El pudor (casi lo descartaría de inmediato), el miedo a que dañara su imagen o la oposición de su marido, pudieron motivar la decisión de la Bardot de no querer que se hiciera pública esa grabación.
Ese mismo año, Gainsbourg conoció a la actriz inglesa Jane Birkin y se enamoró de ella. Ambos grabaron nuevamente la canción, presentándola en 1969.
Su originalidad reside, en gran parte, porqué es la primera vez que en una tonada se susurra, se siente, se gime, todo en clave de sexo explícito entre sus interpretes. Sin olvidar, por supuesto, la calidez que desprende la preciosa melodía, que por si sola, invita a restregar nuestros cuerpos hasta convertirlos en un mar de fluidos corporales, con perdón.
Al mayo del 68 en Francia le faltaba la guinda en forma de himno a la revolución sexual hasta que Serge le puso remedio.
La canción fue condenada por la Iglesia y censurada por media Europa, pero todo ello no hizo más que acrecentar su fama, vendiendo en total más de un millón de copias. Tal y como tenemos el panorama, que mejor que escuchar por enésima vez este tema y dar rienda suelta a nuestros instintos más primarios, eso si, con protección, que no está el horno para churumbeles.