Clásicos de Culto: Doom Patrol de Grant Morrison Parte 3 (de 3)

Existe otro mundo. Existe un mundo mejor. Bueno…debe existir” (Grant Morrison. Doom Patrol 63).

Con estas palabras termina la larga etapa de Grant Morrison al frente de uno de los grupos más malditos del cómic mainstream estadounidense. Una frase que engloba y define lo que fue su etapa al frente de la colección y en general toda su obra. Una obra cuyo motivo de fondo fue la libertad de expresión, la lucha contra el sistema pre-establecido y la esclavitud más terrorífica, de la que uno no es consciente.

En honor a la verdad, esta última etapa del escocés, que corresponde a los números 51 al 63 de la serie regular, está muy por debajo de los treinta y muchos números previos, sobre todo la parte central de la etapa, en particular la saga de Flex Mentallo.

Esta parte final se define por dos sagas: la primera, la reaparición de la nueva Hermandad de Dadá con su Bus Mágico y la saga final del Hacedor de Velas. Ambas historias repiten temas ya explorados en las anteriores sagas de la colección, sin aportar nada nuevo, faltándole ese toque de maravilla al que Morrison nos tiene acostumbrados en sus mejores obras.

Por supuesto, hay destellos de brillantez en varios ejemplares de este final de colección, en concreto los números 53, 54, 58 y 63, último número de la etapa. En el número 53, Morrison homenajea al gran Jack Kirby, tanto narrativamente, como el dibujante invitado Ken Steacy a los lápices. En esta historia, fuera de la continuidad del serial, Morrison convierte a los personajes del universo Vertigo de DC Comics en superhéroes de la edad de plata del género, con toda la locura y frescura del material de base.

En el número 54, Morrison analiza la evolución del Hombre Negativo, en un ejemplar repleto de ideas frescas y cautivadoras, pero donde se lleva la palma es en el número 58 y parte del 57. En esta historia, Morrison desvela los planes de Niles Caulder, el líder de la Doom Patrol, adelantando lo que se hizo en el universo Marvel con posterioridad, con el sosias de Caulder en el mundo de los mutantes, Charles Xavier, en la saga de Onslaught de Scott Lobdell en 1997 y posteriormente Ed Brubaker en 2007, en la miniserie Génesis Mortal. Estas revelaciones nos llevan al mejor ejemplar de esta etapa final, con un número dibujado por Sean Philips, donde las desventuras de Cliff Secord, recuerdan y mucho a lo que sería su etapa en Los Invisibles, y aún más a los primeros 45 minutos de Matrix de los hermanos Wachowski.

Para finalizar la colección, y tras la gran aventura final, que se queda algo coja, tenemos un epílogo en el número 63 de la colección, donde Morrison resuelve con un final feliz pero abierto a diversas conjeturas, el destino final de Crazy Mary y su relación con Cliff.

Así finaliza una de las primeras obras de Morrison, donde llevó un paso más adelante las premisas de su mejor obra hasta la fecha, Animal Man, donde plantó las semillas de lo que sería su obra magna (que no la mejor), Los Invisibles, un canto a la rebelión, a la realidad y al fin de las ideas preestablecidas.

Felipe Rodríguez Torres.