La sombra aparentemente lejana del Hulk de Ang Lee se proyecta directamente sobre estos nuevos Cuatro Fantásticos, como segundo gran intento de construir una nueva franquicia Marvel sobre un blockbuster de autor, y segundo batacazo, aunque por causas opuestas. La complicada trayectoria cinematográfica de ambos iconos es el mejor ejemplo de lo difícil que es abrir una nueva franquicia superheroica, y tras el naufragio del anterior proyecto de resurrección de La Primera Familia, Fantastic Four: Reborn, y las supuestas negociaciones para intercambiar sus personajes con Marvel Studios, era evidente de que La Fox no sabía qué hacer con su segunda gran franquicia marvelita ni tenía tiempo para replanteárselo antes de perder sus derechos. El ascenso de Josh Trank a la primera división del género, tras la minúscula Chronicle en 2012, seguía en principio el mismo itinerario de James Gunn de Super a Guardianes de la Galaxia o de Mattew Vaughn de Kick-Ass a X-Men: Primera Generación. Y si se trata de juventud, Bryan Singer tenía un año menos al dirigir X-Men. Pero se ha saldado con un gigantesco quiero, pero no sé o no puedo, y en la primera gran marca de Marvel en registrar pérdidas, a falta ya sólo de cuantificar cuántas. Más un escarnio crítico y sobre todo aficionado sin precedentes, en vista del cual cobra sentido el cordón sanitario impuesto por la editorial a sus propios personajes, en comparación a las sinergias más o menos explícitas con las que trata de explotar las restantes licencias externas de su catálogo, Fox incluida.
Un paso atrás de diez años, justo cuando la Fase Dos de Marvel Studios comenzaba a abrir su fórmula a mayores riesgos autorales para evitar su desgaste, aún protestados en el caso de Shane Black, o paradójicamente aplaudidos aunque más heterodoxos en el de James Gunn. Dos buenos ejemplos de cómo el peso del icono es vital para comparar el éxito clamoroso Iron Man 3, que sin embargo ha agotado por polémico a su franquicia, y el más modesto de Guardianes de la Galaxia, que por el contrario le ha abierto nuevas puertas al género. La oposición frontal a FANT4STIC FOUR podría volver a cerrárselas, como hace una década el gatillazo del Coloso Esmeralda marcó el techo de La Era de las Co-Producciones Marvel, cuando apenas echaban a andar, si Iron Man no llega a alzar el vuelo. Y sin embargo, muchos aficionados celebran su fracaso como un triunfo propio, sea sobre la malvada Fox, el prepotente Josh Trank o Mefisto encarnado en Michael B. Jordan, y se ceban sobre la peor película jamás estrenada, que por supuesto ni han visto (al menos legalmente), para no contribuir con su entrada al secuestro de sus derechos. Qué importa que sin los X-Men de La Fox tampoco existiría Marvel Studios, ni que la licencia pertenezca realmente a Constantin Films. Llegado un punto, no tiene nada que ver con la película.
La resistencia del fandom al cambio –que al mismo tiempo reclamamos- está más que demostrada en el papel y ahora se traslada a la pantalla. La diferencia entre la tormenta levantada por la elección del afroamericano Michael B. Jordan para interpretar al muy w.a.s.p. Johnny Storm y el infinitamente menor recelo que despertó la inacabable lista de anteriores cambios de etnia del género, es la misma distancia que apuntábamos entre Starlord y El Mandarín, multiplicada por el muchísimo mayor alcance icónico de Los Cuatro Fantásticos. El incendio fue inmediato, convirtiendo muchos en manifiesto, desde ese mismo día, la intención de no ir a verla. Pero los mismos palos le cayeron a la vez a Ben Affleck como Batman, y transcurrido el mismo tiempo han derivado en una prudente espera, que por ejemplo el Jóker de Heath Ledger consiguió transformar en aplauso. El pecado de Fox fue confundirlo con el racismo, enfrentando las críticas desde una superioridad mal entendida, hasta convertir la campaña promocional en los cánticos cruzados de dos hinchadas rivales. Lo que no hace a la cuestión de la raza de Johnny Storm menos puntual, habitual y tras su visionado anecdótica, en absoluto ningún desprecio, sino principalmente un problema de comunicación. Pero uno tan grave, que ha acabado devorando a la película en su conjunto.
