Treinta y cinco alumnos del colegio público Ausiàs March de Nazaret aprendieron ayer en el centro de recuperación de animales exóticas de Valencia que al maltrato animal hay que darle un cero en las aulas. Los estudiantes, de seis a doce años, vieron de cerca y acariciaron algunos de los animales que se recuperan en este espacio del barrio de Moreras después de ser recogidos en la calle, donde son abandonados tras recibir palizas o ser mal alimentados.
«Lo esencial es cambiar el chip a los más pequeños. Que sepan que no se puede comprar una mascota exótica porque está de moda y, luego, cuando ven que se hace grande o no saben cómo cuidarla, tirarla», explican Francisco Javier García y Francesc Catalá, técnicos del centro gestionado por Estudi Verd.
Dado que en el barrio de Nazaret son varios los casos de familias que crían gallos para utilizarlos en peleas o que tienen como mascotas a perros potencialmente peligrosos, como los pit bull, la charla hizo especial hincapié en las prácticas que no son aceptables. «Algunos de los niños seguro que en casa tendrá gallos y les ha chocado oír aquí que no está bien dejarlos tuertos. Incluso tienen pit bulls y se les ha explicado que los menores no se deben acercar a ellos y que deben ir atados. Por eso hemos insistido en el tema, para cambiarles el chip y que no acepten lo que ven como algo normal», explicó el oficial de Policía Antonio Berlanga, quien recordó que estas charlas se incluyen en un programa europeo bautizado como Safeland.
Lecciones prácticas
Tras la charla, vino la clase práctica, y los niños pudieron ver una serpiente no venenosa, tortugas, patos o iguanas. «Esta iguana se la encontró un policía en la calle. El problema es que la gente la compra cuando es pequeña y no se informa de que crece. Esta, en concreto, mide 1,25 metros, pero hemos tenido otra que pesaba cinco kilos. Estamos buscándole una familia», explicó Francesc Catalá. También son frecuentes los anfibios. Cogen ranas de mascotas, pero no tienen en cuenta que se alimentan de moscas y mosquitos y que hay que cazarlos. O cerdos vietnamitas que se ponen malos y por no llevarlos al veterinario, los sueltan. Tan maltrato es el abandono, como el no alimentarlos», según García.
Otro ejemplo es una chinchilla que un matrimonio encontró paseando por la cabecera de su cama. «Se acabó escondiendo detrás de la lavadora y se pasaron todo el fin de semana encerrados en una habitación. Cuando llegué, se esperaban que fuera equipado como los cazafantasmas. Al final la chinchilla era de un vecino», añade Catalá.
También es algo común los animales que llegan a las Moreras por decomisos policiales, como un caballo que había en un poblado rumano o especies protegidas como faisanes y tortugas que no se pueden dar en adopción porque forman parte de un juicio.
Desde febrero han pasado por este 519 ejemplares. Cabe destacar que este centro ha sufrido ya cuatro robos de los amigos de lo ajeno e «incluso han tirado piedras y lanzado petardos a los animales». Fuente: Las Provincias