Clara Campoamor, la mujer olvidada

Esta semana la televisión ha logrado sorprenderme. Viendo la película Clara Campoamor, la mujer olvidada, aquella que consiguió el sufragio femenino en España,  me he dado cuenta de lo que se ha deteriorado la vida parlamentaria.

Independientemente de si la historia se ceñía o no a la realidad de su vida, lo que sí mostraba claramente era la época brillante del parlamento español, de la dialéctica por excelencia, de los discursos bien elaborados y argumentados, de los principios que regían los ideales de los que representaban al pueblo, de la cordura y el respeto que se vivía en la Cámara a pesar de convivir ideas diferentes, posturas encontradas y caracteres extremos. En los debates sobre la conveniencia o no del sufragio femenino, era increíble ver cómo cambiaban de postura los parlamentarios independientemente del partido al que representasen, sólo y únicamente basados en los argumentos de la parte contraria que eran capaces de convencer y dar la vuelta al más reaccionario y convencido opositor.

Vamos, casi lo que se vive ahora. Donde lo único que impera es el tú más, los insultos, los discursos vacíos de contenido y una oposición reacia a dar un poco de aire ni tan siquiera en lo más básico a un gobierno maltrecho que está ya en un callejón sin salida. No se ven debates interesantes. Siempre es más de lo mismo. Visto uno, vistos todos. La ley del partido impera por encima de los principios y de los argumentos. Qué pena. Me gustaría que, por un instante, reflexionaran y pensaran más en los millones de españoles a los que representan y menos en su propio provecho.