A un nivel intermedio en cuanto a su alcance icónico, Ant-Man acaba de salir aparentemente entera de un choque similar con nada menos que dos Vengadores Fundadores de por medio, aunque de segundo nivel, que en ningún caso hubiera colado con Hulk o La Trinidad vengativa. Y aun así acabó con su director fuera del rodaje. Tanta presión externa tuvo que repercutir internamente en ambas películas, tensionar su rodaje y ha condicionao definitivamente nuestro visionado. El Hombre-Hormiga de Peyton Reed quizá no sea todo lo transguesor que pudiera haber sido el Edgar Wright, pero es un producto sólido, con alma propia y a la vez puro Marvel Studios, que le dio la vuelta a sus expectativas el mismo día del estreno. En cambio, Cuatro Fantásticos no es ni de Trank ni de La Fox, porque uno por otro han agitado las brasas hasta quemarse. Han perpetrado una película incoherente consigo misma y se la han servido en bandeja a los agitadores, reforzados con el poder de la profecía autocumplida, aunque su fracaso no tenga nada que ver con ninguno de los criterios que se esgrimieron de antemano.
El tándem Josh Trank – Simon Kinberg, parecía mucho más prometedor en un principio. No en vano, también apadrinaban conjuntamente un pretendido spin-off de Star Wars, señalando a Trank como futura promesa en 2007 el corto aficionado Stabbing at Leia’s, y figurando Kinberg entre los creadores de la serie Star Wars: Rebels. Cerraba de hecho un círculo desde su debut como escritor en la primera entrega de Los Cuatro Fantásticos de Fox, aunque sin acreditar, en labores de apagafuegos durante el rodaje, reorietando asimismo X-Men: La Decisión Final tras la salida de Bryan Singer. Fundó Genre Films en 2010, con la cerró un acuerdo preferencial con Fox para co-producir los tres capítulos de la prelogía mutante, co-escribiendo los dos últimos, más Deadpool, Gambit y el presente relanzamiento fantástico. Mientras, a Trank lo pretendían también en Warner para adaptar el cómic The Red Star, en Sony para Venom y Fox por supuesto para Chronicle 2, hasta que la deriva de Cuatro Fantásticos se los ha llevado por delante a todos ellos.
No obstante, lo escalonado y sobre todo el orden de llegada de ambos cineastas al proyecto debería haber encendido ya todas las alarmas (y no después la etnia de la Antorcha Humana). Comenzó a rumorearse a Trank a principios de 2012, siendo confirmado como guionista en abril y como director en julio, mientras que Kinberg no aterrizó hasta un año después. Entre medias, Fox había fichado a Mark Millar como asesor creativo para sus adaptaciones Marvel –aunque ciertamente, ha destacado más en las del Millarworld-, y se fue sumando el equipo de producción al completo del relanzamiento mutante, con Hutch Parker (ex-Presidente de Producción de Fox), Gregory Goodman y Matthew Vaughn a la cabeza, lo que se presentó como los cimientos del futuro “Universo X-4”, que unificaría las franquicias marvelitas del estudio a imagen del Universo Cinemático de Marvel Studios. Pero también representa una estructura superpuesta sobre la marcha por encima de Trank, cuando lo natural hubiera sido que los productores establecieran la dirección creativa del proyecto y designaran al director después, probablemente como consecuencia de lo ajustado de los plazos de producción. A la vez que el guión pasaba por demasiadas manos, y en la misma dirección: Trank figura acreditado como co-argumentista, pero tras él trabajaron en el libreto el escritor de Chronicle, Max Landis, cuyo borrador fue desechado; el debutante Jeremy Slater; cuyo guión refinó Seth Grahame-Smith (Abraham Lincoln: Cazador de vampiros); y finalmente Kinberg (Señor y Señora Smith). Paralelamente, el