Revista Salud y Bienestar
Satanizar a la industria farmacéutica sin reconocer todo lo bueno que ésta hace por nosotros es tan ridículo como esa famosa escena de "La vida de Brian" en la que los judíos hablan de los romanos.
Sí, actualmente la industria farmacéutica hace muchas cosas mal, pero es la responsable de que podemos comprar paracetamol en cualquier farmacia, de que en el hospital hayan desaparecido las infecciones decimonónicas gracias a los modernos antibióticos y de que los europeos con VIH consigan mantener su carga viral en niveles indetectables.
Los representantes de laboratorio, bajo mi punto de vista, son necesarios también. Ellos nos informan de los nuevos productos y las nuevas presentaciones de fármacos disponibles en el mercado que, mediante la literatura médica, no son fáciles de conocer. Sin embargo, entre ciertos sectores de los sanitarios, nos despiertan cierto recelo, dado que siempre nos queda la duda de que nos quieran dar gato por liebre: a veces, dan información sesgada y otras, mienten.
En mi experiencia profesional, he conocido a bastantes representantes de laboratorio; los he recibido a todos en mi consulta y de algunos me ha gustado más su estilo que de otros. Con esta experiencia, me permito elaborar cinco consejos que creo que, de seguirse, podrían mejorar la relación sanitario-farmacéutica actual.
1 Nuestra relación es comercial. No somos amigos, aunque eso no quiere decir que no podamos mantener una relación cordial. Vienes a visitarme porque quieres venderme tu producto; ésa es la principal premisa de nuestra relación y debe quedar clara desde el primer momento.
2 No necesito bibliografía. A los sanitarios de las últimas promociones universitarias se nos ha enseñado a la búsqueda de bibliografía y a realizar revisiones de artículos de forma crítica. No necesito un artículo de un ensayo clínico donde se diga que tu producto es mejor que el de la competencia porque, de entrada, ése artículo me merece la misma confianza que esos anuncios de mi detergente lava más blanco.
3 Tampoco necesito pichigüilis. Los pichigüilis son pequeñas chucherías publicitarias que se regalan a los médicos, normalmente de escaso valor (bolígrafos, llaveros y cosas así). Es verdad que el sueldo de los sanitarios no es espectacular, pero desde luego podemos permitirnos pagar de nuestro bolsillo las cosas que regalas. Si el objetivo del pichigüili es hacer publicidad, no te preocupes: si tu producto es bueno, no olvidaré recetarlo; si es malo, un bolígrafo no me hará cambiar de opinión.
4 Háblame de tus propias cosas malas. Me da muy mala impresión que intenten convencerme de que un fármaco no tiene ningún efecto secundario. La impresión es aún peor si se recalca que el fármaco de la competencia sí tiene este tipo de efectos. Sería mucho mejor que me dijeras que tu fármaco, como cualquier otro, tiene efectos secundarios, que son tal y cual, y por qué el balance riesgo-beneficio se inclina hacia su utilización.
5 Respeta mi criterio de prescripción. Receto lo que creo más conveniente para mi paciente, integrando las pruebas científicas disponibles con mi experiencia personal. Si te enteras de que aconsejo tu fármaco, pregúntame por qué lo hago y qué experiencia estoy teniendo con él. Si, por el contrario, sabes que no lo estoy enviando, pregúntame abiertamente el motivo. Pero, sea cual sea tu caso, respeta mi libertad.
Escribo esta actualización porque creo, con la ingenuidad de un médico joven, que nuestra relación puede cambiar para mejor: hacia una mejor comprensión de ambas partes a través de la transparencia.
Foto: Ensayo a doble ciego de una marca de detergente.
Vídeo: ¿Qué han hecho por nosotros los romanos?