De entre los directores jóvenes surgidos en los últimos años, en concreto desde 2007, cuyas carreras parecen más prometedoras y que más me han impresionado, me gustaría destacar a cuatro en particular: Jeff Nichols, de cuyos dramas sureños pronto hablaremos, Ben Affleck y el nuevo rumbo que ha dado a su carrera como director de herencia clásica; el británico Steve McQueen, en boca de todos gracias a la excelente 12 años de esclavitud, y quien hoy no ocupa, J.C. Chandor. Proveniente del mundo de la publicidad y los documentales, Chandor se estrenó en el terreno del largometraje en 2011, y desde entonces ha firmado dos excelentes películas entre las que se puede apreciar un marcado e interesante contraste.
La primera de ellas es Margin Call, la tensa historia de un par de analistas de bolsa de una poderosa empresa de Wall Street que descubren lo que se les avecina con el crack de 2008. Ante semejante situación, vemos cómo reaccionan las altas esferas de la compañía y recurren a métodos de escasa moral para engañar a sus clientes y deshacerse de los efectivos contaminados, en un proceso similar a lo que ocurrió durante la caída de Lehman Brothers. En Margin Call los espectadores nos sumergimos en un ambiente enrarecido y artificial, la tensión se palpa en el aire y la angustia aumenta a medida que avanza la película y los personajes se sofocan ante el inminente desplome de sus negocios. Para acentuar esta sensación, cabe destacar que la acción sucede casi en exclusiva en espacios cerrados, siempre poblados por personajes nerviosos ante la incertidumbre y todo lo que está en juego. La ausencia de banda sonora, así como el predominio de las luces artificiales azuladas, contribuyen a aumentar esta sensación de alienamiento y extrañeza, que culmina con un final amargo e insatisfactorio para la mayoría de los protagonistas.
Por otra parte, la segunda y recién estrenada película de Chandor presenta un enfoque completamente opuesto. Cuando todo está perdido nos presenta a un anciano recorriendo el Pacífico a bordo de su velero, un protagonista anónimo a quien sólo conoceremos como "Nuestro hombre" gracias a los títulos de crédito. Su situación se vuelve crítica cuando su barco choca contra un contenedor chino, naufraga y se ve visto a las calamidades de la intemperie, los tiburones y la desesperación absoluta. Al contrario que Margin Call, Cuando todo está perdido no enfatiza en la contundencia de la historia que nos quiere narrar, pues posee una trama bastante sencilla, sino que se alza más como un ejercicio de estilo al contar con único personaje perdido en la abrumadora inmensidad del océano, un espacio que contrasta con la claustrofobia vista en Margin Call. La insignificancia del velero en el hipnótico azul del océano logra que los espectadores dudemos de las posibilidades que tiene nuestro protagonista de salvar la vida, con quien conseguimos simpatizar a pesar de que apenas pronuncia palabra en toda la película y de que sólo podemos deducir escasas pinceladas de su pasado gracias a pequeñas pistas. Al contrario que en Margin Call, en la segunda película de J.C. Chandor no vemos al hombre al borde del colapso en un sistema artificial que él mismo ha creado, sino enfrentándose a las fuerzas naturales que no puede controlar y que le superan con creces, bebiendo en parte de lo expuesto en obras literarias como La narración de Arthur Gordon Pym o El viejo y el mar, y de películas como la excelente 127 horas. Además, en Cuando todo está perdido la banda sonora se alza como un personaje más, con bellas e hipnóticas composiciones a cargo de Alex Ebert. Eso sí, la simplicidad de la propuesta y su contundencia pueden no resultar de agrado para todos los espectadores, y puede que incluso varios se sientan estafados de gastarse el desorbitado precio de una entrada en una película de estas características.
Lo que sí comparten ambas películas de Chandor, cuyos guiones ha escrito el propio director, algo que siempre es digno de admiración; es el excelente trabajo de los actores. En Margin Call tenemos un reparto coral que contribuye al agobio que transmite la cinta, en el cual destacan unos inmensos Kevin Spacey y Zachary Quinto, sorprenden "el mentalista" Simon Baker y unos recuperados Demi Moore y Jeremy Irons, y el siempre efectivo Stanley Tucci aporta humildad a su personaje. Mientras tanto, en Cuando todo está perdido el reparto se ha reducido a un único actor, y tenemos al gran Robert Redford apoyando el cine independiente con un papel de sufrido y parco protagonista cuya extenuación y creciente desesperación consiguen conmover a los espectadores sin necesidad de exagerar o dramatizar en exceso. Una pena que no le hayan nominado a los premios de la Academia, pues sin duda estamos ante un papel complejo y exigente.
Tras estos dos modestos triunfos, J.C. Chandor se ha revelado como un cineasta interesante, responsable de estimables y ricas propuestas; yo personalmente espero con muchas ganas su próximo proyecto, el thriller A Most Violent Year, que se estrenará dentro de un par de años y contará con dos de los actores del momento: Jessica Chastain y Oscar Isaac.