Se acabó el ciclo
electoral victorioso de la izquierda. La aparente carrera ganadora de las
candidaturas rupturistas, iniciada en las europeas de 2014, sólo tenía un
objetivo: favorecer un gobierno sin bipartidismo. Los resultados del 20D y su
reflejo en el espejo este 26J han acabado con la ilusión de llevar el cambio a
España. Ni confluencias, ni mareas, ni Syrizas a la española.
A día de hoy hay más
diputados de izquierda en el pero la realidad es que, en el camino, la
izquierda se ha dejado importantes cuestiones que allá por 2011 parecían
decisivas. También ha abandonado o rehuido debates fundamentales en la
reconstrucción de estos Estados del Bienestar destrozados que hemos heredado de
la Gran Crisis de 2007. La cuestión no es trivial. Por pura cuestión
estratégica la izquierda ha dejado la carretera llena de cadáveres, muchos con
el 15M tatuado en la piel. Es la izquierda zombi, que sonríe y que quiere un nuevo
país, pero a la que le rompen la cara en cualquier portada de domingo.
No basta con repetir
desde la tribuna que tal o cual candidatura es hija, heredera o prima hermana
de la movilización del 15M. Lo cierto que es que la izquierda ha abandonado ese
espíritu y esas reivindicaciones, y lo ha hecho en nombre de una demoscopia que
jamás le ha servido, ni le servirá, para dar el vuelco a nada.
Primarias y listas abiertas
De todas las candidaturas
de la nueva izquierda que se han
presentado en las ciudades de Madrid o Barcelona –Las Mareas gallegas, Badalona
en Comú y otras se me escapan-, ya sea
para las autonómicas, las municipales o las estatales, sólo Ahora Madrid ha
confeccionado sus listas de manera abierta y a través de primarias.
Ni Podemos, ni Barcelona
en Común, ni En Comú Podem, ni Catalunya Sí Que Es Pot han abierto a la
ciudadanía la elección de sus listas. Todo ha sido un mero trámite entre
partidos que formaban la coalición o entre lo que Sánchez Medero llamaba
el factor corrector Iglesias, es
decir, una metodología de confección de listas bien centralizada para que
salgan sólo los amigos en los
primeros puestos provinciales, a pesar de la ficción de la celebración de unas
primarias abiertas.
El caso de Colau y su
candidatura al Ayuntamiento de Barcelona parece el más grave ya que tuvieron
tiempo de sobra para preparar el proceso, y sin embargo terminaron aprobando
unas primarias a la Rubalcaba: con
una sola lista. El consenso era entre los partidos que formaban la candidatura,
que se repartieron números de lista.
Estas prácticas impiden
ver el peso real de los partidos implicados en la candidatura. Algo parecido a
lo que le ha pasado a Unió Democràtica de Catalunya, que siempre ostentaba gran
poder político por ir de la mano de Convergència, y que cuando ha ido sola se
ha visibilizado lo insignificante que era. Iniciativa per Catalunya ha sido la
más beneficiada de esta técnica, también Esquerra Unida i Alternativa en
Catalunya. Curiosamente, son aquellos partidos que tenían la llave de los
bloques electorales en las elecciones municipales y autonómicas. Aún así, su
inclusión en las listas no ha estado exenta de espectáculos ridículos y dantescos, como el
que protagonizaron en el 20D. Y en las elecciones del 26J, la beneficiada ha sido Izquierda Unida, que
ha pasado de 2 a 6 escaños gracias a la técnica de la coalición y las listas
desde arriba.
Paradójicamente, esta
última confluencia, entre Podemos e Izquierda Unida, también ha dejado en
evidencia el problema de confeccionar las listas mediante acuerdos entre las
élites partidistas. Si hubiera habido elección directa y libre de los
militantes y simpatizantes, ¿hubiera ido Garzón de número 5 por Madrid o quizás
habría disputado el primer puesto a Iglesias?
Limitación de mandatos
Otra cosa que parecía
fundamental en 2011 para renovar la política, y que se ha abandonado en pos
del
liderazgo, era la limitación de mandatos. Controlar cuánto tiempo se presentará
o será cargo público una persona.
En nombre de la
confluencia, o de los liderazgos, o del no
podemos dejar pasar esta oportunidad, se ha aceptado que las personas
cambien de un escenario a otro, que renueven sus cargos, que sigan en política.
“No quieren vivir de esto, sólo es vocacional”, se argumenta. Mira, como
Ciudadanos: gente normal haciendo política.
Tomemos como ejemplo a
los cinco eurodiputados que lo cambiaron todo. De los cinco originales de
Podemos en el Parlamento Europeo, sólo queda una. El resto, o han marchado a
los Parlamentos autonómicos o al
Congreso de Diputados o se han retirado.
No parece un buen cambio
de cromos, esto de mover un compromiso ético por un aparente liderazgo
personalista imprescindible. Como si en Andalucía o Aragón no hubiera otras
personas que pudieran liderar. No digamos ya a nivel estatal.
Del no-liderazgo al liderazgo personalista
Uno de los problemas que
tuvieron los medios para poder dar voz al 15M era la persistente voluntad del
movimiento en las plazas de no tener portavoces ni líderes. Acostumbrados a la
declaración a golpe de alcachofa, que no hubiera nadie capaz de contestar una
pregunta más allá del comunicado consensuado entre toda la Asamblea les
descolocaba. Se decidía desde la individualidad de cada asistente en la
asamblea. Recuerden el lema: no nos representan. Nadie.
