Hoy toca celebrar, y sobre todo toca brindar. Hoy brindo por la distancia y por la cercanía; brindo por las cajas sorpresas, por los móviles de última generación que permiten comunicaciones gratuitas España-Italia y por los “¿qué tal has dormido, amor?”; brindo por las lágrimas en los aeropuertos, por los molestos amplificadores y las guitarras eléctricas; brindo por la tapa para cocinar una tortilla de patata, por las discusiones sobre política estadounidense un sábado de madrugada y por los masajes con crema en la espalda; brindo por las horas pasadas en Skype, por el remoloneo en la cama los domingos por la mañana y las botas de Pocahontas; brindo por las barbacoas en la piscina, las miradas del reencuentro y los paraguas amarillos; brindo por los gritos bajando el Sella en canoa, el agua en la taza después del desayuno y por un diamante; brindo por las abejas que se meten en los coches con las ventanillas bajadas, por el sonambulismo y por los “te quieros”; brindo por las tardes a modo de excursión en el Ikea sin poder comprar nada más que sueños, por los agobios familiares y las duchas entre dos; brindo por tu barba de dos días, por los sueños frustrados y los conseguidos y por los spritz; brindo por la conducción temeraria, por los “lo siento” y por los mosquitos tigre; brindo por el restaurante mejicano de la Latina, por la tortuga Roberto que creamos en la playa de Mallorca y por los choques culturales, brindo por ese último kilómetro cuando crees que no puedes más, por las reprimendas por partir los espaguetis para cocerlos y por las cosquillas en el cuello; brindo por el abandono del tabaco, por las excursiones al campo sin rumbo fijo y por las ganas de vivir juntos; brindo por los videojuegos, los tacones y las fondu de queso en invierno; brindo por el beso de buenas noches, por las orquídeas y las gafas de hipster; brindo por los albornoces, los muñecos de nieve y la canción del “super disco chino”; brindo por los regalos molones, por los retos de los juegos en el Iphone y por tirar la basura de estrangis en un centro comercial; brindo por las miradas de enfado con ira, por esconder los panchitos para que no te los comas y por dormir en cucharita los tres primeros minutos; brindo por el “I wanna be with you” del juego del Unicornio, por las comidas familiares con mucha gente y los picnics en el parque; brindo por las discusiones en español y la voz dulce en italiano, por los pantalones de cuero y las latas de uva en Nochevieja; brindo por las botellas de vino descorchadas, las arañas, y las caídas inesperadas de los móviles al suelo; brindo por los “te echo de menos” y los “te llamo para decirte que te quiero porque hace mucho que no te lo digo”, brindo por el sushi, por las noches enganchados a alguna serie y por los finales decepcionantes; brindo por los ronquidos y el chasquido con la boca para acallarlos, por hacer la cama por la mañana y por las cenas caras en restaurante; brindo por el seguir luchando cuando parece que todo está destruido, por el no poderte mover cuando has comido demasiado y por el ir a correr por las tardes juntos; brindo por las gafas de sol Rayband, por la ilusión puesta en buscar casa y por los abrazos dados; brindo por las fotografías que guardo con mimo, el frío y la nieve y por los desayunos que se convierten en almuerzo….
Al fin y al cabo, nosotros somos, hemos sido y seremos esto y mucho más.
Levantemos pues nuestras copas por estos cinco años de historia de nosotros Mr. Paulson.
Desde luego con nosotros, rompieron el molde. Felicidades!!!
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