El pasado sábado 10 de marzo, el auditorio de la Universidad Carlos III de Leganés acogió el primer concierto del ciclo Generador, que consiguió aunar a los veteranos Corizonas con el grupo amateur The Rebels.
Con buena parte del aforo inquieta en sus butacas, The Rebels salió al escenario repartiendo energía a diestro y siniestro. Interpretaron algunas de las canciones de su primer trabajo, y, aunque es cierto que apuntan maneras, también tenemos que decir que le quedan varios pasos que dar (eso de interrumpir una canción para afinar la guitarra se lo puede permitir U2, Bob Dylan… pero no ellos) Además, el sonido no dejaba entender la voz del cantante, y tanta distorsión nubla hasta la vista. Pero bueno, si se lo siguen currando van a llegar lejos, que estas cosas nos pasan a todos los principiantes.
Tras los teloneros, y con una música country de fondo, comenzó a llenarse el resto de la sala, y las patillas largas, las melenas y las camisetas de rock asomaban entre el público reclamando lo que era suyo, y claro está, Corizonas supo responder. Un juego de luces sencillo pero eficaz, unas proyecciones en una pantalla de cine en el fondo y una intro increíble propia de Radiohead (con theremín incluido), puso a los maestros de ceremonias sobre las tablas. Curiosos estos Corizonas: cada uno parece sacado del más lejano oeste, con botas con tacón, chaquetas, camisas de esas que no se encuentran ni en los mercadillos, y hasta un sombrero de cowboy.
Cuando a alguien le gusta lo que hace, y además lo hace bien, pasan cosas como las que pasaron el sábado: un repertorio muy bien escogido, con canciones nuevas y viejas, e incluso versiones de otros grupos, una perfecta compaginación de temas animados y serenos, y una actitud de cercanía al público, pero al mismo tiempo de profesionalidad, consiguieron hacer que el auditorio de la Universidad Carlos III se hartara de las sillas y se pusiera de pie saltando, gritando y quemándose las manos de aplaudir. Uno de los mejores directos que he visto, os doy mi palabra.
El concierto fue in crescendo, y del final… del final ni siquiera puedo hablar: un “I wanna believe” apoteósico, perfecto, un grupo entregado con un cantante gritando entre el público y rodando por el suelo, triunfal, un himno de masas. Estaba viendo a Corizonas en un auditorio y parecía que les estaba viendo en Wembley. Queda un poco mal decir esto cuando quieres ser objetivo con lo que has escuchado, pero os prometo que acabé con las manos rojas de aplaudir y con dolor de garganta…
Viva su música, vivan los Corizonas y viva la madre que les parió.
(Miguel Ángel Piedra, www.kampussia.com)