Revista Cultura y Ocio

Cioran en las catedrales / El paseo de los tristes

Por Calvodemora
Cioran en las catedrales / El paseo de los tristes
Sin Bach, la teología carecería de objeto, la Creación seria ficticia, la nada perentoria. Si alguien debe todo a Bach es sin duda Dios.
Sin Bach, Dios quedaría disminuido. Sin Bach, Dios sería un tipo de tercer orden. Bach es la única cosa que te da la impresión de que el universo no es un fracaso. Todo en él es profundo, real, sin teatro. Después de Bach, Liszt resulta insoportable. Si existe un absoluto, es Bach. No se puede tener ese sentimiento con una obra literaria, hay textos, pero no son formidables. El sonido lo es todo. Bach da un sentido a la religión. Bach compromete la idea de la nada en el otro mundo. Cuando escuchamos su llamada, no todo es ilusión, pero Bach es el único que lo hace. Fue un hombre mediocre en su vida. Sin Bach, yo sería un nihilista absoluto
¡Ojalá Dios hubiese hecho este mundo tan perfecto como Bach lo hizo divino!
Cuando escuchamos a Bach, vemos germinar a Dios. Su obra es generadora de divinidad
Tras un oratorio, una cantata o una “Pasión”, Él tiene que existir. De lo contrario toda la obra del Cantor sería una ilusión desgarradora
   E.M.Cioran
1 De Cioran se extraen casi siempre enseñanzas trágicas. Un tipo curioso, Cioran. Un filonazi en sus inicios rumanos, un nihilista puro, un místico inverso, carente de religiosidad, pero (como Borges) lampando por tenerla, amante sin reservas de Bach, de Brahms y de Beethoven, al que consideraba menos puro. Cioran fue, en cierto modo, una excentricidad en el pensamiento filosófico. Podía haber sido uno de esos charlatanes de tertulia radiofónica, sólidamente pertrechado de argumentos, exquisito en el manejo de la sintaxis y de las palabras, pero desquiciado, capaz (como el gran Arrabal) de exhibir el lado anómalo, la parte triste, toda esa evidencia de que el mundo es un lugar terrible y que a él le tocado lidiar con su significado. A veces es mejor no saber qué es el universo, ignorar a Dios, no poner en la vida un disco de Bach. Cioran abrazó el vacío, se miró en el vacío, encontró luz en el cimbreo óptico y acústico de la nada, se quiso a sí mismo pasajero de un silencio majestuoso, pero un vacío escandaloso, una luz cegadora, un silencio atropellado de ruido. Ese es el gran problema de su vida y el gran hallazgo de su pensamiento. He ahí la tragedia, la enseñanza extraída. La de un escritor que hubiese deseado, según formuló muchas veces, no escribir, no dejar registrada la tragedia, el sentido de las cosas, el peso del mundo, el dolor de su alma. Dejó anotado: creo en la salvación de la humanidad, en el porvenir del cianuro. Era un descreído al que le molestaba que le hubiesen arrojado a este mundo sin informarle de lo mal construído que estaba. Por eso pensaba constantemente en Dios, en el Creador antojadizo, en el Constructor. Por eso encontró en la música, en Bach sobre todo, un bálsamo, una idea repentina y maravillosa de Dios que prescindía del lenguaje boscoso de los hombres, hecho de palabras falibles, y se abrazaba al inefable universo de los sonidos, de las notas que expresan un mundo en sí mismas.
2 El pesimista Cioran encuentra en Bach la mano por la que circular por el mundo. Con Bach transita los meandros, hace la travesía más placenteramente y, en última instancia, convoca en torno a su periplo la gracia de la divinidad, esa lucidez divina de entender el mecanismo de las cosas, de imaginar arriba a Dios velando por el correcto engranaje de las piezas, ocupándose de sus desamparadas criaturas. La criatura llamada Cioran me ha dado esta mañana una pena hondísima. Youtube: He puesto a Bach, las variaciones Goldberg, tocadas por segunda vez por el fantasma Gould, en otro ordenador, mientras escribo esto. Suena en una lejanía que me inspira de algún modo. Pienso en Cioran (y también en Canetti, curiosamente) y en Bach y en cómo se entendieron. Dos mediocres en la vida doméstica, en el hecho de vivir y de salir a los parques y de charlar con los amigos en las calles, y dos genios absolutos en lo suyo. El paseo de los tristes. K. me informa que Bach, en su quehacer de padre numeroso, en su ghetto polifónico fue un hombre equilibrado en todo. No sufrió los desórdenes que con frecuencia se relacionan con los grandes genios. Quizá por eso se hable en exclusiva de su obra, la magna y la imperecedera. Cioran, el descreído, disfrutaría escuchando música sacra en las catedrales. Para ser un teólogo, como escribió Borges, a quien adoraba, no es imprescindible la fe. 

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