Revista Cine

Cine político: Django desencadenado, Q. Tarantino 2012

Publicado el 11 febrero 2013 por Lord_pengallan

CANDYLAND, REVISEMOS LA TRANSICIÓN
Uno: Candyland es un nombre propio de un cuento infantil. Por ello está claro que en Django desencadenado este no es un lugar geográfico o una localización puramente narrativa. Es una metáfora o una alegoría de algo. Que sea un nombre idílico sugiere que es la versión fantasiosa de una realidad menos perfecta.

Dos: Contextualicemos Django desencadenado. Hace unos pocos años hubo un pequeño escándalo en EE.UU. a cuenta de un sketch de un programa de sketches de un humorista negro. La polémica surgió porque en aquel se mataba a un esclavista del Sur. Por lo oído los blancos protestaron. El humorista se disculpó diciendo que lo hizo creyendo que matar a un esclavista era divertido. Claramente él pensó que en EE.UU. se equiparaba el nazismo con el esclavismo. Así, igual que nadie en aquel estado se ofende, bueno, una minoría muy marginal sí, porque se recree el asesinato de un nazi, nadie, salvo esa minoría antes aludida, se ofendería por recrear el asesinato de un esclavista. Él creyó que la condición racial estaba ya superada por lo abyecto del crimen. No cayó que ese esclavista era el tatarabuelo o el bisabuelo de muchos blancos, sin contar todos aquellos cuyos abuelos y padres eran racistas hasta ayer mismo (no han pasado ni 50 años desde que el gobierno estadounidense concedió a los negros los derechos que los blancos tenían desde finales del XVIII). Claramente el esclavismo en una sociedad dominada por exesclavistas es tabú. Lo explica S. Sontag. En EE.UU. hay un museo que honra a las víctimas del genocidio judío y del genocido armenio, crímenes no cometidos ni en ese estado ni por ciudadanos de ese país, pero no hay uno sobre la esclavitud porque sería reconocer que el mal se encontraba aquí. Luego los estadounidenses se preguntan por qué? Reconocer un error o un crimen es imposible para el soberbio. Hoy en día el estadounidense aún cree que es excepcional, que pertenece al pueblo gentil elegido por diso, que su estado es el campeón de la Justicia y la Libertad y que vive en una utopía. Así, el reconocimiento del esclavismo es algo reciente a lo que los euroamericanos se sienten obligados. Por lo mismo no hay museos, monumentos o memoriales a las víctimas civiles del ejército estadounidense. Sería considerado un empeño del todo contrario al patriotismo. Es lo que pasa cuando se vincula virtud con identidad. No se es virtuoso porque se actúa noblemente sino porque se pertenece a un grupo concreto. Creo que esto ayuda a apreciar mejor qué supone Django desencadenado tanto para Tarantino como para EE.UU. así como el cambio que ha supuesto Obama.

Tres: Se ha dicho hasta la saciedad que Tarantino ha querido, con sus dos últimas películas, reescribir la Historia. Nada más lejos de la verdad; en mi opinión. La floja Malditos bastardos, una versión libre de Los 12 del patíbulo por mucho que eso se haya querido ocultar oficialmente veteasaberporqué, no quería reescribir nada porque es imposible cambiar la historia de la Segunda Guerra Mundial. Esta película es simplemente una gamberrada, la caricaturización del cine bélico pop de la posguerra. Por otro lado Tarantino no es tan ingenuo como para creer que así venga una injusticia. La confusión seguramente nace de que esto es poco habitual en el Cine, pero en el cómic pop estadounidense es algo ya viejo. Se prima la historia que se está contando sobre la fidelidad histórica, por otro lado muy poca en el cine histórico de Hollywood. Para que la historia sea entretenida los autores no dudan en ser irrespetuosos con la Historia (por otro lado bastante desconocida para el lector-espectador medio). Así lo expresa Tarantino: Mis personajes ignoran que pertenecen a la Historia [...] No ocurrió así en la realidad porque mis personajes no han existido. Por eso, cuando los sumerjo en la Historia, esta queda modificada. No hay voluntad de reescribir o de revindicar sino de ser libre. En cambio, en Django desencadenado sí ha querido reescribir la historia de su estado. Eso que él ha llamado Candyland. Por eso su peli no tiene nada que ver con el original cuyos 5 primeros minutos merecen mucho la pena y el resto ir a la basura.

