Japón volvió a ponerse de actualidad tras la abdicación del Emperador Akihito. El anciano monarca, que reinaba desde 1989, cedió el trono a su hijo Naruhito.
La historia de Japón, con sus nobles samurais y sus ancestrales tradiciones, siempre me ha fascinado. El chambara (estilo fílmico que tematiza la época del Japón feudal) se encuentra entre mis géneros cinematográficos favoritos. Por ello recientemente hablé de la película de ninjas “Shinobi no mono” (Kazuo Ikehiro, 1967). Hoy añadiré algunos datos sobre el film, un comentario personal al respecto y detalles del periodo histórico en el que está ambientado.
(Imagen: Kanji de la palabra «ninja»)
Si bien la mayoría de las películas chanbara se desarrollan en los últimos años de la era Tokugawa, la acción de la propuesta que hoy reseñamos acontece dos siglos antes, allá por 1570: En el periodo Sengoku, cuando los clanes guerreros luchaban entre sí por el control de Japón. No haremos un gran “spoiler” al revelar que Tokugawa Ieyasu y Oda Nobunaga serían los vencedores en la batalla contra Takeda (ésto ni siquiera tiene importancia en la película); pues los tres fueron personajes históricos y como es sabido para los japanófilos en general y para los aficionados al subgénero jidaigeki en particular, el periodo siguiente se llamó “era Tokugawa” – en honor a Ieyasu, quien en 1600 se convirtió en el primer shogun (caudillo) de una dinastía que duraría hasta 1868. Tokugawa Ieyasu y Oda Nobunaga, junto a otro daimyo llamado Toyotomi Hideyoshi, son considerados como los unificadores de Japón, tras el largo periodo de guerras civiles entre clanes y feudos que fue el turbulento periodo Sengoku.
En éste contexto está ambientada la película de hoy, una muy grata sorpresa, pues no se trata ni mucho menos de un film “de samurais” del montón. En un contexto más amplio, el film puede encuadrarse, además de en el chanbara, en los géneros histórico y bélico. En lo que respecta a la estética tiene un estilo visualmente muy potente, que pese a ser en blanco y negro recuerda al que una década más tarde emplearía Kenji Misumi. Excelente fotografía y montaje, maravilloso trabajo de cámara.
También la trama en sí es sumamente memorable, aunque en principio pueda parecer que es una tópica historia de venganzas, de esas que ya están muy vistas. Cuando se avecina el clímax, y sale a la luz la identidad del “tercer enemigo”, el espectador ya lo estaba viendo venir… No obstante el final resulta muy satisfactorio.
Asimismo, se trata de una película atípica dentro de su género porque el protagonista no es un samurai ni un ronin, sino un ninja – o lo que es lo mismo, un shinobi (palabra que da su nombre al título original del largometraje).
Ésta película es la octava y última de la saga “Shinobi no mono”, en la que asumen el rol preponderante los “guerreros de las sombras” (llamados así por su predilección hacia el camuflaje y por actuar mayormente de noche, con la oscuridad como cómplice). Todas las entregas están protagonizadas por Raizo Ichikawa – actor habitual del género al que ya vimos en “Katana maldita”, en la trilogía “Daibosatsu Toge” o en “Las crónicas del Shinsengumi”, entre otros títulos.
Tanto Michiyo Yasuda, la actriz que da vida a Akane, como Yunosuke Ito, quien interpreta a Sadayu, aparecen en la saga “Kozure Okami” (más conocida intercialmente como “Lone wolf and cub”).
Ésta octava parte de “Shinobi no mono” fue dirigida por Kazuo Ikehiro, quien realizo varias de las entregas de “Zatoichi”, entre ellas “El peregrinaje de Zatoichi” (1966) “La espada relampagueante de Zatoichi” (1964) y “Zatoichi y el baúl de oro” (1964).