Revista Cultura y Ocio

Cine Ecuatoriano llevó un corto a Venecia

Publicado el 15 julio 2015 por Iván Rodrigo Mendizábal @ivrodrigom
Fotograma de Silencio Nuclear de Iván Mora M.

Fotograma de Silencio Nuclear de Iván Mora M.

Por Daniela Creamer Especial Para El Universo, Venecia

(Publicado en diario El Universo, el martes 10 de septiembre del 2002)

“Después de la Tercera Guerra Mundial, el planeta quedó desolado y devastado. Además de la gente y las ciudades, las leyes de la lógica y la percepción han desaparecido”. Con esta frase apocalíptica arrancan las imágenes demoledoras, pero de gran elaboración, de Silencio nuclear, el cortometraje que el ecuatoriano Iván Mora Manzano presentó en la reciente Mostra de Venecia.

Tras la buena acogida de Ratas, ratones, rateros de Sebastián Cordero, en 1999, Mora es el segundo ecuatoriano que logra participar en este importante certamen italiano: “Es un privilegio estar aquí, compartiendo esta experiencia junto con realizadores internacionales de tan alto nivel profesional, sobre todo si consideramos que les ha gustado mi trabajo, un breve filmado en 16mm y digital que contó con un bajo presupuesto y cuyos efectos eran muy simples”, dice.

Silencio nuclear se rodó cerca de la Mitad del Mundo, “en Pomasqui, en una montaña llamada Los Gavilanes, y en medio de unas canteras desérticas, con pocos elementos, pero con gran sensibilidad”, asegura. Y en medio de este árido paraje  vemos que Marco, el único sobreviviente de esta catástrofe mundial, descubre un día que existe una fuente de belleza que aún no ha sido destruida: el sonido. Comienza así la búsqueda de respuestas que solo pueden ser halladas en su propio yo.

El cineasta Iván Mora Manzano.

El cineasta Iván Mora Manzano.

¿No cree que este lugar apocalíptico transmite un cierto pesimismo?

Sí, hay belleza en algunos elementos, pero es bastante pesimista. Marco no tiene la sabiduría, el instinto suficiente como para preservar las cosas que le hacen bien, y las destruye, como al pájaro y a la flor. Pero luego quiere, a través de un micrófono, reencontrar las cosas en su memoria.

Ese pesimismo está plasmado en un escenario tenebroso, pero tengo la sensación de que, en realidad, esa hecatombe es personal, interna.

Sí, totalmente. Yo quería que el exterior sea simplemente la representación del interior de ese personaje. La soledad, la devastación y el desierto en donde se encuentra son el espejo de su mirada interna.

El sonido es un elemento determinante en la historia, supongo que está relacionado con su gusto por la música.

Sí. El sonido es la fuente de uno de los placeres más maravillosos del mundo: la música. La sola posibilidad de quedarme sordo me volvería loco. El sonido es la manera más primitiva de comunicarse que tenemos los seres humanos. El lenguaje, los susurros, todas las cosas buenas o malas que se puedan decir viajan a través de él. Justamente su ausencia es una de las peores crisis que una persona pueda vivir. Es mantener encerrada esa gran posibilidad de belleza.

Entonces, ¿hay algo de usted en este personaje?

Totalmente. Cuando hice la historia, plasmé en ella tres situaciones de mi vida. Pensaba metaforizarlas, buscarle símbolos. Pero una vez que la tuve sobre el papel me pareció que era mejor universalizarla, pues si la personalizaba al extremo nadie hubiese comprendido el mensaje.

ESCENAS

Iván Mora  nació el 13 de mayo de 1977 en Guayaquil. Un gran porcentaje de su familia se dedica a la música y la literatura.

Dice que como parte de su  aprendizaje  continuará haciendo cortos.  Tiene escritos La penúltima tentación de Jesús Tenorio,  la historia de Jesús pero contada a través de un jugador de fútbol esmeraldeño, y Ana y el río.

POSEE  también algunas ideas para largometrajes.


Archivado en: Cine Tagged: Iván Mora, Post-apocalipsis, Sebastián Cordero
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