veía cómo a una chica le hacían unas onditas muy monas en su melena, me llegó un 'flash' a la memoria. Fue un impulso. Cogí el móvil y envié el siguiente sms (aún no había llegado el whatsapp a mi vida).
-Deberías felicitarme: hoy hace 27 años que hice la Primera Comunión- le escribí a una buena amiga de toda la vida.
Por el contenido de su respuesta, que me resulta imposible reproducir ahora mismo, esta debió ser su cara al leerme, estoy segura.
Son esas cosas de niña rebelde, porque yo no tendría que haber hecho la Comunión. Realmente, todavía no entiendo cómo mis padres, que no son creyentes, claudicaron con una niñata de 8 años que se empeñó en recibir este santo sacramento, aunque también entiendo por otra parte a la Naima de aquella edad, que debía ser la única que no la iba a hacer. Una entonces quería ser igualita que los demás, lo de ser diferente tal vez me llegó unos años después, imagino.
Concluida la anécdota, lo que realmente quería decir es que tengo una memoria que recuerda fechas, cantidades y datos absurdos, que nunca me han servido más allá de lo doméstico. Además de ser el calendario cumpleañero de todo mi entorno, por el que me preguntan constantemente, siempre he creído que retengo información que no sirve para nada. Por ejemplo, recuerdo que al viaje de 8º de EGB llevé 6.500 pesetas y le demostré a mi madre que no era una derrochona, porque volví con 1.500 -hubo amigas que volvieron con 4.500, también es cierto, y quien no trajo ni una perra chica, que diría mi abuela-.
También recuerdo la fila en la que me sentaba todos los domingos en el cine de adolescencia, pusieran la peli que pusieran; cuánto pesaba la primera vez en que empecé a interesarme por el peso; el número de alumnos que tenía la lista de mi clase en 4º de EGB y que coincidía con el número de municipios que tiene Tenerife; o la cantidad de pipas que me comía una tarde de aburrimiento, siempre tenían que ser las mismas.
Por lo absurdo de la información, yo pienso ahora que no, pero... ¿y si realmente yo para lo que iba era para data analyst?
PD: entenderán que nunca olvide los 29 de mayo.