Nombrar a Morricone es nombrar a las películas del oeste, bueno mejor dicho, las llamadas spaghetti western, sin las que sin su aportación musical no tendrían ese aura legendaria, aunque ahora solo podamos escucharlas en las paradas de los indios en las ferias hechas con ocarina.
Es escuchar sus scores y visualizar a Clint Eastwood por el desierto almeriense, con su poncho a cuestas y mordiendo el cigarro con chulería. Además su huella puede verse en grupos actuales como Muse o circunstanciales como The Last Shadow Puppets.
Podría haber elegido cualquiera de las muchas de este genio, pero es con esta, con su silbido infinito, que te entran ganas de cabalgar o al menos de ser niño e imaginar que tu bicicleta es cuanto menos un potrillo. ¡Que malo eso de hacerse mayor!.
Banda sonora de Por Un Puñado De Dólares que debo admitir que no he visto, ni parece que tenga intención de solucionar eso ni a corto ni a largo plazo, prefiero quedarme con la música de este italiano ilustre que con esos alegatos a la testosterona y al gastar balas a tutiplén.