Pese a representar el despertar cinematográfico de Marvel y haber marcado desde entonces el tono del género superheroico, en el fondo “X-Men” sabe a poco. Más allá de un acercamiento adulto y respetuoso a sus personajes, quedaba apenas como una carta de presentación de la franquicia mutante, en la que se echaban en falta una historia de entidad, mayores dosis de acción y un desenlace más espectacular; no era un problema de calidad, sino de cantidad.
La secuela no podía volver a quedarse corta. Tanto es así que, en su versión original, prometía multiplicar su escala ya desde el mismo título: “X2”. El doble. Y no es para menos. Hay más acción, más efectos visuales, más romance, más variedad de escenarios, más personajes, y mayor complejidad argumental. No en vano, el proyecto llegó a ser inicialmente bautizado como “X2”. Definitivamente, más. Pero, ¿también mejor?
Para subir ese peldaño de producción FOX invirtió 35 millones de dólares más que en la primera parte, hasta llegar a un presupuesto de 110 millones, por entonces el segundo mayor de la historia del género tras “Spiderman”. Al mismo tiempo, se garantizaba la continuidad creativa de la saga al mantener no sólo al reparto original, sino también al equipo de producción (Lauren Shuler Donner y Ralph Winter, además de los productores ejecutivos Avi Arad, Stan Lee y Tom DeSanto) y a la mayor parte del cuadro técnico, comenzando lógicamente por su director Bryan Singer.
La trama de la primera película era una historia original, aunque arquetípica del espíritu de las historias clásicas de Stan Lee y Jack Kirby en la colección. En esta ocasión, Singer prefirió en cambio partir directamente de la novela gráfica de 1984 “Dios ama, el hombre mata”, con lo que de alguna manera la franquicia avanzaba veinte años hasta la Nueva Patrulla-X de Chris Claremont. A primera vista puede parecer una elección extraña, y aún desafortunada si se pretendía aumentar los niveles de acción y espectáculo, pues no se trata de una saga trascendente (de hecho está fuera de continuidad) ni espectacular (ni siquiera existe un supervillano), pero tras haber explorado las distintas reacciones entre los mutantes ante la discriminación, ahora Singer quería acercarse a la perspectiva de los humanos, y según sus propias palabras nada menos que “al origen de la rabia ciega que causa el racismo”. Un elemento en verdad muy presente en toda su filmografía, pero que denota el grado de ambición de la cinta, cuya aproximación acaba siendo en realidad superficial y hasta maniquea, aunque sea de agradecer la mera intención en un género más acostumbrado a excitar la testosterona que el raciocinio. Como es habitual en este tipo de superproducciones, el guión pasó por múltiples manos, contabilizándose hasta 27 borradores distintos a lo largo de 2001 y 2002. A grandes rasgos, la escritura del argumento y del guión cinematográfico propiamente dicho se separó en dos fases, a cargo respectivamente de una pareja distinta de autores. Concretamente, la historia la firmaron David Hayter (escritor también del guión definitivo de “X-Men”, así como de “Watchmen”) y Zak Penn (que firmaría por su parte la tercera entrega mutante, además de “Elektra”, “El increíble Hulk” y la futura “Los Vengadores”), mientras que se acreditó como guionistas a Michael Dougherty y Dan Harris (quienes volverían a trabajar con Singer en sus siguiente proyecto, “Superman Returns”). Incluso, el rodaje llegó a retrasarse para una última revisión de guión que concediera más tiempo de pantalla a Halle Berry tras obtener el Óscar a mejor actriz por “Monster’s Ball”, quien recibió de hecho mayor relieve en la promoción de la película que en el propio filme.Otros personajes y escenas fueron desapareciendo en las sucesivas revisiones. En primer lugar, la Hermandad de Mutantes de la primera película hubiera reaparecido al completo, y llegó a prepararse una pelea entre Sapo y Rondador Nocturno, aunque finalmente su presencia se redujo a Mística y el propio Magneto. Además de Rondador, también iban a haber sido presentados Bestia (reducido a un cameo en televisión como Hank McCoy, debatiendo presuntamente con Sebastain Shaw), Ángel (a quien hacen referencia las radiografías de alas del laboratorio de Striker) y Gambito; los dos primeros serían recuperados para la tercera entrega aún en contradicción con estas apariciones, mientras que el cajún tendría que esperar turno hasta la película de Lobezno. Por último, un recorte de presupuesto se llevó por delante en pleno proceso de construcción a la Sala de Peligro y los Centinelas, también aprovechados para la siguiente entrega. Todas estas altas y bajas alimentaron incontables rumores durante la producción de la película.