enfoque prometido, y el que dejan entrever las filtraciones de los textos de Landis y Slater, fue evolucionando de lo fantástico y los 100 primeros números de Stan Lee y Jack Kirby que tomó inicialmente como referencia Trank, a lo realista y la Línea Ultimate que despectivamente se ha identificado como Chronicle 2, y que más bien se ha decantado recorte tras recorte desde un proyecto inicialmente mucho más ambicioso. Del prometido tono del Spider-Man de Sam Raimy, nunca más se supo.Se responsabiliza exclusivamente a Trank del cásting, incluso de que supuestamente no lo hubiera, si bien fue anunciado con el equipo de producción y el guión ya cerrados, en febrero de 2014, ni es tan fácil identificar responsabilidades individuales en un proceso colectivo. El punto de inflexión sería por supuesto el “enchufe” de Michael B. Jordan, por mucho que hubiera optado también a encarnar a El Halcón en Capitán América: Soldado de Invierno y Harry Osborn en The Amazing Spider-Man 2, que finalmente recayó en su compañero de Chronicle, Dane DeHaan, y el cambió de etnia fue para Electro. Puestos a hacer caso a todos los rumores, Kate Mara, que había aparecido igualmente en Iron Man 2 y compartió quinielas con la Margot Robbie del Escuadrón Suicida, le habría sido impuesta por el estudio. Por salirnos del tópico de Billy Elliott, Jaimie Bell acababa de demostrar en Snowpiercer ser el personaje semi-marginal, noble, protector pero reprimido que buscaba Trank para Ben Grimm. Y si tuviera que buscar a un genio post-adolescente, tan inteligente y centrado que demuestra poca empatía hacia sus semejantes pero con una fuerza interior suficiente para centrar el protagonismo de toda la película, mi primera elección también habría sido el Miles Telles de Whiplash (J.K. Simmons, te esperamos en el Bugle). Trank le conocía del cásting de Chonicle, y el propio actor afirma creer haber sido el único que audicionó para el papel, ni andaban sobrados de tiempo a dos meses del rodaje, aunque también se rumoreó a Kit Harington (Juego de Tronos) y Jack O’Connell (300: El oigen de un imperio), y por supuesto que realizó una prueba.
Negando la mayor, el reparto no es ninguno de los muchos problemas de la cinta. Ni siquiera como adaptación, asumiendo las edades de sus versiones Ultimate, aunque uno de mis peros a dicha encarnación sea justamente que son demasiado jóvenes para representar una familia. Y de su edad en la película, habría que añadir que en el cómic, la Feria de Ciencias y la llegada al Baxter representa una fase intermedia adolescente que aquí se confía a una insuficiente caracterización de los adultos, y descontar que la posterior línea temporal se rehízo en la sala de montaje, como veremos. Particularmente, la distancia física entre Ben Grimm y La Cosa se potencia a efectos dramáticos, descartando específicamente ningún actor que fuera grande ni bruto para atraparlo aún más angustiosamente dentro del coloso de piedra, pero perdiendo el planteamiento original de que los poderes del cuarteto manifestaran su temperamento. El giro adoptivo de la familia Storm es cierto que no añade nada, pero del mismo modo tampoco resta, ni justifica remotamente la tormenta desatada a su alrededor. Después de todo lo que ha caído, Johnny captura la esencia de un joven acomodado y ocioso que rehúye las responsabilidades adultas con un chiste, pero en quien puedes confiar. El problema de fondo no son tanto los personajes como su incapacidad para relacionarse ente ellos (¡Ben y Sue ni se dirigen la palabra!), no llegando a formar una familia ni casi un grupo de amigos. Pero ésa es una cuestión muy anterior a los actores, y lamentablemente también posterior.
