Ciudad
28 agosto 2013 por tangoferoz
bracamoenteeldia.es
Llegué en pleno invierno. Los árboles desnudos se habían despojado de sus hojas que permanecían sobre las aceras, rotas y más sucias que nunca. Durante días hice los mismos recorridos, a veces sola, otras acompañada y siempre había algo nuevo en el trayecto. Una fachada, un bar, una ventana, el rostro de un viandante que me llamaba la atención pese a que nos habíamos tropezado en innumerables ocasiones. Y recuerdos, muchos recuerdos.
Por momentos tuve la sensación de volver allí mil veces, de hacer mías esas calles, esos ruidos y olores. Otras, se me hacían intolerables y me consolaba pensando que pronto iba a pisar la arena.
Buscando el mar me apropié de la corriente del río, aunque la miraba de lejos, la hierba de los parques y la humedad, que me acosaba cada vez que podía pese a mis frustrados intentos de esquivarla y que no me penetrara en el cuerpo.
Intenté hacer mía la afirmación de Marshall Mc Luhan de que “la ciudad ya no existe, salvo como espejismo cultural para turistas” pero no pude.
Confesiones, secretos, risas, canciones, recuerdos, despedidas, aromas y adioses. Llantos, cervezas de por medio, algún helado, el libro que tanto busqué y que por casualidad encontré en una venta de usados; una película compartida con esa amiga que sigo añorando pese a la distancia y a los años. Como la ciudad, que pese a todo me engancha y por eso nunca termino de irme.