Revista Cine
Puntuación: 10/10
Alistair Little es un muchacho de 16 años, Irlandés, perteneciente al UVF que como bautismo de sangre acepta matar a un joven católico. El hecho lo acomete delante de los ojos del propio hermano de la víctima, un niño de 11 años cuya vida se irá en picada gracias a la culpa propia- y la impuesta por la propia madre- de no haber hecho nada para impedir esos 3 tiros a su hermano. Muchos años después convocados por un programa televisivo, víctima y victimario serán juntados ante las cámaras pero los sentimientos y las carencias no son guionables y el encuentro quedará fallido, para más tarde. Así lo que podría parecer un conflicto político termina siendo un verdadero viaje hacia la conciencia humana, las heridas, la reconciliación y el perdón. Un drama intenso que se apoya por sobretodo en una narrativa sencilla y dos impecables actuaciones de Liam Neeson y el impactante James Nesbitt. Es que este último lleva la carga emocional más grande de todo el film, su actuación es realmente penetrante a tal punto que muchas veces cuesta no mantener la respiración mientras lo aquejan fantasmas y los nervios lo tensionan insufriblemente.
"Para conocer el hombre que soy, deben saber sobre el hombre que fui"- dice Little frente a las cámaras y es ahí donde hay que buscar el verdadero conflicto emocional del asunto. Las decisiones pasadas ciertamente afectan a las circunstancias futuras y el peso del remordimiento no se diluye con el tiempo, simplemente hacen al tiempo más pesado al igual que lo hace con el dolor y los traumas. Ojo por ojo y el mundo quedará ciego, decía Gandhi y Oliver Hirschbiegel- quien ya había dado que hablar con La caída- despierta en el espectador las reflexiones necesarias para darse cuenta de ello. Si bien podría echársele en falta al argumento una mirada más detallada al conflicto del terrorismo en Irlanda, hay que aceptar que el drama pasa verdaderamente por otro lado. Con críticas correctas pero no por ello menos profundas, Hirschbiegel se mete de lleno en el alma del hombre como ser que sufre, lo político en este caso es la circunstancia; circunstancia que a la vez podríamos hilar con muchas historias de nuestra latinoamérica, heridas que quedan sin sanar porque muchas veces quedan sin enfrentar.
Cinco minutos de gloria es un esbozo dramático, corta y puntual, sin golpes bajos ni incontables desarrollos discursivos. Plasma, retrata, sacude y duele. Podría cambiar de escenario, podría cambiar de situación, pero el problema seguiría siendo el mismo: cómo vivir cuando la culpa y el dolor es lo único que nos alimenta en la vida. Cómo dejar ir, reconciliarse con uno mismo y con los otros para poder empezar a vivir y ver a los que realmente están. Soltar los fantasmas para disfrutar de los vivos. Llena de escenas magníficas y de ritmo fluído, esta historia que se hizo con dos premios en el Festival Sundance del año pasado ha sido estrenada en los cines ayer y se agradece porque son esos films que suelen pasar directamente a las estanterías del video club. Algo estará cambiando
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