Tengo pendientes unas cuantas tareas. Entre ellas, una cita con Robert.
Lisa Lyon (1982)
©Robert Mapplethorpe Foundation
Hasta el 17 de noviembre la galería Senda de Barcelona acoge una exposición del fotógrafo Robert Mapplethorpe. En ella se pueden ver algunas de sus controvertidas flores, retratos de la culturista Lisa Lyon y fotografías en las que la postura forzada de un cuerpo desnudo se convierte en una auténtica lección de anatomía.
Poppy (1988)
©Robert Mapplethorpe Foundation
Como las imágenes Mapplethorpianas siempre requieren un ritual previo, el día que visite la exposición dirigiré mis pasos hacia la galería a la hora azul. En realidad, lo más lógico sería comentar la exposición una vez la hubiera visto. Sin embargo, yo ya sé lo que me espera. Me espera una selección de fotografías en un tamaño mayor al que estoy acostumbrada, bien iluminadas y ordenadas de manera inteligente para gustar al visitante. La imagen de la cantante
Patti Smith en el escaparate así lo promete. Disfrutaré mucho, lo sé.
Self Portrait (1980)
©Robert Mapplethorpe Foundation
Exposiciones aparte, hoy quiero recordar la fuerza de las imágenes de este genio que me cautivaron hace ya tiempo. Su obsesión por el cuerpo humano. Sus flores: vehementes como un texto de Sade, pero con una elegancia tan exquisita que hasta podrían decorar las dependencias del más virtuoso. Y sus autorretratos. En especial uno en el que parece un angelote macarra. Entonces, no paro de pensar en la cantidad de ideas que se cruzaron por su cabeza, las que llegó a realizar y las que no. En un principio no eran más que tareas pendientes, algo intrínseco a la naturaleza humana y cuya realización nos diferencia los unos de los otros.
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