Revista Religión
Escrito por Fernando Alexis Jiménez | Una vida cristiana victoriosa, como infinidad de personas la anhelan, debe estar compuesta por varios ingredientes. La sumatoria de todos ellos, fortalecen al hombre o la mujer que recibieron a Jesucristo en su corazón para avanzar siempre a nuevos niveles.
Nos referimos en esencia a la capacidad de permanecer firmes en medio de las circunstancias adversas, la separación de la mundanalidad, la sujeción y dependencia de Dios, la consagración y la perseverancia.
Un listado sencillo se desprende de la lectura que hacemos de la segunda carta que escribió el apóstol Pablo a Timoteo. Le invito a considerar esos fundamentos, que enriquecerán su vida personal, espiritual y familiar:
1.- Firmeza y perseverancia
Si anhelamos vivir como cristianos victoriosos, es importante que asumamos la firmeza y la perseverancia en medio de la adversidad. Surgirán dificultades, es cierto, pero no podemos permitir que los períodos de dificultad nos lleven al estancamiento o al revés espiritual.
En su carta a Timoteo, el apóstol Pablo lo llamó a asumir ese fundamento, cuando escribió: “Soporta el sufrimiento junto conmigo como un buen soldado de Cristo Jesús.” (2 Timoteo 2:3 | NTV)
Resulta alentador darnos cuenta que en toda la historia de la humanidad, ha habido hombres y mujeres que descubrieron y aplicaron a su vida estos dos principios de victoria. Los interiorizaron, los vivenciaron y nada los movió de su norte, de la dirección en la que estaban orientando su caminar diario.
Lorena es un vivo ejemplo. Contrajo matrimonio con un hombre que resultó ser alcohólico. Cada vez que bebía, llegaba a casa para agredirla. Ella, sin embargo, no se cansaba de clamar por su hogar y por él. Dios respondió con poder. El marido agresivo se convirtió a Cristo. Hoy sirve en la iglesia. Ella entendió que la firmeza y la perseverancia son fundamentales en todo creyente.
2.- Separación del mundo
Una cosa es vivir en el mundo y, otra bien distinta, estar separados del mundo. No es simplemente un juego de palabras. Significa que, aun cuando estamos en medio de una sociedad sin principios, nosotros como cristianos debemos asumir y proclamar con nuestros hechos esos valores que impactan y generan transformación.
El apóstol claro lo dejó claro cuando instruyó a Timoteo y también a nosotros: “Ningún soldado se enreda en los asuntos de la vida civil, porque de ser así, no podría agradar al oficial que lo reclutó.” (2 Timoteo 2:4 | NTV)
Por años, Luis Manuel estuvo involucrado en el juego. Muchas veces se gastaba todo el dinero de su salario quincenal en maquinitas y juegos electrónicos. “Me parecía imposible salir de esa espiral sin fondo”, confesó. No obstante, el día que recibió a Jesucristo, le pidió al Hijo de Dios que lo hiciera libre. Sus ataduras se rompieron.
Es cierto, muchas personas siguen encadenadas al juego, pero Luis Manuel e infinidad de personas tienen claro que deben apartarse de todo aquello que los atarían de nuevo. Renunciar a la mundanalidad. Lograrlo es posible cuando amamos a Dios y dependemos de Él para vencer las tentaciones.
3.- Avanzar hacia la meta
Cuando recibimos a Jesucristo como Señor y Salvador, nos fijamos una meta: el cambio y crecimiento permanentes. Nuestra forma de pensar y actuar experimenta transformación. No obstante, lograrlo, demanda que tengamos claro adónde queremos llegar y demos pasos en esa dirección, sin movernos a derecha o izquierda.
Pablo lo explicó con un ejemplo gráfico que impacta: “Asimismo ningún atleta puede obtener el premio a menos que siga las reglas.” (2 Timoteo 2:5 | NTV)
Ser cristianos es iniciarnos en un camino dinámico. Debemos avanzar, nunca detenernos. Probablemente en algún momento caeremos, pero el propósito que debe asistirnos es levantarnos y seguir adelante.
“Muchas veces quise renunciar a la vida cristiana. Venían dificultades y creía que no podría soportarlas. Esa desdicha me acompañó hasta que comprendí que estaba dependiendo de mis fuerzas y no de Dios. Él me permitió levantarme y salir victorioso.”, nos compartió Mario, al término de una serie de conferencias sobre la familia en la iglesia a la que él asiste.
4- Esfuerzo
Nada llega por azar ni tampoco cae del cielo así porque así. Salvo, claro está, cuando Dios envió maná al pueblo de Israel en el desierto. Pretendemos lo mejor de la vida cristiana, las bendiciones y la abundancia, sin estar comprometidos con Dios ni esforzarnos. Allí está el error.
Cuando Pablo instruye a Timoteo acerca del esfuerzo, le dice: “Y el agricultor que se esfuerza en su trabajo debería ser el primero en gozar del fruto de su labor.” (2 Timoteo 2:6 | NTV)
El esfuerzo es coronado por Dios. Él no nos deja solos, y cuando sentimos decaer, nos concede nuevas fuerzas para seguir adelante.
¿Recuerda cuando Dios llamó a Josué a conquistar la tierra prometida? Le dijo: “Esfuérzate y sé valiente” (Cf. Josué 1:6-8). Dos palabras que nos deben acompañar siempre: esfuerzo y valentía. Y, en particular, subraye la palabra esfuerzo, que le permitirá dar pasos sólidos para llegar al final de la meta.
5.- Reconozca que no Dios está con nosotros
Si Dios nos llamó a una vida cristiana victoriosa, Él nos acompaña siempre. No pretenda alcanzarlo todo en un abrir y cerrar de ojos, sino un día a la vez.
El Señor conoce nuestras circunstancias, nos fortalece, libra de tentaciones y guía por el camino apropiado. Basta que dependamos de Él y reconozcamos que no estamos solos.
La carta que dirige Pablo a Timoteo señala: “Piensa en lo que te digo. El Señor te ayudará a entender todas estas cosas.” (2 Timoteo 2:7| NTV)
Nuestro amado Dios es como una brújula. Nos orienta a puerto seguro. Si confiamos en Él y pedimos su guianza en cada circunstancia de la vida, no le quepa la menor duda que alcanzaremos el propósito para el que fuimos creados desde la eternidad.
No viva más en derrota
Si hasta el momento sólo ha experimentado una vida de derrota como cristiano, salga de ese remolino. Dios lo creó con propósito. Usted tiene una misión que Él trazó desde antes de la creación. Y logrará ese objetivo cuando someta su vivir a Cristo.
Fuimos creados para vencer, para ser victoriosos, no para estar sumidos en la derrota.
Si todavía no ha recibido a Jesucristo como su Señor y Salvador, hoy es el día para que lo haga. Ábrale las puertas de su corazón. Su existencia será transformada y descubrirá cambios maravillosos en su forma de pensar y de actuar a nivel personal y familiar.
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