«EN EL MISMO CENTRO DEL CORAZÓN», por Antonio Parra Sanz
«EN EL MISMO CENTRO DEL CORAZÓN» (Vigésimo aniversario de Bevilacqua y Chamorro), por Antonio Parra SanzNi nostalgias ni tristezas ni corazones alejados, tal y como reza el último título de la serie, sino todo lo contrario. Lo quiera o noLorenzo Silva, y conociéndole un poco es lícito pensar que le alegra, tanto Rubén Bevilacqua como Virginia Chamorro se han metido hace ya tiempo en nuestros corazones, en nuestros recuerdos, e incluso en el imaginario colectivo. Así que casi podemos convenir en que veinte años son hasta poco, teniendo en cuenta tanto como ellos nos han hecho disfrutar.Un disfrute que nos ha llegado en forma de nueve novelas y dos libros de relatos, once títulos en los que esta benemérita pareja ha tenido tiempo más que sobrado para ir evolucionando, al tiempo que lo hacíamos los lectores y lo hacía de igual forma la sociedad. Precisamente esos cambios sociales, aunque presentes también en las novelas, son los que más destacan en la narrativa breve, en los dos volúmenes de cuentos, Nadie vale más que otroy Tantos lobos.
En el primero de ellos, recogiendo cuatro historias que habían aparecido en diversas publicaciones de índole veraniega, Lorenzo Silva trata temas tan duros como evidentes: delitos de género, niñas violadas, ajustes de cuentas, inmigración…, como puede verse, nada a lo que el ciudadano pueda permanecer ajeno. Y esa vinculación con la realidad va un paso más allá en Tantos lobos, donde los personajes se circunscriben a la infancia, puesto que todas las víctimas son niños o adolescentes sujetos a temas como las redes sociales, el acoso escolar o incluso la violencia de género entre jóvenes parejas.
Parece como si con el relato extenso, o la novela corta, Lorenzo Silva quisiera hacernos reflexionar acerca de lo que nos rodea, tanto los males endémicos como el sendero que hemos ido construyendo para los jóvenes, un camino que no parece ser muy recto y que desde luego ni es de rosas ni tiene una sola baldosa amarilla.
Ese Lorenzo Silva más directo, demoledor en los golpes del combate rápido y al cuerpo, se transforma en las novelas, se arrellana un poco en el sillón y deja paso para que Vila yChamorro le vayan mostrando al lector todas sus miserias y algún que otro triunfo, por ejemplo sus ascensos en el escalafón, que les llevan a uno a ser subteniente y a la otra a sargento, y mientras parece que él anda ya tocando techo en la graduación, tal vez a Virginia aún le queden algunos ascensos más ante sí.
Pero es preciso volver un poco atrás, a las entregas en las queBevilacqua era sargento y Chamorro una simple número aspirante a cabo. Así nacieron dos personajes con voluntad de desafío, porque tras cuarenta años de dictadura nadie, excepto el gran García Pavón con su Plinio, se había atrevido a darle protagonismo en una novela negra a un miembro de las fuerzas del orden, y muchísimo menos a un guardia civil, cuerpo muy denostado si recordamos la posguerra y la sombra de los versos lorquianos.
Y el caso es que Lorenzo no fue el único, otra autora, Alicia Giménez Bartlett, casi por las mismas fechas alumbró a su Petra Delicado, con lo cual nos encontramos de golpe con dos investigadores oficiales dispuestos a romper muchos mitos. Para que luego haya por ahí voces que sigan denostando a un género capaz de ofrecernos este tipo de situaciones.
Ha confesado su autor que Vila y Chamorro nacieron un poco por casualidad. Pues bendito azar el que nos los presentó en aquel verano mallorquín, en el que tuvieron que desentrañar la muerte de una extranjera que les llevaría por clubes nocturnos y playas nudistas, asistiendo a diversos trapicheos y promiscuidades. El lejano país de los estanques fue el marco que vio nacer a esta pareja de veinteañeros profesionales.
