Cincodays Bonus…por César del Campo de Acuña
De abusones y otras malas hierbas
Dado mi considerable tamaño y los kilogramos de musculo que gane durante mi adolescencia podría haberme convertido en un abusón de libro. El más alto del colegio desde los 14 años y con 100 kilogramos de peso a los 17 podría haber mangoneado a quien me hubiera dado la gana sin que el desafortunado blanco de mi mala actitud hubiera podido defenderse en forma alguna. Pero, ¿saben qué? Detesto a los abusones y por eso, en lugar de convertirme en uno de ellos o de quedarme al margen de sus tropelías, les di a probar de su propia medicina. ¿Y porque buscarme problemas? Verán, me fastidia a niveles insospechados que alguien la tome con otro por el mero hecho de ser más fuerte, tener un número indeterminado de imbéciles que respalden su actitud o tener ese punto de cruel maldad que convierte a algunos seres humanos en criaturas deleznables. ¿Y de dónde viene esa inquina? ¿Se metieron conmigo mis compañeros de clase? Respondiendo a la última pregunta, lo cierto es que sí. De niño, a pesar de ser extremadamente alto y por lo tanto terriblemente torpe debido a mi inusitada descoordinación, fui objeto de burlas por mi poca capacidad atlética llegando a un punto en el que olvidaba a propósito la ropa de educación física para no tener que hacer ejercicios delante de mis compañeros. Dicho esto y mirando atrás no es que no me pueda quejar, pero aquellas burlas no le llegaban a la horma de los zapatos a las que recibió un buen amigo mío.
Este chico tenía dos problemas; A pesar de ser un deportista competente y el más listo de la clase tenia rinitis crónica y las orejas enormes. Los motes no se hicieron esperar por esta última condición: Dumbo, satélite, orejón…y toda una colección de apodos poco amistosos y sobre todo, poco originales eran el pan de cada día de este crío. El caso es que el chaval lo pasaba realmente mal y no le salvaba ni traerse la Game Boy para compartirla en los recreos. La cosa se puso tan seria que a Orejas de soplillo (apodo con el que era más conocido) no le quedó más remedio que cambiar de colegio y operarse (por aquel entonces no había métodos correctores estéticos tan eficientes como los de Otostick). Aun así ¿Saben que fue lo peor? Que años más tarde volvió al colegio y los gualtrapas de turno seguían llamándole “el orejas”. Lo que yo les diga…tontos de remate, crueles como nadie, pero tontos como ellos solos.
Y por estas historias que les he contado y muchas otras que me he dejado en el tintero es el motivo por el cual desprecio a los abusones. ¿y qué hacer con ellos? Pues independientemente de sus dimensiones físicas, lo único que puedo decirles es que se enfrenten a ellos. Es probable que tengan algo que perder pero tienen mucho que ganar al demostrar que no se van a dejar pisotear por nadie. Por otro lado, si no son el blanco de las burlas de uno de estos individuos, pero ven como uno o varios tratan de pasar por encima de alguien ayuden a ese alguien, álcense y demuestren que aún quedan arrestos en el mundo. Que aún quedan personas dispuestas a plantar cara y defender a aquellos que no pueden hacerlo por sus propios medios. Intenten mejorar cada día con pequeños gestos el mundo en el que amanecen cada mañana y den ejemplo (pero nunca presuman de ello), nunca saben a quién podrían ayudar o influir positivamente y creo que esa actitud es la que representa mejor la idea del bien común.
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