¡ Sevillanas en claustro mudéjar! ¡ Qué piano
Pleyel... de Barcelona¡ !Debussy! En tres semanas,
Solfeo - ¡ gracia inútil de la cansada mano!-,
Clave de fa, Armonía, y luego...¡Sevillanas!
-¡Monjas en sevillana! ¡ Oh cercana Sevilla!
¡ Sensualidad cargada, lijera pantorrilla,
con zapatón serrano y media azul y fuerte!
La tarde unje, divina, el claustro. El sol rosado
endulza el mar, el río, las viñas, los pinares,
En el aire sereno, grato de sol salado,
yerra un olor suave y triste de azahares.
¡Sevillanas!... Se estingue entre las azucenas...
Y vuelan, libro al abrazo, en loca algarabía,
un grupo alegre de señoritas morenas,
que esconden, sin saberlo, tesoros de armonía.
Cuando el reló de la torre
da las doce -yerve el aire-,
el coche de Pedro entra
-cascabeles- por la calle.
Un viajante de comercio
baja, con mundo grande.
Modas que aquí llegan como
al cementerio la carne.
En seco, mi alma espera
aguaje que la levante
Desde El Cristo se ve el mar
solo, diamante de sangre.
* Juan Ramón Jiménez