15 noviembre 2013 por evasinmás
Podían haber salido a cenar. O a comerse la noche en las discotecas. O a beberse una copa con los amigos en algún local de temporada. Pero fuera llovía. Y la primera brisa helada que anticipa el invierno invitaba a quedarse en casa. Un hogar en el que no había antena de televisión, pero sí el susodicho aparato y un reproductor de dvd. Así que el marido escogió un viejo western, olvidado, que aún no habían visto y lo insertó en el lugar correspondiente. Se sentó en el sillón. Ella se colocó sobre la cama, desde donde veía sin problemas la película, en un improvisado y muy cómodo “gallinero“. Entonces, mientras sonaban los primeros compases de la banda sonora del western, Tierras Lejanas, y aparecía el nombre en letras rojas de James Stewart, la suegra cogió una silla de madera y se colocó al lado del sillón del yerno. Y la abuela se dirigió al sofá cama, al otro lado, improvisando una singular fila de cine de asientos irregulares. El perro, olfateando tanta presencia humana conocida se decidió a ponerse en el lugar más cercano a la pantalla, para ver de cerca los caballos, osos y vacas de la película y allí se acostó, durante toda la historia.
Pasadas dos horas, la abuela analizó la película con un “¡cuánta pólvora desperdiciada!” Y todos se rieron. Los pensamientos de cada uno sólo ellos lo saben. La hija sí que pensó: “¿Y por qué no habremos hecho esto antes?”. Eso sí, el plan sólo tuvo un error imperdonable: para la próxima será imprescindible que la abuela se marque unas buenas cotufas.

Cartel de Tierras Lejanas, una película en la que, según la abuela, “se desperdicia mucha pólvora”.