Anterior, por el propio concepto de la película, que realmente debería titularse Los Cinco pre-Fantásticos, a modo de precuela de sí misma, como tampoco vimos a la Patrulla-X en X-Men: Días del Futuro Pasado. Pero a diferencia de la actual saga mutante, desaprovecha la posibilidad de explorar ese escenario anterior, encerrando a los personajes en una versión embrionaria sin más interés que la promesa de lo que serán. Según se dice, Trank marcó a sus actores incluso cuando respirar, imponiendo una excesiva distancia emocional. Paradójicamente, Chronicle destacaba por la química entre sus protagonistas, a quienes hizo convivir los quince días anteriores al rodaje para compenetrarse más naturalmente, mientras que aquí se estanca tanto en su dimensión individual que olvida de la familia sustituta que pretende formar. Y cuando lo intenta, a través de la impostada figura paternal del Profesor Storm (mucho más secundaria en el original Ultimate), resulta en exceso textual, como si necesitara un Tío Ben.
Y posterior, porque la película trasluce las cicatrices del enfrentamiento entre el estudio y el director, entre recortes e injerencias de producción o despotismo y pérdidas de control de unos y otro, de los que aún no existe una versión que podamos dar por cierta. Sabemos el final: el tweet que Trank publicó y eliminó el mismo día del estreno, que se calcula que le costó unos 10 millones de dólares a la taquilla del primer fin de semana, asegurando que su visión de hace un año hubiera recibido mucho mejores críticas que la versión estrenada. Entre medias se retomó el rodaje presuntamente bajo mando de Matthew Vaughn, se canceló la conversión a 3D y se han desvanecido entre veinte y cincuenta minutos de las hasta dos horas y media que supuestamente duraría. Caza de brujas aparte, faltan escenas completas del tráiler así como las imágenes que mostraban el Fantastic-Car durante el rodaje. Lamentablemente, Trank puntualizaba en su mismo tweet que probablemente nunca veamos su versión. Debería preguntarle a Bryan Singer porqué él sí ha logrado estrenar su Montaje de Pícara de X-Men: Días del Futuro Pasado, y de paso también a Joss Whedon qué fue de sus prometidas y posteriormente descartadas sendas expansiones Vengadoras. En el fondo no existe tal cosa como el montaje del director, mientras sea un empleado y la película propiedad de la productora. Y menos cuando Trank sí que ha firmado Cuatro Fantásticos, argumento inclusive. Es su palabra contra un montaje que no existe, e igual de válidas son las especulaciones de que ni siquiera fue capaz de rodar un final. Se ha mutilado su montaje pero no sabemos si para mejor o para peor, y hasta que no lo veamos (que con Fox nunca se sabe), tampoco podremos determinar un único culpable.
El arranque es pese a todo prometedor. Sigue paso por paso el arco de presentación de Ultimate Fantastic Four, del garaje de Reed Richards a la Feria de Ciencias, la Fundación Baxter y la lanzadera cuántica. Lo que no deja de ser paradójico teniendo en cuenta que aquella etapa respondía directamente a la película de 2005, y que la propia serie iría asimilando después muchos elementos de la versión tradicional. Debería haber bastado aun así para desechar el pretendido desprecio al cómic que sigue tiñendo muchas opiniones que prefieren apoyarse exclusivamente en Jack Kirby, e ignorar que las mismas instrucciones de no documentarse en los cómics se las dieron antes Bryan Singer o James Gunn a sus actores en sus celebradas y mucho más libres adaptaciones. Hasta se ha empezado a reivindicar la mayor fidelidad de Tim Story, es de suponer que la de Oley Sassone y Roger Corman no por desconocimiento, como si la literalidad garantizara algo en sí misma. Personalmente, me parece más productivo analizar qué matices plantea la película respecto a la versión Ultimate, para tratar de desentrañar qué pretendía Trank.
¡¡ALERTA DE SPOILERS!!
