El pasado miércoles conocimos los datos de la encuesta del CIS para el mes de enero que evidencian un cambio de tendencia en el electorado español que ha puesto de manifiesto la ya anunciada fractura del bipartidismo.
Los resultados del sondeo muestran que el Partido Popular sería la fuerza más votada con el 27,3% de los votos, ligeramente inferior al resultado de octubre donde arrojó un 27,5%, Podemos saltaría a la segunda posición con el 23,9% y una subida considerable, ya que en el último sondeo contaba con el 22,5%, y el PSOE se colocaría como tercera fuerza hundiéndose con el 22,2%, un resultado más bajo incluso que el cosechado por Rubalcaba en las pasadas elecciones. Izquierda Unida, inmersa al igual que los socialistas en crisis internas, cosecharía según el último barómetro un escueto 5,2 % frente al 4,8% que obtuvo en octubre, UPyD se consolidaría en la quinta posición pasando del 4,1 al 4,6% de los votos y Ciudadanos, el nuevo partido del Albert Rivera nacido en Cataluña, entraría en el parlamento con 3,1% representando una gran subida respecto al 2,1% que apuntaba en el barómetro del mes de octubre. El número de indecisos asciende al 22%, una cifra notable que, en función de su evolución, puede condicionar y mucho los resultados finales
Si atendemos al voto directo, sin cocinar, los resultados del sondeo varían. Para el 19,3% de los encuestados, Podemos sería su primera opción si hoy se celebrase elecciones, un resultado bastante superior al 17,6% del pasado sondeo. Por otro lado, el PP seria segunda fuerza con 12,9 %, lo que supondría una subida nada desdeñable en comparación con el 11,7% cosechado en octubre mientras que el PSOE, a diferencia de los populares, se precipitaría hasta el 12,4 %, a gran distancia del 14,3 % obtenido tres meses atrás. En el caso de Izquierda Unida y UPyD, la situación no varía en exceso. La formación de izquierdas sería la cuarta elección con el 3,6%, en octubre 3,7%, mientras que el partido magenta se mantendría como quinta fuerza con un 2,2%, antes 2,1%.
Los datos no cocinados arrojan por tanto una situación favorable, tanto para Podemos como para el PP, alimentando el nacimiento de un nuevo bipartidismo como ya afirmaba el propio Pablo Iglesias hace apenas unos días en el diario El País, mientras que apuntan a un descalabro en la izquierda tradicional, con un Pedro Sánchez incapaz por ahora de evitar el hundimiento socialista y una Izquierda Unida entretenida con luchas internas encarnizadas y abatida ante el crecimiento de Podemos, que parece decidida a engullir a la histórica formación comunista.
En cuanto a la valoración de líderes, ninguno aprueba. El sondeo muestra que Uxue Barkos, de Geroa Bai, es la política española más valorada, con un 4,28, seguida del líder socialista, Pedro Sánchez, con un 3,68, y Alfred Bosch, de ERC, el tercero con un 3,66. El presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, se hunde en la valoración hasta el decimo tercer puesto con un 2,24. Hay que tener en cuenta que en la encuesta del CIS no aparecen líderes que aún no forman parte del arco parlamentario como Pablo Iglesias y Albert Rivera, muy valorados según otros sondeos como el de Sigma Dos. De los datos se extraen por tanto conclusiones algo contradictorias, ya que pese a ser el líder popular el menos valorado, el PP ganaría las elecciones, mientras que Pedro Sánchez, muy conocido y apreciado, no conseguiría hacer remontar al PSOE. Los sondeos son instrumentos imperfectos y lo que cuenta es el resultado final, pero pese a todo son un buen medidor de la situación política que puede ayudar a los partidos a cambiar de estrategias.
Dejando a un lado la certeza o no de los datos, lo que está claro es que el Estado bipartidista, al que estábamos habituados desde la Transición, lleva camino de desaparecer en detrimento de un PSOE desgastado y de una izquierda cada vez mas fragmentada. Las fuerzas progresistas en España no pasan por su mejor momento. A la degradación paulatina de los socialistas, sumidos casi en la irrelevancia política tras llevar a cabo durísimos recortes y ser confundidos, en ocasiones injustamente, con la derecha, se une la posible desaparición de Izquierda Unida, fagocitada por el terremoto Podemos, y cercada por numerosos casos de corrupción y luchas internas que ya se han cobrado a su primera víctima, la diputada Tania Sánchez, que ha abandonado el partido tras ganar unas primarias para liderar la Comunidad de Madrid.
Si bien es cierto que el comportamiento de los partidos de izquierda, a excepción de Equo que apenas se ha prodigado, no ha sido el mejor en estos últimos años, la ascensión de una formación populista como Podemos ha sido el verdadero motivo que ha propiciado el descalabro. El partido de Iglesias es de izquierdas, eso es innegable, conocido el origen político de sus líderes, pero el objetivo que persiguen y los valores que, en ocasiones, difunden no coinciden eso si con los principios tradicionales de la socialdemocracia e incluso la izquierda más radical, pese a que se han esmerado en ocultarlo. Su máxima es la no ideología, una estrategia histórica de los populismos, que por el momento le está abriendo el espectro electoral y por tanto aumentando sus posibilidades de conquistar a una gran mayoría social.
Pese a que algunas propuestas de Podemos sí responden a las demandas de un electorado progresista hastiado de promesas incumplidas, es peligroso que la izquierda comience a circunscribirse socialmente solo a una formación que parece demostrar mas sed de poder que interés real en solucionar los problemas del país. Los partidos de izquierdas tradicionales deben comenzar a movilizarse y a renovar sus estructuras, si no quieren perder la oportunidad de volver a ser referente, para evitar un nuevo triunfo arrollador de una derecha que ha demostrado ser insolidaria y con la que, según los sondeos, pocos en España se identifican.
El tiempo dirá si Podemos se convierte en una opción con vocación de futuro o si se diluye cual típico fenómeno coyuntural, pero tanto el PSOE como Izquierda Unida deben dejar a un lado sus diferencias internas y ansias de poder para volver a conquistar a su electorado. La ciudadanía no ha perdido la fe en la política, es más, la reclama más que nunca, por eso mismo ésta debe tomar nota de este toque de atención y ha de poner en marcha los cambios pertinentes. De ellos depende su propia existencia. La suerte está echada.