La historia de EE.UU. es una historia escrita por blancos así que ha sido imposible que esta no sea una idealización de pasado, no podía ser de otra forma la historia de un estado que comienza con una revolución que se cree que va a crear una utopía. Aunque en los últimos años ha sido muy revisada, el largo dominio del hombre blanco aún está bastante intacto. El hombre normal no quiere saber de Historia y no le interese saber de su lado negativo. Así, no se va a enterar de cualquier cambio en la historiografía que se opere en su vida posescolar, máxime cuando la historia de un estado conforma su identidad individual. Por otro lado, el Cine es irrevisable. Hay cientos de películas sobre el Oeste que no aluden al esclavismo, que lo edulcoran o, incluso, que justifican el genocido indio o el esclavismo que, por terminadas (la Historia nunca se acaba de escribir), no se pueden modificar. Hay películas estadounidenses que se han acercado a la realidad del pasado de EE.UU. con verosimilitud o ánimo inegrador como Soldado azul o la estimable Pequeño gran hombre, pero las clásicas del Oeste, esas de Ford, Walsh o Mann tan veneradas, son blancas por lo que ningún estadounidense de otra raza puede verlas como propios así como un historiador las ve como manipulación. La clave de esta situación es que el hombre normal antes se ve una película que se lee un libro de Historia (cosa que se complica si se pretende leer la historia de otro estado). Así, ni John Wayne, ni James Stewart, ni Gary Cooper pueden ser vistos por los negros como sus héroes. Por ello, porque la historia sigue siendo blanca, en EE.UU. hay canales de tv raciales, así como música, libros y cine y apenas hay gente igual de popular para negros y blancos exceptuando los deportistas negros.

Pero la reescritura que plantea Tarantino no es como la española, mezquina y maniquea, sino integradora. Alrededor del centenario de la Guerra de Secesión Hollywood ya hizo cine integrador para conciliar blancos yankis y dixis, por ejemplo la mala Los indestructibles o esas de normandos y sajones, pero no hay cine integrador interracial ambientado en el pasado prebélico y, para que la historia sea de todos, todos los ciudadanos han de salir en ella. Así, no puede existir una historia estadounidense donde no salga el esclavismo, donde se minusvalore el papel de otras razas en la creación del país (hay están los chinos con el ferrocarril y las lavanderías) y se olvide el apartheid centenario que se dio en EE.UU. (véase por ejemplo Matar a un ruiseñor). Por tanto, los negros han de salir en las pelis sobre el pasado estadounidense, la manifestación de que lo erudito ha pasado a lo pop, porque estaban allí, igual que los blancos, antes de la creación de ese estado.

Cine político: Django desencadenado, Q. Tarantino 2012


La prueba de que Tarantino integra es como reparte estopa tanto a negros y como a blancos en Django desencadenado. El protagonista es alemán por ello de que el mal no es extraestadounidense o privativo de los alemanes. Los alemanes pueden ser buenos y los estadounidenses malos. Que no se entienda mal Malditos bastardos. Los blancos pueden ser tan infrahumanos como creían estos que lo eran los negros. Los blancos disfrutaban con el dominio y con el sufrimiento de los negros. Y la gamberrada de rigor: los blancos esclavistas eran maricas. El personaje de Leonardo es lo que a principios del siglo pasado se denominaba invertido reprimido. Está claro que disfruta viendo la destrucción de negros grandes y musculosos porque así los castiga por la atracción homosexual que ejercen sobre él (por otro lado la relación con el personaje interpretado por Samuel evoca más a la pederástica griega que a la del lacayo y el amo). Pasa lo mismo con Luz de Luna, cómo se contonea, con que delicadeza coge el cuchillo, cómo disfruta con los testículos de Django en la palma de su mano, cómo quiere extirpar la virilidad de su objeto de deseo que le coloca a él en una posición femenina. Pero también hubo negros que preludiaron a los capos de los campos de concentración y los negros prolongaron su sufrimiento por ser mayoritariamente sumisos. Todo es matizable. Pero estamos ante una película, un artefacto que simplifica y deforma-espectaculariza la realidad.

Para ver el cuadro completo basta comparar Lincoln con Django desencadenado. Las coincidencias sólo existen en la superficie. No he visto la primera pero está claro que es la historia de los blancos. Lincoln no hizo la guerra por la esclavitud sino porque no quería pasar a la Historia como el presidente estadounidense que rompió EE.UU. Él no mandó hacer la guerra porque quería abolir la esclavitud sino porque quería impedir que los estados se gobernasen como ellos quisiesen. La guerra civil estadounidense fue una lucha política, entre el gobierno central y los regionales. Como todas las de este tipo, el conflicto venía por la diferente concepción del gobierno que tenían los compatriotas. Por ello Lincoln no abolió la esclavitud (un gesto inocuo en ese momento puesto que cuando lo hizo no gobernaba sobre ningún estado esclavista; no liberó a nadie) hasta 1863, cuando la guerra civil tenía ya 3 años y lo hizo porque su ejército huía de su enemigo, porque su entorno le presionaba para hacer la paz, es decir, conceder la independencia al Sur, y el triunfo constante sudista iba a atraerse el apoyo europeo, cosa que no había podido hacer antes porque los estados europeos no iban a apoyar un estado esclavista salvo que fuese a ganar la guerra. Por tanto, Lincoln abolió la esclavitud en EE.UU. porque era la única solución que encontró para esos 3 graves problemas ya que con ello impedía una solución negociada de la guerra civil, creaba problemas graves en la retaguardia enemiga (cosa que al final no ocurrió) y apartó a los europeos del Sur (cosa que consiguió). Lincoln hizo realpolitik no una hazaña humanitaria y por ello tiene esa estatua en Washington. La tiene como padre de la patria, no por abolicionista (cosa que era), pero una vez reconocido el esclavismo era necesario buscar un héroe que redimiese a los blancos. Por eso hemos crecido con un Lincoln abolicionista antes que tirano (después de todo no dejó vivir a los demás como ellos querían).

