Revista Opinión

Ciudad Juárez, la esperanza en el desierto

Publicado el 17 febrero 2011 por Gollino
El presente artículo fue publicado en periodico español Diagonal el día 17 de febrero de 2011
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Ciudad Juárez, la esperanza en el desiertoEl 31 de enero, en Ciudad Juárez, cientos de personas se reunieron para recordar la masacre acontecida
hace un año y que provocó el asesinato de 16 estudiantes, en su mayoría menores de edad. En la madrugada de ese domingo del año 2010, un comando armado irrumpió en una fiesta en la colonia de Villas de Salvárcar y sin mayor explicación acribilló a los jóvenes que ahí estaban reunidos. El impacto de esa enésima masacre fue tremendo. No sólo por el evidente dolor provocado a los familiares de las víctimas y a la sociedad entera, sino sobre todo porque fue el principio de una larga serie de asesinatos que tuvo como objetivo a jóvenes estudiantes de esta y otras ciudades de México.
Para provocar que aumentara la tensión de aquellos días, sirvieron también las declaraciones del presidente de México, Felipe Calderón. Desde Japón, en donde se encontraba de viaje oficial, tuvo la osadía de declarar que la masacre no era otra cosa que un ajuste de cuentas entre bandas de pandilleros. La reacción no se hizo esperar y es quizás por esa reacción que hoy, en Ciudad Juárez, a pesar de la tremenda ola de violencia, la gente ya no tiene miedo. Las reacciones de la sociedad civil –que han comenzado por las mujeres-madres, hermanas e hijas de los asesinados– no dejaron de coincidir con cada injusticia perpetrada por la criminalidad organizada, pero sobre todo por la ineficiencia y las múltiples omisiones de las autoridades mexicanas que, aquí en Juárez, han substancialmente dejado en mano de los pistoleros y de los grandes capos del narco la gestión del territorio.
“La guerra al narcotráfico”
De esta forma, los periódicos mexicanos e internacionales pintan a Juárez como a la ciudad más violenta del planeta. Así la describen también las estadísticas acerca del número de personas asesinadas cada año, cada mes, cada día. Según datos oficiales, ofrecidos a principios de este año 2011 por el secretario técnico de Seguridad Nacional, Alejandro Poiré en la ciudad fronteriza de México habrían sido asesinados 2.377 personas en 2010. Dichas muertes serían parte de los más de 15.000 asesinatos relacionados con la llamada “guerra al narcotráfico” registrados el año pasado. De ese total asombroso y que muestra una aumento vertiginoso de muertes relacionadas con los carteles del narcotráfico en relación al año anterior –1.462 en 2009–, una tercera parte habría ocurrido en el Estado de Chihuahua, donde Ciudad Juárez se encuentra.
Y, sin embargo, estos datos no logran describir a plenitud la realidad de esta ciudad incrustada en el desierto y que hoy está completamente en mano de la criminalidad organizada. El escritor y periodista estadounidense Charles Bowden publicó recientemente un libro que describe con tremenda crudeza a la ciudad. El título: La ciudad del crimen. Bowden describe las frecuentes muertes en esta ciudad como
“un estilo de vida” y comenta que los habitantes de Ciudad Juárez, los juarenses, hoy no se ponen el problema de la muerte en sí, sino de lo que puede pasar antes de morir. Tortura, degollamientos, descuartizamientos, y todo tipo de injuria que se le puede hacer en un cuerpo humano son las huellas de estos asesinatos por mano, oficialmente, de los carteles de la droga que se pelean por unos de los territorios más codiciados por los negocios ilícitos promovidos por el ya débil Cartel de Juárez y su mayor contrincante, el malafamado capo Joaquín “El Chapo” Guzmán Loera.
Los ‘juventicidios’
De la misma manera, los datos oficiales tampoco logran describir a plenitud otras muertes que recorren
las calles acosadas de la ciudad. Éstos son los asesinatos de mujeres, los llamados feminicidios; las muertes de jóvenes –el llamado ‘juventicidio’– por mano, en este caso sí, de la delincuencia pero también por parte de las fuerzas del orden llamadas a garantizar la seguridad en el territorio. A esta lista se suman las muertes de migrantes anónimos en su recorrido final a Estados Unidos y, por último, los asesinatos de periodistas. Es igualmente difícil describir a otros “efectos colaterales” de tanta violencia, como son las, al menos, 15.000 viviendas abandonadas por ciudadanos que, frente a la muerte, optan por abandonar a la ciudad.