Sin embargo, nadie pudo quedar insatisfecho de la expansión del universo fílmico de los X-Men. Más allá de cuántas nuevas incorporaciones se sumaran, el verdadero acierto fue ampliar con ellas la línea temporal del universo de la franquicia, hasta consolidar tres generaciones distintas de mutantes, así como la red de interrelaciones entre ellos y de éstos con los humanos. Y todo ello gracias a colocar a un nuevo personaje en el epicentro de todas las líneas ya adelantadas en la primera película (la tensión política en torno a la creciente aparición de mutantes, el origen de Lobezno), y conseguir hacerlo encajar de tal modo que pareciera que ya estaba ahí desde el principio: William Striker era la pieza que le faltaba al puzzle. Otra cuestión es si Bryan Cox era el actor adecuado para interpretarlo, pero ¿quién hubiera tenido el carisma necesario para hacer frente a tantos iconos juntos, interpretando a un ser humano normal? Tal vez quede flojo como archivillano, pero su principal mérito es precisamente su normalidad. Su arma es la burocracia, y al menos evita caer en la tópica megalomanía del malo de cómic. Desde luego, resulta victorioso en comparación con Danny Huston, quien interpretara al mismo personaje en el spin-off de Lobezno.
El personaje original de “Dios Ama, el hombre mata” era un reverendo de una iglesia cristiana antimutante, del que ya se mencionaba un pasado militar, pero el Striker cinematográfico obvia completamente la faceta religiosa para convertirse en un veterano general (sin ninguna relación con el General Striker de los cómics de Hulk). Cercano a un Presidente de Estados Unidos de clara inspiración Bushiana, Striker abandera la misma causa antimutante del original, pero además aquí custodia la prisión de máxima seguridad en la que está detenido Magneto y lidera el antiguo proyecto de experimentación militar con mutantes que implantara el adamantium de Lobezno, “Arma-X”. En ambas versiones tuvo un hijo mutante, pero mientras que en el cómic fue el propio reverendo quien había acabado con su vida y con la de la madre en su mismo alumbramiento, en la película se lo confió al cuidado del Profesor X, quien no pudo ayudarle a controlar su capacidad de alterar la percepción de quienes le rodean. Xavier no pudo sino devolvérselo a sus padres, a quienes manipuló hasta provocar el suicidio de su madre, y en último término el extremismo de la cruzada emprendida por su padre. Los poderes del hijo de Striker vienen a adaptar así los de Mente Maestra, con quien comparte además su nombre, Jason. A este respecto, cabe destacar como curiosidad que se trata de una doble adaptación: el personaje fue creado por Stan Lee y Jack Kirby para la Hermandad de Mutantes Diabólicos original, pero su verdadero nombre, Jason Wyngarde, no fue revelado hasta que Chris Claremont y John Byrne lo recuperaron años después como líder del Club de Fuego Infernal, aprovechando su capacidad de manipulación para darle una nueva e inducida apariencia aristocrática. Pero ellos mismos se basaron en un club de villanos homónimo de la antigua serie televisiva británica de “Los Vengadores” (sin ninguna relación con la cabecera de Marvel), de la que tomaron prestada la imagen del actor Peter Wyngarde, más conocido por el personaje de Jason King, del que deriva en última instancia el nombre del Jason Striker de “X-Men 2”. No obstante, la versión cinematográfica difiere completamente de aquella salvo en el nombre y poderes. Según la película, Striker experimentó con su propio hijo, al que convirtió en el “mutante 143”, el mismo chico que aparece congelado fugazmente en “X-Men Orígenes: Lobezno”. Lobotomizado y reducido a una mera marioneta sin personalidad en silla de ruedas, el general logró extraer del cerebro mutante de Jason un suero con el que