Reed Richards será el principal protagonista de ambas versiones, pero saltándonos su superdotado nacimiento para mantenerle con los pies en la tierra, con lo que su encuentro con Ben Grimm pasa a presentarse en consecuencia como el vínculo central de la película. Luego sólo lo será intermitentemente, pero lo cierto es que su amistad infantil funciona, y desde una dirección refrescantemente distinta a la que esperaba: una fábula iniciática con ecos directos a Exploradores, de Joe Dante, y con un manejo de los niños inacostumbrado en el género. Los personajes no pueden ser sin embargo tan viejos como su referencia, ¡ni siquiera lo es Trank!, que aún así conecta su propia adolescencia como lector del Universo Ultimate con la de los espectadores de la generación Amblin, precisamente la última que leímos Los Cuatro Fantásticos a la edad de los niños protagonistas, como bien sabe Starlord. Sólo puedo criticar por excesivamente turbio el giro del lema “¡Es la hora de las tortas!”, en boca no ya de Ben sino de su maltratador hermano mayor. La víctima ya no es Reed, porque Ben tampoco es el atleta que le protegerá de los abusones; pero se le añade un innecesario segundo trauma a Ben, al tiempo que reduce la incomprensión del padrastro de Reed a una línea de diálogo, que más valdría haber aprovechado para apuntar hacia Nathaniel Richards; y sobre todo le priva de su propio trauma infantil, en principio igual de gratuito pero que en manos de Bendis terminó revelándose años después como la mejor idea del Cuarteto definitivo, o que le pregunten a Jonathan Hickman.
La ciencia ficción pasa a primer término con la llegada a la Fundación Baxter. La ampliación del antaño edificio de oficinas y residencia de Los Cuatro Fantásticos en una institución gubernamental de ciencia avanzada para niño superdotados, fue una de las grandes aportaciones del Universo Ultimate, máxime cuando el mismísimo Orson Scott Clarke la convirtió en Ultimate Iron Man en la marvelización de su Escuela de Batalla de El Juego de Ender, y como tal, Jonathan Hickman la tradujo al tradicional, desmilitarizándola, como la Fundación Futuro. En su búsqueda del origen antes del origen, la película relega La Ciudad del Mañana para Central City, prácticamente el único guiño al cómic y demasiado tardío, pero coherente con los objetivos perseguidos. El verdadero problema es no saber con qué completar el nuevo espacio, renunciando expresamente a lo “fantástico” para apostar por el mayor realismo posible –La Ciudad del Hoy– y sacrificando el ancla emocional que debería definir a cualquier personaje Marvel y especialmente Los Cuatro Fantásticos, en plena introducción de los de personajes, en favor de la trama científica. Algo va muy mal cuando el único que recuerda que se trata de forjar una familia es Víctor Von Muerte, como si no hubiera dejado claro en dos películas que el triángulo amoroso era una mala idea. Nada que objetar al trabajo de Toby Kebell, pese a quedar obviamente amputado para evitar la tormenta “Domashev”, que amenazaba con dejar pequeña la de Johnny. Otra vez el peso del icono, aunque en el fondo su relectura no se alejara tanto del “Víctor Van Damme” que pretendiera dar Warren Ellis a la versión Ultimate, y rectificara inmediatamente Millar por la misma razón. La juventud de los personajes sirve al menos para buscar una mejor excusa que embarcar a tu familia en una misión militar clandestina: una gamberrada. Y se agradece el único momento distendido de toda la cinta, pero rechina la exclusión de Susan de la borrachera, que pasa a ser una víctima colateral de su propio origen, que bien podría haber sido el conserje. Con todas sus ínfulas de modernidad, Sue termina siendo la encargada de realizar los trajes, tal cual en los años sesenta.