Django desencadenado no es historia blanca porque Tarantino pertenece a otra generación que Spielberg y porque es un estadounidense ambigüo. Es evidente que participa tanto de la cultura negra estadounidense como de la blanca. Está en medio y por eso puede conciliar. No considera que tiene pecados que lavar o que ocultar (o sí y por eso hace de esclavista?), pero sí que tiene que tener una historia verídica. Por ello vuela Candyland por los aires. Por fantasiosa y cuentista la "transición" estadounidense, por la que casi dos siglos de esclavitud y un siglo de apartheid pasaban a ser tabú y por la que nadie pagaría por esos 300 años (como los vencedores nordistas se limitaron a abolir la esclavitud condenaron a los negros al servilismo porque al no combatir su analfabetismo ni expropiar a los blancos ni podían votar ni ganarse la vida autónomamente; los exesclavos siguieron trabajando en las plantaciones de sus examos igual de sometidos porque no podían votar por el cambio y amadrentados por un KKK tolerado por el Norte hasta 1960, véase por ejemplo la interesante La jauria humana; esta quizás es la auténtica tragedia del asesinato de Lincoln), debe ser destruida para construir una historia verídica que incluya a todos los estadounidenses. Reescribirla para que esta se acerque más a lo que pasó.

EL PODER DE LAS HISTORIAS
Tarantino pretende esto porque él cree en el poder de las historias. En el poder transformador de la ficción. Se ve en todo su cine. En Reservoir dogs se ve claramente en el poli infiltrado magistralmente interpretado por T. Roth, sobre todo en la escena en que se le ve integrando en él, haciendo suya la anécdota de los perros policía. Algo parecido pasa en la notable Amor a quemarropa con la pareja protagonista, consigue su objetivo creando una historia falsa, y en la estupenda Asesinos natos, desconozco hasta que punto O. Stone metió la mano pero el film juega con el contraste entre la verdad y la versión televisiva de la misma. es más sutil pero ahí está el título, las ficciones y el chiste, sólo aprensible en VO, de llamar a un personaje, personaje. Jackie Brown y las desconozco. La primera no me interesó verla y la segunda no la he visto completa porque su primera parte me pareció una de las pelis más aburridas que he tenido la desgracia de videar. En Death proof no es muy evidente pero las protagonistas son actrices y especialistas y mienten o fingen para conseguir lo que quieren. En Infames bastardos (déjenme que haga justicia al título original) está de nuevo la impostura claramente, lo mismo que en Django desencadenado. Identidades falsas, historias ficticias y la ficción, el mito de Brunilda, como inspiradoras y por ello transformadoras. Las historias pueden cambiarnos, por eso se falsean, y eso es uno de los temas del cine de Tarantino. La ficción tiene el mismo peso que la realidad. Por ello el director no duda en meterse en ella y ser quien no es.

HÉROE VERBORREICO
Como esto es así no extraña que el héroe tarantiniano sea un charlatán. Otra prueba de lo atípico que es como estadounidense. El héroe de EE.UU. es el de acción, simple, brutal y directo, en cambio el de Tarantino es Ulises/ Odiseo. El astuto, el lleno de artimañas que se pasa todas sus aventuras fingiendo ser quien no es e inventando convincentes historias. Este es el héroe de Tarantino que ha alcanzado su plenitud con C. Waltz ya que con su admirable poliglotismo (una delicia verle en VOSE) y su alto nivel interpretativo es el mejor vehículo para que sus palabras, lo que verdaderamente ama el director estadounidense, actúen.

VIEJO CONSERVADOR
Tarantino se está haciendo mayor. Otro de sus temas es la justicia y la venganza, desde el dilema de mr. White de matar a su amigo por ser un traidor hasta la venganza de Django pasando por la legitimidad de Marsellus Wallace para defenestrar a un tipo que ha masajeado los pies de su esposa. La diferencia es que cuando era joven y rebelde su héroes eran los malos, he aquí otra prueba de lo poco "blanco" que es, los gángsteres, los asesinos, los boxeadores corruptos. Ahora son los justicieros veterotestamentarios, la cólera de dios, como los de un estadounidense cualquiera. Los infames bastardos y Django son los vengadores del Bien y por eso pueden matar cruelmente y ensañarse con sus víctimas sin el reproche que les cae a sus enemigos por hacer lo mismo. El cine de Tarantino ha pasado del héroe amoral y mentiroso a John Wayne. Un síntoma de decadencia que explica porque sus dos últimas películas son muy flojas y, por sus excesos, cercanas al disparate.


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