Esta semana que culminó ha registrado episodios a nivel
nacional e internacional que parecen las rutinas de episodios de terror y de
opereta.
El cruce de acusaciones entre José Obdulio Gaviria primo del
poco célebre capo del cartel de Medellín, y en la actualidad ideólogo del centro
Democrático que patrocina el ex presidente Uribe y los hermanos Adres Pastrana
Arango ex presidente de la república y su hermano Juan Carlos columnista
político, entorno a la legitimidad que el primero de los citados conforme una
lista al senado de la república, suscita desconcierto y desazón puesto que no
se comprende como estos caballeros protagonicen semejante enfrentamiento cuestionándose
mutuamente pecados y ligerezas en contra de la ética y la moral cuando en
ninguno de ellos estas cualidades han
sido ejemplarmente manifiestas.
En un país en el que los antivalores hacen carrera resulta atrevido
que se hagan señalamientos morales sin mayor profundidad o fuerza probatoria, entre
personas de amplio espectro público.
Si bien es cierto que no es grato que llegue al senado un
personaje como el señor Gaviria, que no debe ser censurado por su parentesco no
elegible, si puede ser repudiado por sus penosas teorías, y ante ello resulta
poco agradable escuchar a un ex presidente de Colombia realizando reproches de
alto contenido ético, cuando él no es el paradigma de tales virtudes.
En segunda instancia me deja anonadado las condenas que se
siguen aplicando a los políticos y ex empresarios implicados en la defraudación
a Bogotá, como en el episodio de los contratos de las ambulancias para la red
hospitalaria de esa ciudad; mediáticamente se exige una ejemplar condena por
homicidio culposo en contra del conductor ebrio del Audi, que causó la muerte
a dos señoras y dejó parapléjico al
conductor del taxi que las conducía; pero se han preguntado autoridad o
periodista alguno, ¿cuantas muertes por insuficiencia del presupuesto de
hospitales que esquilma la corrupción ocurren?
¿Y son estos decesos homicidios culposos o dolosos?
Así que las penas impuestas a estos defraudadores del erario
son una parodia a la moral y son un respaldo escandaloso a la práctica de los
antivalores; y luego se expresan públicamente el presidente, los magistrados de
altas cortes, el procurador, los ministros y otras altas autoridades exigiendo
a la población comportamientos de honradez, tolerancia, recato y civilidad;
cabe preguntar es o no una increíble muestra de cinismo hacer estas exigencias
cuando en estas actividades no hay una
sola muestra de moral.
Hasta cuando la manipulación y la deformación de los
criterios religiosos básicos producirán episodios de intolerancia, discriminación,
desprecio y violencia.
Un concejal de la capital del país pastor místico adscrito a
un movimiento cristiano, vitupera inclementemente todo el tiempo en contra de minorías
sexuales, condenando y señalando sin pudor alguno al alcalde y funcionarios del
despacho por su apertura social con programas específicos hacia esas minorías sociales.
Los representantes del Opus Dei desde ya han comenzado su
cruzada en contra de la tímida apertura que realiza el papa Francisco; hace
unos días desde Lima el Cardenal Cipriani, unos de los portavoces de esta secta
católica extremista, criticó de manera severa la reunión pactada en Roma entre
un sacerdote peruano de 85 años promotor de la denominada teología de la
liberación con el papa, como si tales aperturas socavaran el dogma católico.
En Nairobi Kenia hemos asistido a un baño de sangre y terror
en el fin de semana, todo como consecuencia que un grupo de jóvenes musulmanes
sectarios se ensañaron contra civiles cristianos en un centro comercial de esa
ciudad, acrecentando la rivalidad y desconfianza entre dos religiones que no promueven
en la actualidad hechos de terror; la violencia extrema de algunas facciones
islamitas que incitan a la muerte de los infieles, son el producto de la incoherente
postura en la que hábiles imanes o predicadores convencen a jóvenes musulmanes a
radicalizar su amor y respeto a su credo, convirtiéndolos en asesinos
despiadados e inhumanos todo en nombre de la Fe. Será posible tanta incoherencia en estas
sectas cristianas y musulmanas que abjuran con estos hechos los principios básicos
de sus doctrinas que inculcan el amor al prójimo, la caridad y el respeto a sus
semejantes aunque sean diferentes.
La corrupción, el barbarismo religioso y la veneración a los
antivalores son sin duda el reflejo de la decadencia en la que nuestra sociedad
continua avanzando, convirtiendo los valores morales y los principios éticos en
meros conceptos condenados al olvido.
Hasta cuándo habrá que resaltar episodios como estos que son
una clara burla a la moral y la ética.
¿Podremos finalmente librarnos de tanto desafuero, prejuicio,
discriminación e intolerancia?
Quedan invitados a reflexionar!