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Cinco vidas: el arte de escribir incoherencias

Publicado el 25 marzo 2014 por El Perro Patricia Lohin @elperro1970

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 Arte: HELENA JUSCHIN

 
 

Me persigue la muerte y pisándome los talones la vida, pidiéndome ambas explicaciones de estos cinco días que quedan para terminar el mes.
Me quedan cinco vidas para que llegue abril, sin contar el 31 que estaré descansando de mí misma. Volveré a repetir en mi mente el sueño de todos los abriles antecesores: ese que se estrelló contra el piso y quedó formando una alfombra de cristales hirientes.
Dejo de pensar en lo que escribo, porque si reviso, acomodaré cada palabra para que se ajuste a un destino que no me pertenece. Dejaré fluir una a una las sílabas y que vuelen, como ya lo están haciendo algunas hojas que se desprenden de los árboles, huyendo incansablemente del destino de estar amarradas a troncos inmóviles.
Anoche soñé que había sido joven y hermosa; y que vivía en un pueblo junto al río. Me observaba mientras bailaba en sueños, elástica, etérea, en paz. Y yo que ya había olvidado que alguna vez bailé.
Dos por tres los fantasmas vienen a buscarme, me muestran quién fui y qué sueños tenía en mis vidas anteriores. A veces siento que los defraudé, que vuelven para recordarme algo.
Trato de escucharlos, otras me hago la distraída y dejo pasar los abriles. Espero como cualquier otro mortal que suene el timbre de mi puerta, aunque sé que no ocurrirá nunca, pero es una idea que reconforta -que a uno lo vengan a buscar y que no sea la policía- y ayuda a dormir más horas seguidas.
Me persigue la muerte aún en sueños, o será mi propia vida disfrazada una vez más de probables frustraciones por venir, o probables sueños por decaer. Un abril más deseando la misma ilusión que no sube a la categoría de hecho y derecho, cumplido, merecido, obtenido . . . la voz de mi madre que desde muy lejos pregunta: Qué estás buscando?
In others words, please be truth . . . canta Frankie y me río de mis gustos musicales de una mañana nublada. Me distraigo de mis propios desvaríos.
La cuenta regresiva no paró nunca de contar y aquí estoy, parada en el borde del abismo de los últimos cinco días -más el de descanso- antes de empezar a descamarme, arrancarme mis deudas, las dudas, terminar de llorar, vaciarme, cansarme, abrir los ojos y renovar los votos conmigo misma.
Y por qué no, para empezar a escribir algo con más coherencia.

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