Este blog cumple hoy cinco años. ¡Qué barbaridad! Cuando lo empecé no sé si habría sido capaz de hacer votos por cinco años. No sé si esperaba algo así. Seguro que no.
(Claro, que hay otros más lanzados, que en seguida los hacen pero luego no duran nada).
Reverso de un centenional de Joviano en el que hace votos por cinco años,
aunque sólo fue emperador durante ocho meses. (Cortesía de tesorillo.com)
En el peor momento profesional de mi vida me dio por abrirlo. Hacía ya tiempo que quería hacerlo, pero no me terminaba de decidir y no sabía cómo. Mi hermana Gema tenía un blog en Blogger y me dijo cómo se creaba.
Yo no sabía nada. Quería que se titulara ¿Arquitectamos locos?, y empecé por dibujar el título que debía hacer de cabecera. Lo hice con una tipografía muy rotunda y muy bruta, en la que destacaba tanto el signo de cierre de la interrogación que acabó por comerse al de apertura. Así que al empezar el proceso de creación del blog y tener que escribir el título puse "Arquitectamos locos?" esperando que me pidiera en algún momento la terrible imagen jpg que tenía preparada, pero ni me la pidió ni yo supe dónde tocar para subirla. Fui dejándome llevar, eligiendo fondos y formatos entre los que me aparecían como disponibles, sin pensar siquiera en cómo diseñar yo uno, y me lancé a escribir.
No sabía ni insertar una imagen, ni hacer un enlace, ni nada de nada. (Ahora sé muy poco más).
Mi primera entrada fue esta. Hasta tiene el título repetido porque me lié y porque no sabía cómo aparecería en pantalla. (Pensaba que el título que yo ponía en el cajetín del borrador era un nombre de fichero para mi uso interno, pero que no se vería. Por eso lo volví a poner en el cuerpo del texto. A veces soy muy retorcido y hago ese tipo de cosas. Ya os he dicho alguna vez que jamás he sido capaz de rellenar correctamente un formulario: Suelo decir más de lo que me preguntan, y más enrevesadamente). Tampoco sabía editar lo ya publicado, y así se quedó.
Rápidamente me hicieron comentarios a esa primera entrada unos entrañables, grandes y valiosos amigos, así que a partir de ahí seguí escribiendo muy animadamente. Y hasta ahora. ¡Cinco años ya!
Esta es la entrada trescientos cuarenta. (Bueno, vale: tricentésima cuadragésima). Salgo a una media de 68 entradas al año. Una cada 5,37 días. Vale, quizá no sean muy buenas, pero son muchas. ¡Y hay quien se ha leído el blog entero! (Enormes gracias y un emocionado abrazo a Sergio Andrés Uribe -Arquitecturibe-, que en un determinado momento descubrió el blog y lo fue leyendo hacia atrás, sin perderse tampoco las nuevas entradas. Y sé que como él lo han hecho otros. Es una exageración tan formidable que no sé qué pensar. Me deja anonadado y muy agradecido).
El primer -histórico- comentario de este blog es de mi amigo Pablo a aquella entrada inaugural, y consiste en un lacónico pero estimulante "Enhorabuena!!" que me produjo una gran alegría y el vértigo de pensar que ya no había marcha atrás; que ya no podía hacer melindres ni vaguear, y también el vértigo de preguntarme cada día qué podría contar yo aquí. En ese vértigo sigo.
(Es curioso, pero en ese primer mes del blog, julio de 2010, escribí 17 entradas. Una barbaridad. Eran cosas rápidas, inmediatas. Eran, como el Oficio de Tinieblas 5, la purga de mi corazón).
A las pocas semanas mi socio Tomás y yo cerramos el estudio y me vine a mi casa, desde donde sigo trabajando a salto de mata y haciendo mis proyectos y mis cosas en solitario y como puedo. En algunos aspectos he madurado (a mis cincuenta y cinco años); en otros -la mayoría- sencillamente he envejecido.
Mientras tanto, he cambiado mis bobadas y diatribas en el Amedros (léase el segundo comentario de Pablo) con cuatro (u ocho) amigos por este blog, con muchos lectores, pero añoro aquellos días. (Hoy el Amedros, igual que mi estudio, está cerrado). También añoro la actividad de entonces. Siento muy nítidamente, cada vez más nítidamente, que el peor de los proyectos y el peor de los edificios es mejor que la mejor que las críticas, reseñas o habladurías (llamad a estas de aquí como queráis). Hacer edificios -como hacíamos entonces- era tan apasionante que no nos quedaba tiempo ni para escribir, ni para leer, ni apenas para reflexionar en algo más que en los propios problemas técnicos y constructivos. Qué fantástica es la pasión por construir. Qué estimulante es ver levantarse de verdad, en carne y hueso, lo que uno ha pensado y dibujado.
Este blog me ha salvado la vida, y espero que a vosotros os la entretenga de vez en cuando. Pero vida, lo que se dice vida, es hacer edificios. Todo lo demás, todo esto, es subsistir, luchar, patalear, no dejarse vencer, pero no es lo mismo. No. No lo es.
Si tienes alas, vuela; si tienes piernas, corre; y si no las tienes, arrástrate. Nunca te rindas, nunca dejes de moverte, de manotear, de morder, de arañar. Como sea. Por eso sigo con el blog. Y si me lo quitaran hablaría por la calle. Y hasta daría clases si fuera preciso. Pero no nos confundamos, no perdamos la perspectiva: Esto no es volar.
Gracias a este blog he conocido a mucha gente, la mayor parte compañeros de profesión, pero otros no. Amigos virtuales todos, que me llenan de alegría y de estímulos para escribir, para pensar, para discutir... Pero he perdido (a estas alturas ya pienso que definitivamente) a mis compañeros del estudio: a Adeli, a Eva, a Rafa, a Miguel Ángel... (A Tomás, a Germán y a Andrés los sigo viendo de una forma más o menos irregular pero mantenida y continuada). No sé si leeréis esto alguna vez. No sé qué es de vosotros. Ojalá os vaya todo bien, razonablemente bien, o al menos no muy mal. Me acuerdo constantemente de vosotros, y lo hago con nostalgia, con pesimismo y con desazón. Ojalá me mandarais algún tipo de mensaje para desarmar mis temores.
En fin. Lo siento. Quería celebrar el privilegio que tengo por escribir aquí, y la alegría que me dais leyendo y comentando estas cosas, y haciéndome sentir acompañado y querido, pero me ha dado llorona.
Maldita sea. Quemaría este blog y todo lo que contiene por un café en el Tanín con vosotros.
(Pero sigo. Sigo y seguiré. Tengo que escribir).
Silicua de Valentiniano I. Cumplidos cinco años de fidelidad a su pueblo
promete cinco más, hasta un total de diez. Lo tomo como ejemplo.
(Y después, cumplidos los diez, otros diez. Etcétera).
Las indicaciones nusmismáticas se las debo a mi amigo Manuel Pina,
factótum de la web tesorillo.com y seguidor de este blog.
Muchísimas gracias, Manuel.