Pedro Sánchez ha elegido un gobierno con algunas figuras que podían estar en C’s e incluso en el PP, pero mantiene su idea de que España es una nación de naciones que puede concederle caprichos identitarios a los independentistas a través de la ministra de Política Territorial y Función Pública, la catalanista Meritxell Batet.
Como acaba de recordar Rosa Díez, diputada y presidenta de UPyD en 2013, Batet votó a favor de un referéndum “legal” para la independencia de Cataluña demandada por los nacionalistas y en contra de las órdenes del PSOE, que apoyaba una moción del partido de Díez oponiéndose a ese “derecho a decidir” la secesión.
Otros 12 diputados del PSC votaron igual, entre ellos la que había sido ministra de Defensa de Zapatero, Carme Chacón; fueron multados con 600 euros cada uno por el PSOE, dirigido entonces por Alfredo Pérez Rubalcaba.
Esa es aún el alma bivalente o bifronte del PSC a la que Sánchez le entrega las relaciones con los hoy separatistas, agresivos verbalmente y cuyos jóvenes comienzan a serlo físicamente.
C’s tiene ahora margen, más que el timorato y desorientado PP, para afrontar el mayor reto histórico que sufre España, incluso Europa, que es este separatismo, según Josep Borrell, la imagen de España en el exterior pero con Batet cabildeando en Cataluña.
Inés Arrimadas ha anunciado con C’s no se entrevistará con Joaquim Torra mientras no retire la pancarta que tras tomar posesión colocó en la fachada de la Generalidad, una institución del Estado, exigiendo la “Libertad para los “presos políticos y exiliados”.
Aquí puede empezar C’s a morder al sanchismo si negocia con Torra indignando a los españoles mientras se mantenga esa provocación/ultraje a todas las instituciones estatales, primero la de la justicia.
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SALAS