puede controlar cualquier mente excepto la del poderoso telépata Xavier.Así se nos presenta a Rondador Nocturno en la apertura de la cinta, reducido a mera arma esclava en manos del fanático general. Es una de las secuencias de acción más impactantes que ha dado el género superheroico. Un mutante desconocido se infiltra en la Casa Blanca, y desde el primer ¡Bamf! sabemos que esto ya no es “X-Men”, que se acabaron las presentaciones y que toca pisar el acelerador. Singer orquesta un crescendo de acrobacias y teleportaciones hasta el mismo Despacho Oval, apoyándose en los épicos coros del “Dies Irae” del Réquiem de Mozart. Mete al espectador directamente en medio de la acción sin ninguna información previa, iniciando un rompecabezas que tendrá que recomponer al mismo tiempo que se precipitan los acontecimientos.
El mérito es mayor si tenemos en cuenta que Rondador Nocturno era probablemente uno de los hombres-X más difícilmente trasladable a la pantalla, tanto por su aspecto como por sus poderes. Aunque sus primeras imágenes promocionales fueran recibidas con cierto escepticismo, una vez visto en movimiento el aplauso fue unánime. El shakesperiano Alan Cumming encarna un atormentado Kurt Wagner, prescindiendo de su característica sorna para centrarse en el freak marginado, sin duda la faceta que determinó su elección por parte de Singer. Si bien el credo católico del personaje estuvo siempre presente en el papel como contraste a su aspecto demoníaco, sorprende el relieve que se le da en la película, hasta llegar a autoinflingirse unas escarificaciones presuntamente angelicales inexistentes en el original. Tal vez se pretenda compensar así la militarización de Striker, y en todo caso se ajusta perfectamente al mensaje del director. Los cómics se han hecho eco de vuelta de esta nueva espiritualidad, influenciados a la inversa por su propia adaptación, y el personaje ha sido incluso ordenado sacerdote (aunque resultara ser sólo un montaje de la Iglesia de la Humanidad). Por otra parte, la cinta prefiere obviar su ascendencia, algo comprensible en el caso de su padre, el demonio Azazel, dado el tono verista de toda la franquicia, pero es cuanto menos curioso respecto de su madre, Mística, que no sólo está presente sino que mantiene además su parecido físico. En todo caso, el origen que se narra en la película es el mismo que conocía el propio personaje cuando fue presentado a los lectores. El único cambio es que que Xavier lo reclutó para su Patrulla-X huyendo no de Arma-X sino de una turba antimutante, pero también es cierto que esta variación acababa de ser adelantada por la versión ultimatizada de Mark Millar. El segundo agente esclavo de Striker es su asistente personal y guardaespaldas Yuriko Oyama, más conocida en los cómics como Dama Mortal. Es mostrada como una mutante dotada de un factor curativo similar al de Logan que le ha permitido asimilar el adamantium, una lobezno femenina que predeciblemente acaba sirviéndole a éste de saco de boxeo. Sin embargo, el personaje original es en realidad una humana normal que se transformó en una cíborg dotada de uñas extensibles de adamantium (en la tienda corporal de Espiral en el Mojoverso, que usó magia para que sobreviviera al proceso) para vengar el honor de su padre, el verdadero creador del proceso de implantación malversado por Arma-X, y que sólo posteriormente incorporó un limitado factor curativo cibernético –consecuentemente, la película prescinde de su apariencia tecnológica, igualmente mitigada después también en los cómics, salvo las letales uñas retractiles. Con todo, y aunque hubiera sido un personaje fácilmente prescindible salvo para el lucimiento de Lobezno, la elegante presencia de Kelly Hu es atractivamente intrigante, y su duelo con Lobezno satisfactorio dentro de