A partir de ahí, ocho novelas más en las que ambos han ido caminando a nuestro lado, ascendiendo, tragando algún que otro sapo profesional, y lidiando con sus cuitas familiares y sentimentales, tales como el alejamiento del hijo adolescente enVila, el reloj biológico en Virginia, ciertos desencantos que ponían la felicidad de una pareja en una cotización imposible, y una voluntad de conocerse y entenderse todo lo posible para hincarle el diente a una amistad que ha terminado por ser el denominador común, aunque haya lectores que constantemente vayan hablando de cierta tensión sexual entre ellos.
Aquí habría que señalar que, de manera muy injusta, en las sinopsis de muchos de los títulos la figura de Virginia Chamorro queda demasiadas veces en un segundo plano, como si sólo fuera un personaje de relleno, o la amiga discreta del protagonista…, y nada más lejos de la realidad, con todo lo que hemos leído y le hemos visto pasar, es casi más justo que la balanza de la fuerza se incline un poco hacia ella, Lorenzo lo sabe, Vila lo sabe, pero aún hay ciegos que se empeñan en no verlo.
Aun así, como buenos compañeros, han tenido que aprender a conocerse y respetarse, y las han pasado de todos los colores, lidiando con cadáveres que tenían una vida secreta demoledora y hasta un lado oscuro, como ocurre en El alquimista impaciente, o viéndoselas con la corrupción de los políticos, los casos cerrados en falso (La niebla y la doncella), el mundo de la televisión y las apariencias (La reina sin espejo), lo cibernético y la globalización (La estrategia del agua), o el uso interesado de la violencia de género.
Una antología de posibilidades con la que Lorenzo Silvademuestra que nunca ha dejado que sus pies perdieran el contacto con la realidad y que no se ha alejado nunca del sustrato social que más le podía conectar con el lector, ya fuera mediante la crisis de valores o el prólogo de lo vivido en Cataluña (La marca del meridiano), lugar al que acude en varias ocasiones, tratando también de saldar allí las cuentas que tiene pendientes con su propia memoria.
Mallorca, Madrid, Canarias, Zaragoza, Barcelona, Valencia (Los cuerpos extraños), Afganistán (Donde los escorpiones) o el Estrecho de Gibraltar (Lejos del corazón) son algunos de los lugares que esta pareja ha tenido que visitar para resolver sus casos, demostrando que es posible también crear buena novela negra sin esclavizarse en la necesidad de ser fiel a un único lugar.Lorenzo ha acudido a aquellos rincones donde la historia llamaba a sus personajes, y eso es algo que les honra, tanto a él como a ellos.
Lorenzo Silva en Cartagena Negra
- Fotografía: Aniceto Valverde -
Les honra pero también les pone en el disparadero de lo personal, dificultando bastante sus posibles relaciones sentimentales. Vila nació ya divorciado en la ficción, y ha tenido que solventar las carencias afectivas con su hijo, quien ahora le “regala” nada menos que un ingreso en el cuerpo, como si así se cerrara un círculo. A pesar de todo, hay asideros, tal y como se ve en el inicio de Lejos del corazón, cuando madre e hijo asisten a la jura de bandera del vástago, reuniendo en el evento a tres generaciones.
Chamorro, por su parte, anda lidiando con algunas parejas que no han terminado de ser de su agrado, y ha sufrido los rigores del reloj biológico, aunque sin que podamos vislumbrar del todo quién ha ganado ese combate. La conclusión, en las últimas entregas, es una madurez solitaria que parece apuntar a un camino concreto, aunque aún sin desvelar.
Como ven, veinte años dan para mucho: terrorismo, dinero negro, drogas, globalización, desencanto moral, redención, integrismo…, dan para crecer, para desvelar misterios, para ver cómo se alimenta una hoguera vanidosa, para diluir fronteras entre Madrid y Barcelona, para pasar las crisis de los cuarenta y los cincuenta, para confiar en los jóvenes, para huir de los escorpiones y hasta para perderse en tramas informáticas.
Todo ello, eso sí, desde el centro del corazón de Lorenzo Silva, donde cabe la condición humana, y también cabe la esperanza. Por otros veinte años junto a Vila y Chamorro.https://citaenlaglorieta.blogspot.com/2018/11/en-el-mismo-centro-del-corazon-por.html?m=1&fbclid=IwAR1-imwUp4AceIzja5h9YP9IQG1bklI6fj7VbhCr_vrAeS6e0niwP1uOElU