Revista Cultura y Ocio
Las personas solemos tener la impresión de que los hechos externos -lo que nos sucede- impacta sobre nuestra vida produciendo emociones: rabia o satisfacción, alegría o tristeza... Existiría, según esa idea, una asociación directa entre suceso y emoción. Por ejemplo, si mi esposa me abandona, me sentiré triste. Si alguien me insulta, me sentiré ofendido. Tenemos la percepción de que hay una relación lineal (de causa y efecto) entre hechos y emociones (...).
Pero lo que nos decía Epicteto es: "No nos afecta lo que nos sucede si no lo que no decimos acerca de lo que nos sucede".
Todos tenemos la impresión de que los hechos producen -de forma automática- las emociones, y este error es el principal enemigo del crecimiento personal. Por ejemplo, muchas veces decimos frases del estilo: "Pepe me pone de los nervios”, y aquí ya estamos cometiendo el error del que hablamos. Pepe no me pone de los nervios, ¡soy yo quién se pone de los nervios!
Si analizamos detenidamente nuestro proceso mental, veremos que Pepe lleva a cabo determinadas acciones (se supone que inconvenientes) y yo me estoy diciendo a mí mismo ideas del estilo: "¡Esto es intolerable!”, “¡No puedo lo puedo soportar!”,…
Son esas ideas la que tienen el poder de irritarme, no las acciones de Pepe, que, por lo que respecta a las emociones, son neutras. De hecho, no todo el mundo reacciona de la misma forma ante Pepe: a algunos les irrita más que a otros. Hay quien incluso no le produce ningún malestar.
Y todo depende del dialogo interno de cada cual. Es el diálogo interior el verdadero productor -y a veces oculto- de las emociones.
"El arte de no amargarse la vida" (2012)Rafael Santandreu