El principal cambio respecto al origen Ultimate es el viaje en sí, que Millar y Bendis omitían para saltar directamente a sus consecuencias, mientras que la película trata de recuperar su esencia exploradora (salvo la de Sue). Pero el intento de aprovechar lo mejor de ambos orígenes ha derivado en la suma de sus defectos. Empezando por el absurdo acumulado de rebautizar la ya sonrojante “Zona-N” como “Planeta 0”, sólo para justificar otro sermón moralizante del Dr. Storm, cuando precisamente sus estudios en Anti-Materia y Energía Oscura eran el mejor contexto posible para la tradicional “Zona Negativa”. Las mismas teorías ampararon de hecho el portal del Teseracto en Los Vengadores, que SHIELD custodiaba en sus instalaciones conjuntas con la NASA de Energía Oscura, el proyecto PEGASO, teniendo los Chitauris mucho de adaptación encubierta de la Oleada Aniquiladora de Anhilus y por ende de la propia Zona. La propia Interestellar le devolvería después el guiño (el Teseracto es una figura hiperespacial que se define geométricamente como un cubo desfasado en el tiempo). Trank pretende sustituir la fantasía de Jack Kirby por la trascendencia de Christopher Nolan, pero se queda muy lejos ambos, un croma de un páramo estándar. Qué menos que encontrar los juguetes que envió Reed de niño o las sondas del Baxter, no digamos ya sustituir al Galactus del borrador filtrado de Jeremy Slatter (ya causó sus poderes en Heroes Reborn) por una charca de moco inteligente a la altura del meteorito de Chronicle. No son sólo los recortes de producción, sino que Johnny se muestra de repente como el prudente del grupo en lugar de Ben y Víctor hace caso omiso de una bandera norteamericana, que para colmo, según el Diseñador de vestuario George L. Little será lo que luego le sirva de capa. Y si ya era una mala idea que los cálculos manipulados de Víctor provocaran el accidente de la versión Ultimate (ya puestos, su innecesaria presencia), aquí será su temeridad la que finalmente desate el desastre, lo que supone descargar de responsabilidad a Reed sobre la transformación de Ben, de la que sólo dependerá el segundo acto de la película. Aunque de vuelta a la tierra, lo que más pena me da del guión de Slatter, es imaginarme a Tim Blake-Nelson soñando desquitarse de su frustrado Líder de El Increíble Hulk a golpe de Topoide.
Con todos sus defectos, lo que no se puede negar a Cuatro Fantásticos como adaptación, es que su corazón coincide con el de la obra adaptada: la viñeta más impactante de todo Ultimate Fantastic Four, el momento en que pareció tener algo que aportar al canon, y el punto culminante de la película, es la mutación totalmente descontrolada de Reed tras el accidente. Trank la expande al conjunto del cuarteto en lugar de dispersarlos por el planeta, traduciendo su despertar en una aterradora secuencia de horror corporal, con el sello consciente de David Cromemberg, de las que se quedan en la retina, y en las tripas. El cómic asumiría rápidamente que la esencia de Los Cuatro Fantásticos radica en su clasicismo, y el final de la película apunta en la misma dirección, pero de Trank se esperaba este tipo de impacto.
Entonces llega el salto temporal, porque ¿quién quiere ver en una película de orígenes, cómo descubren y aprenden a controlar sus poderes? quizá no tantos, considerando cuántas primeras entregas superheroicas y la mayoría de cómics clásicos, saltan directamente a la fase de plenitud. Pero aquí se trata de explorar su crecimiento, por lo que se añade una desconocida fase intermedia como agentes militarizados. O quizá no tan desconocida, porque también los militarizó Warren Ellis tras su arco de origen, aunque brevemente y en el propio Baxter, hasta que salieron a la luz pública y asumieron su estatus superheroico. Ben, incluso se enroló definitivamente tras la disolución del cuarteto, y no dejan de ser hijos de La Guerra Fría… pero aún así vuelve a estrellarse contra el gran muro del icono. No obstante, tampoco habíamos vislumbrado antes el gran hallazgo que resultó el Xavier desengañado de X-Men: Días del Futuro Pasado. Pero aquél derivaba del drama abierto en Primera Generación, mientras que éstos pagan muy cara la falta de caracterización e interrelaciones del primer acto. Y a diferencia de la génesis mutante, el nuevo escenario del Area 57 no acierta a importar tampoco ningún apoyo comiquero como fue la historia troncal de Los Centinelas –no basta colar aleatoriamente el nombre de pila del Hombre Topo-. Ni es capaz de añadir ninguna capa relevante para su futuro desarrollo, aleándose en suma mas y más de los personajes que conocemos cuanto más trata de profundizar en ellos. Ni siquiera nos dejan la opción de olvidarnos del cómic y buscarle un valor propio, porque la trama se atranca en lo que debería ser su nudo. Tampoco ayudan los evidentes recortes en decorados, ni la escabechina de post-producción, quedándose en uno los tres años que las notas de producción refieren tras el accidente; entre eso y la vuelta al rodaje, el racord del pelo de Sue es una subtrama aparte.