su redundancia. Lo único criticable es que se la liquide como a un villano cuando en realidad se desconoce su verdadera afiliación al estar bajo la influencia del suero de Striker, sin llegar siquiera a aprovechar suficientemente su condición no ya de reverso tenebroso de Lobezno, sino de anverso de su propio pasado. No sorprende que varios borradores de la historia emplearan en su lugar al Dientes de Sable de la primera película, análogamente a su presentación en Ultimate X-Men. De hecho, Hayter pretendía inicialmente utilizar en su lugar a Anne Reynolds, la asistente/asesina original de Striker de “Dios ama, el hombre mata”.Por supuesto, se sigue ampliando la nómina de alumnos del Instituto Xavier, introduciendo a una nueva generación de mutantes. Estos cameos, planteados para que el público lector pueda regodearse codeando a sus acompañantes en la sala de cine y queme después el botón del pause en su casa, constituyen la auténtica bandera de la franquicia. En esta ocasión podemos reconocer el grito de Theresa Rourke Cassidy, Siryn, la hija de Banshee (Sauna Kain) y la lengua bífida de Artie (Bryce Hodgson), y sobre todo a Coloso (Daniel Cudmore), quien claramente reclama su titularidad como hombre-X para la próxima entrega. Repiten asimismo Júbilo y Kitty Pryde, aunque cambiando de intérpretes (Kea Wong en vez de Katrina Florece y Katie Stuart en vez de Sumela Kay respectivamente). Todos ellos volverán para el cierre de la trilogía, aunque la última cambiando nuevamente su rostro por el de Ellen Page. Incluso llegan a presentarse nuevos mutantes de cosecha propia, nunca antes mostrados en el cómic, como Jones (Connor Widdows), el niño que cambia los canales de la televisión pestañeando. El epítome de estas pequeñas apariciones es el vistazo de Mística a los archivos informáticos de Striker, un simple listado de nombres, que consigue más de lo que cabría esperar de toda la saga: que el espectador perciba que el nacimiento de la especie mutante, además de contextualizar la historia de unos personajes, es en sí mismo el protagonista de toda la franquicia, y que no hay límite para su potencial expansión.
Algunos estudiantes consiguen más peso, superando el mero cameo. Pyros (Aaron Stanford) encarna al alumno rebelde que acabará cambiándose al bando de Magneto, una opción que se echaba de menos desde la primera película, quizá porque hasta que los mutantes no fueran efectivamente amenazados por los humanos tampoco la hermandad parecía una alternativa creíble. El personaje ya aparecía fugazmente en la anterior entrega, aunque interpretado por Alexander Burton. Entonces ya se adelantaba el triángulo que forma con Pícara y el Hombre de Hielo, pero podría asumirse que en la continuidad fílmica son dos personajes con poderes similares (aunque el primer actor se pareciera físicamente mucho más al personaje de los cómics). Sus poderes anticipan una gran confrontación con Bobby Drake (nuevamente Shawn Ashmore) como metáfora de sus respectivas personalidades opuestas, aunque la conclusión se reserva para el siguiente capítulo. El Hombre de Hielo protagoniza además una de las mejores escenas de la película, su salida del armario como mutante frente a sus padres, en la que el mensaje de Singer es especialmente efectivo por apoyarse en el humor, sin renunciar a un escalofriante retrato familiar. Anna Paquin consigue una gran química con ambos amigos y futuros antagonistas, reincidiendo en la alineación de su mutación a través de la incapacidad para establecer contacto físico con su novio, si bien su personaje pasa a un cierto segundo plano con respecto a la primera película, en parte para dejar espacio a la relación de Logan y Jean. No obstante, será Picara quien consiga un arco mejor definido si se contempla la trilogía en su conjunto.
