Revista Sociedad

Cinco mitos contra la democracia directa

Publicado el 25 octubre 2012 por Gonzalo

1.- Ya tenemos una democracia representativa.

2.- El pueblo sí puede deselegir el gobierno.

3.- El pueblo no tiene la sufiente formación.

4.- Las decisiones son demasiado complicadas.

5.- Abre las puertas a los populismos.

PRIMER MITO: YA TENEMOS UNA DEMOCRACIA REPRESENTATIVA

El truco es viejo. Cuando alguien reclama pausas o días libres en el trabajo, a veces surge el argumento en contra: “Pero ¡si el trabajo no es nada malo!”. La democracia directa no quiere reemplazar a la democracia, sino completarla, de la misma manera que las pausas y las vacaciones no cuestionan el trabajo, sino que lo hacen más productivo.

El parlamento puede conservar el poder legislativo central, pero, si se acuerda algo que vaya en contra de la voluntad del pueblo soberano, éste tiene que tener la posibilidad de corregir a sus representantes. O, si todos los partidos que presentan su candidatura al Parlamento han prescindido de algo en su programa electoral que sin embargo es importante para el pueblo soberano, éste debe poder, por sí mismo, iniciar la ley.

O, si el electorado vota por mayoría a un gobierno concreto pero, sin embargo, en una cosa concreta quiere algo diferente, se deben poder tener ambas: su gobierno favorito y las leyes de su elección. Lo decisivo: la última palabra tiene que ser del pueblo soberano.

SEGUNDO MITO: EL PUEBLO SÍ PUEDE DESELEGIR EL GOBIERNO

En el peor de los casos, como muy pronto a los cinco años. A los gobiernos les gusta tomar decisiones impopulares justo después de las elecciones, para repartir azúcar en las proximidades de la fecha electoral. Hasta entonces, muchas cosas se olvidan. Y a menudo no sería en interés de los decepcionados votantes no volver a elegir un gobierno que ha hecho muchas cosas buenas por culpa de una simple decisión errónea.

Las elecciones parlamentarias por lo general son “ineficientes” porque sólo se puede elegir entre grandes paquetes de promesas electorales, sin que ninguna de ellas se garantice de manera vinculante. La democracia directa permite al pueblo soberano seleccionar cuestiones individuales y decidir por sí mismos. La democracia se vuelve mucho más eficiente y satisfactoria cuando el pueblo, entre los procesos electorales, puede participar activamente en vez de estar tutelado y desposeído de poder.

TERCER MITO: EL PUEBLO NO TIENE LA SUFICIENTE FORMACIÓN

Las decisiones fundamentales, en general, son decisiones éticas para las que todas las personas son igual de competentes, independientemente de su grado de formación. No hay ningún indicio de que las élites de la sociedad cuenten con una sensibilidad por encima de la media. Y un intelecto fuerte no garantiza nada.

Austria ha convocado dos referéndums: sobre la central nuclear de Zwentendorf y la entrada en la Unión Europea. Allí donde el gobierno y el pueblo tenían opiniones diferentes, en la cuestión de la energía nuclear, el pueblo soberano fue más inteligente, aunque en aquel entonces uno de los argumentos más agresivos fue que la población “no sabía nada” sobre la complicada física nuclear.

El problema de una expertocracia corrupta se ha agudizado en los últimos años. Ministros y diputados prefieren escuchar a los lobbies que a los expertos íntegros. ¿Por qué participaron trece países de la Unión Europea en la guerra de Iraq? El argumento de la “sabiduría” no se sostiene.

CUARTO MITO: LAS DECISIONES SON DEMASIADO COMPLICADAS

Este argumento se inventó en el Tratado de Lisboa. En primer lugar, los gobiernos -en vez de formular una breve y comprensible Constitución- de manera totalmente consciente crearon un monstruo de quinientas páginas, para dejar fuera de la cogestión al pueblo soberano con el argumento de la “complejidad”.

En segundo lugar, las encuestas demostraron que la mayoría de los representante del Parlamento nacional no tenían (ni tienen) la más mínima idea acerca del contenido del Tratado de Lisboa, y por este motivo no estaban en absoluto más cualificados que la población para votar.

El ejemplo de Francia nos demuestra cómo un referéndum conduce a cierto nivel informativo de la población: antes del referéndum, los libros sobre el Tratado de la Unión Europea estuvieron en las listas de los más vendidos durante meses; se vendieron más de un millón de ejemplares.

En innumerables discusiones públicas se debatían apasionadamente los artículos uno a uno hasta altas horas de la noche. Cuando el pueblo puede participar, no siente en absoluto el desencanto generalizado por la política que gustosamente los “dictadores temporales” le atribuyen.

QUINTO MITO: ABRE LA PUERTA A LOS POPULISTAS

Esto no es ninguna peculiaridad de la democracia directa. Los populistas también presentan su candidatura en las elecciones parlamentarias, de vez en cuando con tanto éxito que llegan al gobierno. ¿No sería éste un argumento contundente contra la democracia indirecta? Para convertirse en amo y señor del populismo, se necesitan caminos diferentes a la inhibición de la democracia directa.

Un dato importante: si un gobierno y un parlamento realmente quieren hacer algo contra el fortalecimiento de la extrema derecha, deberían hacer algo de una vez por todas contra la creciente desigualdad y la escisión social, no impedir la democracia directa.

Fuente: LA ECONOMÍA DEL BIEN COMÚN  (Christian Felber)

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