Revista Opinión
Rajoy y Aznar durante la clausura de curso en FAES
Yo no sé si este desdichado país es capaz de darse cuenta de lo que significa que, a partir de este momento, vamos a estar gobernados por un montón de cínicos, pero no en el sentido clásico del término sino por el moderno.El cínico griego era un individuo absolutamente venerable, había escogido su propia denominación de "kynos", que significa perro, en la lengua helena, y tenía a gala sufrir todas las inclemencias, las del tiempo y la personales, las infligidas por sus semejantes, con una actitud que superaba incluso a la de los estoicos.Cómo y por qué aquel admirable epíteto se ha convertido en este denigrante calificativo es cosa que no vamos a analizar aquí no sólo por lo que implicaría respecto a la extensión de este post sino también porque no lo consideramos producente, el caso es que, ahora, llamarle cínico a alguien es, sin duda, una de las peores maneras de insultarle.Aquí y ahora, llamarle cínico a alguien es decirle, poco más o menos, que no siente vergüenza alguna en decir una cosa, mantener una cosa y, al día siguiente, la contraria sólo porque ha cambiado su situación respecto al poder. O sea, dicho mucho más llanamente, llamarle cínico a alguien, ahora y aquí, es llamarle sinvergüenza.¿Y saben realmente estos españolitos de a pie que han permitido con su actitud electoral que nos gobiernen unos auténticos sinvergüenzas lo que esto va a significar realmente para todos nosotros los que tenemos la desgracia insuperable de vivir en España?Pues algo así como pasar de tener que robar escondiéndose lo suficiente para que los fiscales y los guardias no los persiguieran inmediatamente a saber que, ahora y aquí, los guardias, o sea, el ministro de Interior y los fiscales, esos señores que tienen a su cargo la persecución de oficio de los delincuentes, mirarán descaradamente hacia otro lado no ya sólo cuando asalten El Corte inglés para vestir mejor y gratis sino también cuando se lleven a casa no sólo los caudales sino también la propia caja en la que éstos se guardaban no en vano el ideario que se va a imponer ahora estará basado en la ideología de la Iglesia católica, que se guía por ese precepto maravilloso que dice, esto, para nosotros, sea lo que sea, porque todo es bueno para el convento.De modo y manera que ahora no sólo se asaltarán las cajas de las instituciones públicas y privadas sino que se aplaudirán hasta la extenuación a aquéllos que mejor sepan hacerlo y, sobre todo, se premiará con la mayor admiración a los que demuestren haber asimilado mejor la regla de oro de un cristianismo bien entendido, aquel que se ríe de aquello de al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios porque, para ellos, Dios y el César son la misma persona, o sea que lo público ha dejado de ser público para convertirse en privado, de modo que el ministro de Interior, por poner un ejemplo, que, por casualidad, será el dueño de la mayor empresa de seguridad privada, por eso de que tenga la mayor experiencia en el asunto, suprimirá varias decenas de miles de policías nacionales, proponiendo que sean sustituidos por miembros de su propia empresa porque el más riguroso de los liberalismos dice que el que quiera una buena seguridad que se la pague, lo que no puede ser más justo, ya que hace recaer el peso de su mantenimiento no sobre toda la ciudadanía en general sino en aquel particular que necesita específicamente la protección.Y el tipo que propone y practica todo esto estará sentado en un mesa de despacho no sólo estratosférica sino que, además, se hallará bajo la advocación expresa de un enorme crucifijo, porque ya lo dijo aquel: no olvidéis nunca que estáis siguiendo a uno que fue crucificado entre dos ladrones.Así que: cinismo, mucho cinismo, o, si el término les parece demasiado técnico, lo podemos sustituir por sin vergüenza, o sea, sin complejos, como decía el superideólogo superinteligente, aquel tipo que cuando le preguntaron en que se basaba el llamado milagro español, ése o aquél que nos ha llevado adonde ahora estamos, dijo aquello tan humilde de “el milagro soy yo”. Estoy hablando, por si alguien no lo sabe, del ínclito Aznar, ese tipo que se ha especializado en casar a sus hijos en los sitios más inimaginables, porque él es así de especial.Se impone el más descarado de los cinismos: Rajoy pide ahora la colaboración de la oposición para desbloquear todos los asuntos que él ha tenido bloqueados cuando estaba en la oposición y pospone, una vez más, decirnos cuáles son los recortes que va a hacer porque teme que, si nos lo dice, perderá las inminentes elecciones andaluzas.