Paradójicamente, el personaje de Pyros acababa de realizar en los cómics el camino contrario. Originariamente miembro de la Hermandad de Mutantes Diabólicos, acabó redimiéndose pocos meses después del estreno de “X-Men”, al morir (victima del Virus del Legado) en brazos del Senador Kelly tras haberle salvado la vida. Éste también se acercó entonces de cierta manera a su versión cinematográfica. Recordemos que en la primera película murió a causa de la máquina de Magneto, y fue suplantado por Mística, tal y como la/le encontramos al inicio de la segunda parte (¿se supone que ha mantenido el engaño también en su esfera privada durante todo este tiempo?), y la mutante ha aprovechado esta posición para rectificar la anterior política del senador. Similarmente, el Kelly de los cómics abandonó sus postulados segregacionistas tras el sacrificio heroico de Pyros, para acabar siendo asimismo asesinado por uno de sus antiguos simpatizantes.Todo el reparto original de Hombres-X prosigue en esta película la evolución que emprendiera en la primera cinta. La comparación con la anterior secuela de Marvel, “Blade II”, es reveladora en este sentido: mientras que la trama de aquella era básicamente autosuficiente respecto a su predecesora y su continuación, constituyendo cada una capítulos independientes sin más hilo común que su protagonista, “X-Men 2” funciona como un engranaje inserto en una saga mayor, un puente a la tercera película para todos sus personajes. Lobezno ya no es el desorientado solitario del comienzo de la trilogía, sino que ha aceptado su pertenencia a la Patrulla, aunque aún no ha asumido el liderazgo que ejercerá en la tercera parte; Jean está cada vez más atormentada por sus fantasmas interiores en la misma medida en que va desplegando mayores poderes, y al mismo tiempo reúne las fuerzas para enfrentar de cara su triángulo amoroso; Tormenta se va mostrando progresivamente más proactiva, y se abre por fin algo con Rondador, aunque se sigue echando en falta más información sobre ella; y Cíclope acentúa su rivalidad con Logan…
Aunque lo de Cíclope merece un párrafo aparte. No parece de recibo limitarle a empujar la silla de Xavier, ni que Dama Mortal le derrote sin sacar siquiera las garras. Por esto acabó siendo prácticamente innecesario para la tercera película. Ya carecía del debido protagonismo en la primera, pero entonces cabía la excusa de que la trama se centraba funcionalmente en Lobezno y Pícara. En cambio, vincular ahora a Striker con Arma-X puede servir para enlazarla con la cinta anterior, pero ya no es estrictamente necesario para activar su complot; y el espacio que se vuelve a conceder a Logan al hacerle además niñero del trío de adolescentes-X es reiterativo respecto a su tutela de Pícara en la cinta original, obedeciendo al mismo mandato de marketing que hace su presencia simultánea en la mitad de las colecciones de Marvel. Más aún, Cíclope podría haber liderado perfectamente el ataque a la Base Alkaly, mientras que Lobezno hubiera sido un temible agente esclavo de Striker en caso de haber sido él el secuestrado, lo que hubiera conectado mucho más directamente con su pasado. ¿Qué hubiera sido más apetecible: la reedición de su duelo con Dientes de Sable en versión femenina, o una lucha desesperada contra Jean? Incluso, según protestó el propio David Hayter, el guión recogía escenas sobre el lavado de cerebro de Scott que se cayeron de la mesa de montaje por decisión de la productora. Algo de cierto debió de haber en ello cuando el director se los llevó a ambos a “Superman Returns”.No fueron los únicos en hacer el viaje de la primera “X-Men” a Kripton, porque Singer suele contar con un núcleo muy estable de colaboradores. Sus dos cintas mutantes comparten el grueso de su equipo técnico, lo que permitió amortizar la mayor parte del esfuerzo de producción de la primera película para la segunda, y exprimir al máximo el