Venezuela dio otra clase magistral de democracia y transparencia en las elecciones municipales que celebró este 10 de diciembre, a diferencia de lo que ocurre en Honduras, que sigue siendo el principal laboratorio de Washington para ensayar fraudes y fabricar golpes de Estado contra el progresismo en ese país centroamericano y en la Patria Grande.
En otra consulta popular con una participación record de un 47,32 por ciento, el Chavismo arrasó en los comicios venezolanos al conquistar más de 300 alcaldías, de un total de 335, acorde con informaciones oficiales dadas a conocer por el Consejo Nacional Electoral (CNE).
La Revolución Bolivariana, encabezada por el presidente Nicolás Maduro, propinó otra contundente derrota a la rancia derecha nacional y de este hemisferio, a la Organización de Estados Americanos (OEA), y a Estados Unidos y sus aliados, complotados en una guerra sin cuartel contra esa nación sudamericana.
A pesar de las amenazas y del boicot promovido por la violenta oposición conservadora, así como las continuas agresiones injerencistas, económicas y mediáticas provenientes desde territorio norteamericano y también europeo, los venezolanos salieron a votar por la paz y la continuidad de su proceso revolucionario.
En el nuevo éxito este domingo del Chavismo, liderado por su Partido Socialista Unido (PSUV), resaltan, entre otras, las victorias de Omar Prieto en la gobernación de Zulia, el estado puntero de la llamada Media Luna, y de Erika Farías, quien será en lo adelante la alcaldesa del municipio Libertador, en Caracas, donde radican los principales poderes del Estado.
Contrariamente a los más recientes comicios venezolanos, cuyos resultados se conocieron en menos de 24 horas, en Honduras la derecha aún pretende oficializar otro dolo en ese país centroamericano, tras las elecciones presidenciales del pasado 26 de noviembre.
El actual régimen conservador hondureño, respaldado por Estados Unidos, la derecha internacional y la OEA que encabeza su secretario general, Luis Almagro, persisten en imponer sin escrúpulo alguno el triunfo del hasta ahora mandatario y candidato nacionalista Juan Orlando Hernández.
Por su parte, el aspirante por la progresista Alianza Opositora contra la Dictadura, Salvador Nasralla, ha impugnado los sufragios y solicitado un árbitro internacional, ante un evidente fraude, del cual el Tribunal Supremo Electoral (TSE) es protagonista y cómplice, acorde con reiteradas acusaciones.
Los hondureños han salido masivamente a las calles para denunciar al TSE y al gobierno de Hernández, en medio de una brutal represión de las fuerzas de seguridad, y la nueva crisis política que vive el país.
No es secreto para nadie que Honduras ha sido un laboratorio de ensayos de Washington para conseguir mantener el neoliberalismo en la Patria Grande y contener al progresismo en la región.
Recordemos el golpe de Estado al entonces presidente Manuel Zelaya en 2009, considerado el comienzo de una nueva ofensiva de la derecha para destronar los gobiernos populares en Nuestra América, el cual fue seguido por otros denominado “blandos” contra Fernando Lugo en Paraguay, en 2014, y Dilma Rousseff en Brasil, en 2016.
Tampoco se puede olvidar que en la década de los años 80 el territorio hondureño fue convertido en una de las principales bases de operaciones de Estados Unidos desde donde se le hacia la guerra sucia que sufrió la Revolución Sandinista de Nicaragua.
Con esos antecedentes se explica por qué Washington y sus cercanos súbditos, entre ellos Almagro, y varios gobiernos europeos y latinoamericanos, son compinches de la patraña que actualmente se escenifica en Honduras, y en cambio agreden a la democrática Venezuela Bolivariana.
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