Cerca del colosal Banco de España de Madrid se alza otro edificio no menos majestuoso y llamativo que araña las nubes. El Círculo de Bellas Artes, iniciado en 1919 y terminado en 1926, está considerado uno de los inmuebles más representativos de la capital de España de principios del siglo XX. Obra de Antonio Palacios, se concibió para ‘adornar’, en el sentido literal del término, el paisaje urbano. Un lugar que se ha ido reinventando con el tiempo pero sin dejar de ser nunca un punto de encuentro para los amantes del arte y el ocio. Pero también dotado de un pasado digno de ser recordado.
De líneas delicadas, el edificio, declarado Monumento Histórico Artístico Nacional, rinde tributo a las artes y a la cultura sin que por ello deje de lado su funcionalidad. Heredero de los casinos burgueses, tan de moda en el siglo XIX, donde el gusto por lo parisino se convirtió casi en una obsesión, su funcionalidad permitió crear un interior de gran interés artístico y un exterior de volúmenes con gran riqueza de símbolos. Tal es su encanto que se ha convertido, sin miedo a equivocarnos, en uno de los lugares más turísticos de Madrid.
La azotea del Círculo de Bellas Artes con la escultura de la diosa Minerva./Javier Gzz Zapatero
Ejemplo del Modernismo y emplazado en plena Gran Vía madrileña, el Círculo de Bellas Artes se convirtió en un eje capitalizador de la cultura española durante los primeros años del siglo XX. Personajes de la talla intelectual como el Premio Nobel Jacinto Benavente, el no menos insigne literato Ramón María del Valle Inclán, el comediógrafo Carlos Arniches o un joven Picasso eran asiduos del lugar. El que luego se convertiría en genio universal de la pintura asistía aquí a clases donde dio sus primeros pasos artísticos.
De planta rectangular y una fachada de tendencia piramidal, el Círculo de Bellas Artes resalta por su ornamentación, con esculturas como la de la diosa Minerva, relieves y pinturas. La construcción, de 48 metros de altura, brilla también por su espectacular interior, que cuenta con salas de exposiciones, biblioteca, un hermoso salón-comedor, además del salón de baile y la sala de Columnas.
Su fachada refleja las diferentes alturas y volúmenes que tiene cada planta, lo que les atribuye una personalidad propia. Hay un total de seis alturas más la azotea, uno de los lugares más recomendados para observar Madrid en todo su esplendor. Las vistas son espectaculares. Y es que desde la terraza del Círculo de Bellas Artes puede verse todo el centro de la capital de España con la Victoria Alada del edificio Metrópolis en primer plano. Subir a la azotea tiene un coste de tres euros, pero merece la pena rascarse el bolsillo para poder acceder a uno de los mejores miradores de la ciudad.
El colosal edificio artístico y literario junto a la Gran Vía./Luis García (Zaqarbal)
Presidiendo este espacio el viajero visitante del Círculo de Bellas Artes se encuentra con una imponente escultura en bronce de Minerva, diosa de la sabiduría y símbolo de la institución. Mide seis metros de altura y pesa más de 3.000 kilos. La divinidad romana parece cobrar vida. Es una obra de Juan Luis Vasallo que se añadió al edificio de Palacios en 1966. Hicieron falta tres grúas para poder colocar la estatua, que comparte espacio con un torreón que antaño se destinaba a las clases de pintura pero que hoy se encuentra cerrado.
La planta baja del edificio acoge la entrada a la institución cultural y La Pecera, que no es más que la cafetería del Círculo de Bellas Artes de Madrid, antaño denominada la sala de conversaciones en la que ilustres personajes de la cultura patria dialogaron, conversaron, depararon, discutieron, perjuraron, conspiraron… En el recibidor se encuentra una hermosa escalera que da acceso al resto de niveles y antiguamente, en el centro, había un suelo de cristal a través del cual se podía ver a los bañistas de una piscina que hubo hasta los años 30 del pasado siglo.
En medio de la cafetería sobresale una figura del escultor Moisés de Huerta y Ayuso de nombre El salto de Léucade. Además del espacio interior, La Pecera se asoma a la calle Alcalá con un buen número de mesas desde las que se puede disfrutar de un café mientras se observa el ir y venir de los transeúntes.
Los visitantes se sienten atraídos por el aspecto exterior del edificio./Balbo
Además de Picasso, otros grandes artistas especializados en el cartelismo trabajaron en el Círculo. La creación de carteles nació asociada a la celebración de los Bailes de Máscaras, que hoy coincide con el Carnaval. Esta tradición empezó en 1881 y desde el principio se acompañó del concurso de carteles donde participaron de manera habitual pintores como Mariano Benlliure. La colección de carteles de este lugar es, sin duda, uno de los patrimonios más curiosos de los múltiples que ha dejado la institución a lo largo de los años.
En el Círculo de Bellas Artes no sólo se apoyó la creación de obras literarias, pictóricas o cinematográficas; también fue un lugar innovador en el mundo del juego. Allí se montó el primer bingo de Madrid y se organizó un campeonato mundial de billar en los años 90. Aún hoy cuenta con mesas de este tipo de juego, así como de póquer, una actividad de ocio que estuvo presente de manera muy viva entre los años 60 y 80.
El casinillo de Madrid fue una especie de oasis para los amantes de los naipes. Entonces el juego no tenía mucho que ver con la manera en la que se juega hoy día, pero resultaba ya muy popular y fue ‘consentido’ por las autoridades durante más de veinte años. El propio ministro de Gobernación del gobierno franquista intervino ante las autoridades policiales para que se permitiera el juego en el Círculo de Bellas Artes.
Dónde dormir: Hotel Bolívar; Cedaceros, 3, 4º; 28014 Madrid; teléfono: 915310050.
Dónde comer: Tartán Roof; Calle del Marques de Casa Riera, 2; 28014 Madrid; teléfono: 672557171.