aumento de presupuesto. Y eso se nota en pantalla. Los efectos especiales de Michael Fink consiguen por ejemplo una factura muy superior, además de medir la dosis justa de espectáculo para servir de contrapunto visual a la trama sin llegar a difuminarla. O Louise Mingenbach, que vuelve a ocuparse del vestuario, va añadiendo a los ya conocidos uniformes de cuero sutiles toques individuales basados en los trajes originales de cada personaje. También se mantienen los icónicos escenarios desarrollados por John Myre, algunos ya asumidos por el propio cómic como Cerebro, el X-Jet o los sótanos de la mansión. Sin embargo, el diseñador no volvió a trabajar directamente en la secuela, sino que Singer le encargó al ilustrador Guy Hendrix Dyas, debutante en el diseño de producción, que expandiera y diera más diversidad a sus diseños, aunque manteniendo siempre la coherencia con la cinta anterior. Basta comparar los interiores del Pájaro Negro en ambas entregas, o considerar que la base de Alkaly es el mayor escenario jamás construido en Canadá, para comprender porqué Dyas sigue triunfando en superproducciones como “Origen” o la española “Agora”.
Además, Singer pudo recuperar a dos piezas fundamentales de su filmografía que le faltaban a la primera parte: la fotografía de Newton Thomas Sigel y la música de John Ottman. El primero es capaz de recuperar la violenta paleta de Barry Windsor Smith para los flashbacks de “Arma-X” (nada que ver con la aséptica reconstrucción de su propia película) y de contrastar los blancos mantos nevados canadienses con los lúgubres subterráneos de Striker, mientras que el segundo cuenta con la ventaja de poder subrayar íntimamente el ritmo de cada secuencia al encargarse él mismo también del montaje de la película. Su banda sonora es especialmente eficaz en las escenas de acción, aunque quizá excesivamente funcional en los tramos más relajados, y demora en exceso la eclosión del vibrante tema central.El gran mérito de “X-Men 2” es en definitiva no renunciar ni a la historia ni al espectáculo. La trama se articula a través de una sucesión de set pieces de acción, perfectamente diseñadas para sacar el máximo rendimiento a los poderes de cada mutante. La espectacular incursión de Rondador en la Casa Blanca no se trata sólo de un mero lucimiento visual, sino que resulta haber sido orquestada por Striker para instalar la paranoia antimutante en la misma presidencia, y conseguir la autorización para atacar la Escuela con la excusa de buscar información sobre el misterioso mutante, con la secreta intención de acceder a Cerebro; esta invasión, perfectamente planificada y mejor narrada, comienza creando una atmósfera de inquietud, atreviéndose a introducir a los soldados en la mansión antes de mostrar ninguno de los helicópteros acercándose, y desemboca en el mayor despliegue de furia asesina que Lobezno ha llegado a exhibir en toda la franquicia, que debe ser revisionado por aquellos que acusan a Singer de ser excesivamente frío en las escenas de acción. El propio director se reconoce consciente del modelo argumental de “El Imperio Contraataca”: en ambos casos, los personajes se desbandan por un ataque externo, separándose su huida en varias tramas paralelas que permiten diseccionarlos por separado. Y no es casual, sino que un esquema idóneo para profundizar en unos personajes que ya no necesitan volver a ser presentados. Cada subtrama vuelve a avanzar mediante su propia escena de acción, la captura de Rondador por parte de Jean y Tormenta, la espectacular fuga de Magneto orquestada brillantemente por Mística, la ira de Pyros contra la policía cuando abaten a Lobezno, y el combate aéreo que reúne finalmente lo que queda de la Patrulla y la Hermandad, o el turbador intento de Mística de seducir a Lobezno; todas estas secuencias definen a sus personajes a la perfección, sin olvidar nunca que la premisa básica es el entretenimiento.
