Revista Cultura y Ocio
Ya lo dijo el gran Guardiola, ex entrenador del Fútbol Club Barcelona, “el puto amo”, y si bien no se refería al autor barcelonés, no encuentro otra definición mejor para él, porque Fernando Gamboa es, hoy por hoy, el puto amo de la novela de aventuras.
Con su primera obra, La última cripta, y a pesar de las características que acompañan a casi toda obra primeriza de un autor, ya me enamoró, pero con Ciudad Negra me ha acabado de conquistar completamente.
Si pongo la máquina de la memoria en modo de rebobinar no encuentro una novela de aventuras que me lo haya hecho pasar tan bien como ésta en años. No sé ni qué decir de ella, porque lo único que me sale es pum, pim, clas, y subió, y se cayó, y entonces se escapó con un paracaídas que había convertido en dirigible, y ella le dio un beso, y pam, y pom, y un tiro, y ufff,… ¡magnífica!
Si en su primera novela cometí el desatino de decir que me sus letras me recordaban a las mías, pero bien hechas, en esta segunda entrega debo reconocer que lo más parecido entre la agilidad de la prosa del señor Gamboa y la de un servidor es la similitud que pueda existir entre la velocidad de Usain Bolt y un “runner” de carreras populares domingueras. De igual forma, el otro capítulo pendiente en su primera novela, los diálogos, que me parecieron entonces forzados y un tanto estereotipados, en esta segunda entrega el autor ha mejorado profundamente este aspecto dotando a la novela, no solo de una velocidad vertiginosa, sino de una humanidad intensa en sus personajes.
Los protagonistas, para los que todavía hayáis cometido el sacrilegio de no leer al señor Gamboa, son un trío del todo inverosímil, el profesor Castillo, historiador medieval jubilado, Cassandra Brooks, una joven y bella arqueóloga mexicana, y Ulises Vidal, la magnífica creación de Fernando Gamboa, una especie de álter ego que en esta segunda aventura alcanza su plenitud.
La novela comienza con una revelación sorprendente, y que no es otra que el profesor Castillo tiene una hija, Valeria, que además ha desaparecido en plena selva del Amazonas. El viejo historiador decide entonces reunir a sus amigos, Ulises y Cassandra, con la firme decisión de ir en su busca. Y es ahí, cuando la pareja decide acompañar al padre desesperado al corazón ignoto de la selva amazónica, cuando el señor Gamboa comete el mayor de sus pecados. Una traición al lector que debería corregir en sus próximas revisiones, porque él, sabedor de lo que va a acontecer, debería avisar al lector, debería poner unas líneas marcadas con un asterisco advirtiéndole de que tome aire, que respire profundo, que si tiene problemas coronarios apague el Kindle o cierre el libro, porque desde el mismo instante en el que los tres protagonistas aterrizan en la selva brasileña, la novela adquiere una velocidad y una tensión que destrozan la calma del lector, acaban con sus uñas y lo mantienen en vela pendiente de cada palabra, de cada gesto, de cada paso de sus protagonistas.
No voy a desvelar ni una palabra más de la trama, no voy a hablar de los morcegos, ni de la ciudad perdida en la selva, no voy a hablar de los indígenas que allí habitan, ni de los descubrimientos del magnífico trío parido por el señor Gamboa. No voy a hablar de las noches en tensión, del mix de Los diez negritos, Indiana Jones y Apocalypse Now que nos sirve magistralmente el señor Gamboa, no voy a hablar tampoco de que el autor es una especie de Salgari, Jules Verne, Alberto Vázquez-Figueroa, pero a 10.000 revoluciones por minuto, no, nada de eso, porque Fernando Gamboa es Fernando Gamboa, y como bien dice este párrafo rescatado de la aventura en boca de Ulises Vidal, “regodearnos en la dificultad no nos sirve de nada, así que si ese es el único camino, lo seguimos y punto. Quejarnos de ello no va a hacerlo más fácil, y si tenemos que fabricar nuestro propio sendero, lo haremos.”, palabras que sigue al pie de la letra el autor creando su propio camino literario para convertirse en el puto amo de la novela de aventuras, en un autor que seguramente no ganará el Príncipe de Asturias, pero que enloquecerá a miles de lectores y creará, como está haciendo, unos personajes que entran a formar parte de nuestro imaginario, de nuestra familia de iconos.
Lo que sí comentaré es que la novela, si bien prima en sus letras la acción, la emoción, la velocidad, la tensión y el misterio, está fabricada con una escritura magnífica, intachable diría yo, para el género que profesa. El señor Gamboa nos introduce en sus escenarios con descripciones perfectas, justas, con las palabras necesarias para que el lector sepa dónde está, sin regodearse en la belleza de una mariposa o en la majestuosidad de un amanecer, pero haciendo llegar al lector la suficiente información para que sienta esa belleza o se conmueva al salir el sol. Lo mismo ocurre con las situaciones o sus personajes, más completos, enteros, humanos, aventureros, por supuesto, pero reconocibles al abasto de la imaginación del lector.
Y creo que es en esa combinación de misterio, del conocimiento del autor de las aventuras vividas por él mismo, de letras honestas, de escenarios exóticos, de personajes extraordinarios, donde uno se pierde y se deja llevar por la aventura infinita que supone seguir los pasos de Ulises Vidal, porque Fernando Gamboa ha conseguido algo extremadamente difícil, y es que uno lo crea, se crea lo que está leyendo, se crea que un morcego te va a salir de detrás del cabecero de la cama, se crea que anda en las aguas bravas de un río o que sólo sobrevivirá si sigue leyendo hasta el amanecer. Fernando Gamboa hace que el lector se crea que puede hacerse amigo de Ulises Vidal.
Como yo, que curiosamente me enamoré de él en lugar de hacerlo de Cassandra Brooks, lo cual me dejó en estado de shock casi tanto como la propia lectura de Ciudad Negra. De la misma forma que me dejó en estado de confusión que el señor Gamboa hubiera guardado en el cajón de su mente al gran Ulises Vidal. Dicen las malas lenguas que ahora anda con otro, con un tal capitán Riley del cual todo el mundo habla maravillas…, no sé, quizá tenga razón y deba darle una oportunidad, porque como me dijo el propio autor, Fernando Gamboa, cuando se lo recriminé, ahora lo que se lleva es el poliamor.
Resumen del libro (editorial)
El profesor Castillo cita con urgencia a Cassandra y a Ulises y les explica, angustiado, que su hija Valeria ha desaparecido misteriosamente en el territorio más remoto y peligroso de la Tierra. Desesperado, el profesor ha resuelto partir en su busca cuanto antes, y les ruega a Ulises y a Cassie que le acompañen.
Incapaces de disuadirlo ni de dejarle ir solo, ambos aceptan ayudar a su viejo amigo en el intento de rescate, y así los tres amigos, una vez más, se embarcarán en una temeraria aventura hacia lo desconocido.
Ni el profesor ni Cassie ni Ulises lo saben aún, pero en lo más profundo de la selva del Amazonas se encontrarán con una ciudad que no debería estar ahí. Una ciudad imposible, deshabitada y olvidada hace miles de años.Una ciudad perdida en las brumas del tiempo, cuyos oscuros secretos cambiarán nuestra concepción del mundo y de la historia.Una ciudad en la que descubrirán, demasiado tarde, que… no están solos.