Frente a esto, una
estructura como Izquierda Unida ha sido fagocitada por la ola de la “nueva política”. De los (poco)
históricos y (muy) autocomplacientes 11 diputados de 2011, hasta los ridículos
2 diputados de 2015. La estructura electoral del Partido Comunista de España no
supo adaptarse.
Paralelamente surgieron
en España grupos de apoyo, círculos, que hacían de Podemos una estructura
horizontal. Pusieron en cabeza para las europeas a Iglesias, pero fue sólo una
estrategia para salir en los medios –decían. Sin embargo, y casi sin enterarse,
la organización horizontal se convirtió en vertical gracias a las prisas por
ganar las elecciones. Desde los círculos ya no se manda. Se manda desde una
pequeña dirección partidista, capaz de presentar públicamente ofertas de pactos
de gobierno de izquierdas al PSOE y
que, parece, no rinde cuentas a nadie.
Lo mismo ha pasado en
Barcelona, donde sólo cuando el pacto con el PSC –y la consiguiente
incorporación de un imputado por corrupción como número 3 del Ayuntamiento- ha
estado más que asumido públicamente, se lanza la votación a la militancia.
Es decir, las decisiones
las toman las direcciones, no la militancia. Los líderes, en todo caso, pueden
llegar a consultar a la militancia cuando así lo consideren. Parece que
pensaran que, ahora, son ellos los legitimados para representar.
La batalla por Europa, o el tema que nadie quiere
tratar
En esta nueva izquierda
existen dos mitos, a saber: que España se puede cambiar por la exclusiva vía de
las urnas; y que la Unión Europea se puede cambiar si democratizamos en mucho sus
instituciones.
La primera, gracias a los
resultados electorales 20D-26J ya hemos visto que no existe. Pero la segunda
permanece como mito impoluto, y ahora aumentado tras el Brexit del día 23 de Junio.
La izquierda ha decidido
rehuir el debate sobre la idoneidad de salir del Euro y de la Unión Europea.
Para rehuirlo se escuda en el Plan B para Europa, una iniciativa liderada por
Varoufakis –sobre liderazgos, leer el punto anterior, por favor- que pretende
la confección de un Parlamento Europeo con capacidad para decidir el gobierno
de Europa y el Eurogrupo. Como nadie puede estar en contra de establecer
controles democráticos, asunto acabado.
Sin embargo, el debate
sobre la democratización de Europa no habla de que el actual Parlamento Europeo
está dominado por la derecha, y sin visos de giro político. No habla del auge
de los partidos racistas y extremistas en la mayoría de los países de Europa.
No habla, en definitiva, de la imposibilidad de cambiar Europa entre todas las
fuerzas de izquierda juntas.
Sí, se podría
democratizar la estructura. No, no se puede hacer que la UE gire hacia laizquierda. Ni siquiera democráticamente. Hace falta un debate sobre cómo salir
de una UE definitivamente tomada por los neoliberales, cuando no por los
neofascismos. Lo mismo sobre el Euro.
La calle, que sigue siendo de Fraga
Pero para tener debates
complejos sin que desaten el miedo, término de moda en la política de hoy día, la
izquierda necesita regresar a la calle.
No es casualidad que las
movilizaciones sociales que vivimos desde 2008 se hayan paralizado con la
irrupción de Podemos en las europeas de 2014. Mucha de la gente movilizada en
su día, ha acabado formando parte de las listas que han ido naciendo a raíz del
surgimiento de Podemos. Se vacían las calles, y se llenan las listas.
La última gran
movilización fue en Enero de 2015… y para mostrar apoyo a Podemos, ¡sin ningún
otro tipo de reivindicación!
A la falta física de
movilizados, hay que unir que las listas rupturistas han ganado en algunos
lugares. En pocos, pero han ganado. Y protestar o movilizarse contra quienes
antes estaban a nuestro lado es complejo y difícil. Pero también muy necesario.
Es imprescindible exigir a quienes, saliendo desde la izquierda, han
conquistado la institución, y no perdonar grandes pecados –como el pacto
Colau-PSC- escudándose en los fallos ajenos.
En la calle está la
oportunidad definitiva de esta izquierda estatal surgida del largo ciclo
electoral 2014-2016. Recuperar las plazas y olvidarse de la demoscopia.
Recuperar las luchas fundamentales, permitir que las estructuras de base
gobiernen a las direcciones –y no al revés. Reformar las formas políticas
permitirá un cultivo de las ideas complejas y transformadoras –la salida de la
UE, la Renta Básica Universal, la creación de una banca pública…- que puedan
hacer girar a todo un país hacia la izquierda.
Conjugar formas y fondos
políticos, abordar debates complejos desde la base –y sin miedo- y esperar a
estar preparados para conquistar los cielos. No cuando haya un hueco
demoscópico, sino cuando el poder popular reviente la demoscopia. De otra
forma, es imposible.
Fotos:
1. Juanjo Zanabria
2. Barcelona En Comú
3. Catalunya Sí Que Es Pot
4. Marc Lozano