Sin embargo, una vez los personajes se reúnen de cara a la confrontación final, la película acaba desinflándose por exceso. Striker manipula la percepción de Xavier gracias a su “mutante 143”, sumergiéndolo en una fantasía para que borre a todos los mutantes de la faz de la tierra utilizando a Cerebro, mientras Magneto y la Patrulla asaltan la base de Striker en un desesperado intento de rescate contrarreloj con el destino del homo superior en la balanza. Pero lo que tendría que ser una vibrante cuenta atrás se mecaniza hasta volverse previsible, porque Singer no es capaz de sostener su propio crescendo y cae en la reiteración de una sucesión de clímax inefectivos. Sigue ofreciendo un producto correcto y de una gran altura técnica, pero pierde parte de la brillantez lograda en los dos primeros tercios de metraje. Se pasa de largo al intentar subsanar la insuficiencia del desenlace de “X-Men” y no tardan en aflorar algunas grietas argumentales: los personajes se emparejan teatralmente para sus respectivos duelos (Jean contra Scott, Logan contra Yuriko), dejando flagrantemente libre a Magneto para su previsible jugada final. No se consigue hacer creíble la unidad de los bandos mutantes contra la amenaza común de Striker, que se supone el centro de la película, y perdida esa baza ya sólo queda entretener al espectador a base de pirotecnia.La escena sufrió además recortes en la mesa de montaje: queda claro que el incidente de Cerebro tuvo un alcance global, pero sólo se nos muestran sus repercusiones en la propia base Alkaly, aparte del Despacho Oval para preparar el epílogo con el Presidente. En realidad, se rodaron además otras escenas en las que podía verse la agonía de otros mutantes, como el Doctor McKoy (que supuestamente se transformaba en la Bestia a consecuencia de la misma) y Gambito (que cargaba de energía cinética su mazo de cartas durante una timba). Lamentablemente, nunca las veremos en una versión del director porque contradicen sus futuras apariciones, pero al menos debía haberse mostrado a los niños-X que habían huido con Coloso durante el ataque a la Mansión, injustificadamente ignorados hasta el final de la película.
Pese a lo relativamente fallido del clímax, Singer se guardaba aún un as en la manga. Una vez resuelta la trama principal y cuando todo parece apuntar al final feliz, consigue aprovechar un cabo suelto para remontar el final de la película: Fénix. Durante toda la cinta, ya incluso durante la primera película, Jean Gray venía viéndose inexorablemente arrastrada hacia su fatal destino. Singer incluso amaga con ir a desatarlo durante el enfrentamiento con Scott, pero cuando todos creíamos que se reservaría para la tercera parte, se precipita la tragedia. La presa sobre la base de Striker termina cediendo a consecuencia de la batalla, y Jean decide sacrificarse para salvar a sus compañeros. El gran acierto es mantener el suspenso sobre su renacer más allá de los títulos de crédito, despidiéndose con el bellísimo reflejo de un ave llameante bajo las aguas del Lago Alkaly.Aunque entonces nadie, seguramente ni siquiera Singer, imaginaba que aquello era una despedida. El director aplicó la lección de “El Imperio contrataca” incluso para dejar el final abierto, emplazándonos para el final de fiesta que concluyera su trilogía. Hasta llegó a anunciarse que entre medias iba a hacerse cargo de los guiones de Ultimate X-Men. Pero el hijo de Kripton y la todopoderosa Warner Bros se cruzaron en su camino, y en el nuestro. De nada vale cuestionarnos cómo habrían sido las cosas si no se hubiera ido, pero es justo agradecerle todo lo que fue capaz de construir donde, antes de él, no había nada.
Sigue viajando…
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