Por mucho que la sala de montaje pueda haber agravado (o mitigado) la debacle, el primer problema es de fondo: la tan cacareada nueva visión que iba a traer Trank a los superhéroes consiste más bien en su negación. Y por eso mismo no entorpece tanto el planteamiento, que con sus aciertos y errores podía mantenerse sobre el alambre, como sus consecuencias. No son poderes, sino “anormalidades agresivas” que no llegan a controlar. Por lo que tampoco llevan trajes de superhéroe sino de contención, atención a los muebles metálicos calcinados del cuarto de Johnny. Y en el caso de Ben ni eso, quedando permanentemente atrapado dentro de La Cosa (¿y renunciando en su desnudez a su humanidad? no se explica). De ahí que el artista conceptual Keith Christensen (El hombre de acero, X-Men: Apocalipsis), no deje una nota de color, no digamos logotipos, en sus uniformes, a falta de determinar la intervención en los diseños nada menos que de Brian Hitch. En realidad, el “4” tardó más en llegar en el cómic de lo que creemos, hasta el tercer número de la serie original el ¡21! de la Ultimate, pero el tono en general es deliberadamente gris cuando debería ser brillante, y la mirada a los personajes fría y lejana. El superheroismo no es una opción, solo servir como súper-soldados o buscar la cura en el Planeta-0, a costa de entregar su terrible poder al ejército. Pero una cosa es corromper tus propias creaciones en Chronicle, y otra muy distinta forzar a personajes preestablecidos a encajar en tu propio molde. Y no hay peor elección que Los Cuatro Fantásticos para colgarles un contador de muertos. ¡Cuánto pesan los iconos!
Finalmente hacen su elección, Reed y Sue al menos, porque todavía no funcionan como un equipo. Y por un momento parece abrirse una posibilidad de remontar, superado el bache del segundo acto. Incluso de que al final, sí que sea una peli de superhéroes. Sin los mismos, hacía falta al menos un villano que no fuera un burócrata, y aunque previsible, a pesar del despropósito de diseño y el cúmulo de contrasentidos que forman al personaje, la reentrada de Víctor es con todo efectiva. Cuesta llamarle Muerte, y desde luego nunca se ha sacado el doctorado, pero me creo su dolor y su locura en ese aterrador pasillo… a ninguna parte. Una esquina es todo lo que separa el terror más visceral de Katsuhiro Ōtomo del Doctor Storm soltando sermones. Y aún hay que superar una batalla final protocolaria, infantiloide, incomprensible, inconsistente y todavía con moraleja, que sea o no un parche se percibe como si lo fuera, y que quienes atribuyen a Matthew Vaughn seguro que no han visto Kingsman.
El hundimiento es agradecidamente rápido. Pretender comparar su cierre con el de Vengadores: La Era de Ultrón, por mucho que coincidan su escenario, sentido, plano grupal y hasta el gag final, sería un halago inmerecido. Si al menos nos mostrara la promesa de un uniforme, se acercaría a su verdadero nivel, concluyendo de la misma manera el capítulo piloto de Generación-X.
FIN DE LOS SPOILERS
A la cuarta no fue la vencida. Si fuera una abierta tomadura de pelo, Cuatro Fantásticos sería menos frustrante. Puede que Trank se olvidara de que formaran una familia, ni mucho menos fantástica, pero subyacen bajo el desastre algunos destellos ahogados de talento, piezas sueltas de un puzle incompleto. La cuestión no es qué o cuánto se ha recortado, sino fueron tantos cambios los que quebraron la estructura narrativa del relato, o nunca la hubo. Un planteamiento sin nudo ni desenlace, el equivalente cinematográfico a un mundo consumido por Galactus. Porque sin un arco dramático, carecen de importancia los aciertos o desaciertos estéticos, argumentales o de adaptación. La esforzada partitura de Marco Beltrami (Lobezno: Inmortal) y Philip Glass (Las Horas) resuena en el vacío absoluto. Crees que acabas de verla, pero no hay película.
Iñigo de Prada.