Para el clásico de esta semana, nos remontamos a la llamada prodigiosa y una de esas canciones por las que parece que no pasa el tiempo en cuanto a su belleza, su capacidad de emocionar y de tocarnos la patata sin remedio.
Se trata de Aline, canción que el cantante galo Christophe publicó al amparo del sello Disc'Az en el año 1965 y de la que consiguió despachar más de un millón de ejemplares en todo el mundo. Una historia de amor y desamor que el autor escribió en poco menos de un cuarto de hora y que por lo visto duro solamente un año.
Una historia que se dice que nació en la consulta del dentista del músico, en la que ella trabajaba como asistente. Él le pregunto su nombre y al oirlo, parece ser que le inspiró tan bella pieza, cosa que a Aline Natanovitch le provocó ciertos problemas con su padre, que no entendía demasiado que se hablara de su familia en una canción.
Nuestro protagonista de hoy, murió el pasado mes de abril a causa del maldito coronavirus, así que con esta entrada tratamos de rendirle nuestro tributo a esta maravilla atemporal, que personalmente descubrí gracias a mi padre, cosa que me sirve para podérsela dedicar también a él.