En cuatro años de gobierno –desde diciembre de 2006–, el Gobierno Federal mexicano ha logrado implementar cuatro programas especiales para la ciudad. El primero fue lanzado el 27 de marzo de 2008 cuando el Gobierno oficializó el Plan Conjunto Chihuahua que llevó al ejercito mexicano a ocupar las calles de esta y otras ciudades del Estado. El fracaso evidente de esta estrategia, impulsó que en enero de 2010 el Gobierno promoviera un segundo plan que utilizara la Policía Federal (PF) en Juárez. Sin embargo, la matanza de Villas de Salvárcar obligó al Gobierno a impulsar una “estrategia global” para la ciudad: “Todos somos Juárez”. El programa, fundamentado en operativos policíacos, junto a otros “programas sociales” de alto impacto, cumplió un año este mes de febrero y, según admiten las autoridades, fracasó.
Hoy, tras la muerte “por error” causada por mano de la PF que se encargaban de la labor de escolta del alcalde de la ciudad, el Gobierno lanza el enésimo plan de seguridad que prevé, entre otras cosas, “mantener al ejército en las calles de Ciudad Juárez”. No obstante, la confianza en la autoridad se perdió hace mucho. Eso sí queda la esperanza generada por la renovada voluntad de lucha y rescate que la ciudadanía está demostrando. Dos luchadoras sociales se han quedado en el camino: Josefina Reyes, asesinada el 3 de enero de 2010, y Susana Chávez, asesinada el 11 de enero. Sin embargo, ya lo dijimos: los juarenses han perdido el miedo y el futuro aparece cada vez más en sus manos.
Los femincidios, no sólo ocurren en Juárez
Ciudad Juárez se ha vuelto tristemente famosa a partir de finales de los años ‘90 cuando los datos acerca del llamado feminicidio comenzaron a describir un patrón del fenómeno. Los carteles del narcotráfico, el patriarcado, los ritos satánicos, el tráfico de órganos, las películas snuff, los asesinos en serie, los ‘sexo turistas’ de la vecina ciudad estadounidense de El Paso, la maquiladora. Todos culpables según distintos análisis y puntos de vista.
Sin embargo, a pesar de la deficiencia de datos fidedignos, debida a la falta de voluntad política de los gobiernos locales de registrar el fenómeno, a su difícil tipificación y a la dificultad de “distinguir” las decenas de muertes que ocurren diariamente en el país, es posible afirmar que no sólo Juárez es teatro de este tremendo delito.
Según el Instituto Ciudadano de Estudios sobre la Inseguridad (ICESI) en más de 80 municipios del Estado de México, colindante con la Ciudad de México, la tasa de homicidios dolosos contra mujeres es superior a la media nacional y en Toluca –capital del Estado– los índices son superiores a los de Ciudad Juárez. Estas estadísticas desmiente la creencia de la posesión del récord de Juárez, además, se presentan los datos ofrecidos por el Observatorio Ciudadano Nacional contra el Feminicidio (OCNF), el cual reporta que en 2009, de los 459 feminicidios registrados, 89 habrían sucedidos en el Estado de México, seguido del norteño Chihuahua (71), el Distrito Federal (46) y el norteño Baja California (45).
La 'presencia' del presidente Calderón en la ciudad
Tras las declaraciones, que quiso adjudicar la masacre de Villas de Salvárcar de enero de 2010 a un “pleito entre pandilleros”, el presidente mexicano Felipe Calderón visitó tres veces la ciudad fronteriza el año pasado para promover el plan que pomposamente llamó “Todos somos Juárez”. La visita que todos los mexicanos recordarán fue la primera. El 9 de febrero, diez días después de la matanza, Luz María Dávila –madre de dos de las víctimas– logró burlar al cerco de seguridad de la reunión y confrontó al presidente frente la mirada atónita de la platea complaciente. “Yo hoy no le puedo dar la mano y decirle que es bienvenido, pues no lo es”, le dijo. “Pónganse en mi lugar a ver que siento yo”, continuó. Calderón asintió y Luz María le espetó: “No diga ‘por supuesto’, y ¡haga algo por Juárez!”.

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