Algarve
La historia de Castro Marim y Lagos con el lujo de Vilamoura
Castro Marim
Su fortaleza es lo primero que se ve tras pasar la frontera desde Huelva y la última oportunidad para despedirse con la mirada de tierras españolas y del río Guadiana -es imprescindible detenerse en este punto para ser testigo del paisaje-. Castro Marim, la primera sede de la Orden de Cristo, construida por Alfonso III en el siglo XIII, conserva su naturaleza de antiguo bastión fronterizo con tanto mimo como la reserva natural que rodea a este pueblo, en la que todavía se puede encontrar el casi desaparecido camaleón mediterráneo. Sus sierras desafían a los que aprecian los grandes espacios y la biodiversidad en todas sus facetas dentro de esta región, que se baña en el mar y descansa tierra adentro, sobre colinas.
Vilamoura
Es la referencia del turismo de lujo en Algarve, del que no se escapan ni las inmensas mansiones palaciegas, los grandes jardines, los yates procedentes de todas partes del mundo, su sensacional puerto deportivo, el casino, los campos de golf y la animada vida nocturna. Es la localidad más en auge de todo el sur de Portugal y la que concentra a un mayor número de gente adinerada, elegante y sofisticada. No en vano, en su lista de ‘parecidos razonables’ se encuentra Puerto Banús o Beverly Hills, aunque incluso estos lugares tienen motivos para envidiar a Vilamoura: su maravillosa costa.
Lagos
Cuna de grandes navegantes portugueses y puerto desde el que partieron importantes expediciones a África y América, todavía conserva de aquellos tiempos de esplendor su casco antiguo, completamente colonial portugués, y las ruinas del primer mercado de esclavos de Europa. Abundan otros recuerdos del pasado que compiten con el atractivo de sus playas. Por ejemplo, la ciudad todavía puede contar que sobrevivió al saqueo del famoso pirata Drake y a un devastador terremoto en 1755 que no consiguió acabar con su Iglesia de Santo Antonio o el Fuerte Ponta de Banderia, construido en el s.XVII para proteger la entrada al puerto y ampliado con las murallas que todavía rodean la ciudad. El Museo Municipal expone otros restos del pasado nada usuales, como los mosaicos romanos o fetos de animales amorfos.
Y en el extremo Sagres y Faro
Sagres
En la punta más al sudoeste de Europa, donde el Continente le cede al mar todo el protagonismo, encontramos Sagres. Si bien es cierto que, como el resto de la costa algarveña, tiene atributos naturales suficientes para convertirse en el blanco de cualquier viajero, Sagres cuenta desde hace siglos con la herencia que le dejó el infante Don Henrique el Navegante, que estableció en este punto, en la bahía frente al cabo de San Vicente, el centro neurálgico de la Época de los Descubrimientos. Aquí se reunían en secreto cartógrafos, astrónomos y capitanes para asesorar al infante en la conquista del Mundo, sabedores de que más allá de la inmensa masa de agua que se abría delante de su costa había algo por descubrir. De las inquietudes de estos sabios nos quedan numerosos testimonios, pero ninguno tan impresionante como la fortaleza en la que se encontraba la escuela de este príncipe descubridor, en la misma península de Sagres.
Faro
Tras pasar por manos de romanos -quienes amurallaron su núcleo- y árabes -quienes la fortificaron-, la toma definitiva de Faro, en 1249, marcó la reconquista de Algarve. Su casco antiguo da fe de la presencia de estas tres culturas en la ciudad, aunque la mejor conservada es la cristiana, en el casco antiguo de Vila-Adentro. Faro, la capital de la provincia, ofrece todo lo que se puede esperar de un viaje: el mejor nudo de comunicaciones e instalaciones hoteleras, inmejorable
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Fotografía: wikipedia
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