Un hotel más terrorífico que los apartamentos lowcost de Ibiza
La historia del cine podría haber cambiado de haber aceptado Kubrick dirigir El exorcista, pues de su rechazo y el consiguiente arrepentimiento germinó El resplandor. Sólo puedo dar a dios, al destino o a quien quiera que maneje los hilos de nuestras vidas las gracias por este maravilloso regalo. Empeñado en rodar un film de terror, maese Kubrick no dudó en cuanto recibió la propuesta de la Warner sobre la adaptación de la obra de Stephen King. Así surgió la sublime El resplandor, una obra maestra sin igual del género de terror y uno de los mejores títulos de la filmografía del director.Han pasado ya 30 años desde el estreno de la cinta y aún a día de hoy continúo estremeciéndome con el rostro de after con sobredosis de Jack Torrance. Un personaje que le venía como anillo al dedo a su tocayo Nicholson y que no hubiera podido ser interpretado de una manera tan magistral por nadie más de este mundo, reflejando a la perfección la transformación espeluznante del escritor desde su llegada a Overlook. Una actuación que termina acongojando más que la cercana existencia de una segunda parte de Ghost Rider.
Aparte de la incuestionable interpretación de Nicholson, espectacular es también la técnica cinematográfica de maestro Kubrick. Toda una revolución que supuso una nueva forma de hacer cine. Insuperable el tan recordado plano del triciclo rodada con la steadicam, acompañada de la combinación del sonido de las ruedas y el silencio al atravesar las geoméricas alfombras, para dar a la acción una sensación trepidante, claustrofóbica y terrorífica. Un orgasmo visual que termina acelerándote la patata tanto como cada una de las declaraciones de Nolan sobre Batman 3.
Sin embargo, y aunque esa escena destaca por sí sola, toda la estructura de la cinta, de principio a fin, rezuma perfección y creatividad. Maravillosa la secuencia del laberinto, primero en miniatura que observa Torrance y donde se ve a Wendy y Danny correteando por él, hasta fundirse la imagen en una sola y hacerla real en el espacio. Una experiencia que confunde a un espectador partícipe de la locura de Jack, que ya no sabe si son imaginaciones o es el embrujo del hotel Overlook. La maravillosa primera imagen de la película es un preludio del escalofriante ambiente en que Kubrick nos va a sumergir, acompañada de una música horripilante y desentonada, un paisaje recorrido desde el aire y una panorámica del hotel monstruosa. El final es sobrecogedor y mordaz, con ese primer plano del rostro de Jack congelado y la fotografía, de la que Kubrick nunca desvelaría su verdadero sentido.Hay innumerables momentos que me hipnotizan, me apasionan y me hacen pasar miedo una y otra vez. Impresionante es el plano de la riada de sangre chorreando en los ascensores, o ése Jack Torrance asomando su espantoso careto a través de la puerta del baño donde Wendy se agazapa, o aquella escena en el bar y la inquietante conversación con el fantasmagórico camarero. Por no olvidar el plano de la mujer desnuda en el baño, que termina siendo más arrugada que María Teresa Fernández de la Vega tras una ducha de tres horas. También la frenética persecución final sobre la nieve del laberinto con una cámara en mano que eleva la tensión y el realismo hasta el clímax.No hay que olvidar el guión, maravilloso, una obra de arte esculpida fundamentalmente en las intervenciones del Jack majareta, que suelta perlitas tan sobrecogedoras e ingeniosas como: “No voy a hacerte daño Wendy, sólo voy a arrancarte tu jodida cabeza” o el famoso “Aquí está Jack”, que en realidad fue una improvisación del actor.Shelley Duvall tampoco se queda atrás en su papel de Wendy. La pobre se pasa el metraje dominada por un miedo atroz mayor que el de la familia de Val Kilmer en un self-service. Además, un temor que no fue del todo ficticio, ya que Kubrick con su manía perfeccionista presionó de tal manera a los actores, que el rodaje se convirtió en toda una agonía, repitiendo tomas una y otra vez y con una Shelley tan espantada, que acabó propinándole al bueno de Nicholson una auténtica paliza. Kubrick ordenó a la chica repetir la famosa escena del baño hasta un total de 127 veces, el récord hasta el momento. Imaginad la cara de la actriz cuando Kubrick decidió quedarse con una de las 15 primeras, se acabó el bote de tranquimazin.
El pequeño Danny Lloyd está igualmente espléndido. Resulta enternecedor a la par que escalofriante. Las conversaciones con su dedo, las visiones y las especies de ataques epilépticos al son de ‘redrum’ infunden más mal rollito que los cambios en la fusión de Telecinco y Cuatro. Por no olvidar que gracias a él aprendimos que los niños con peto vaquero no molan.
Se dice que fue la película maldita de Kubrick. Stanley se desesperó con las interpretaciones de los actores y en Overlook hubo un incendio que pospuso el rodaje. La cinta fue todo un fracaso en su estreno en EEUU, disgustó a Stephen King, quien aseguraba que Kubrick no había sabido captar la esencia del terror (¿?), ganó un premio a la peor dirección y recibió numerosas críticas en España por el doblaje. Lo tachan como el peor de la historia, pero he de confesar, y con esto sé que me vais a mandar al infierno, que la voz de Verónica Forqué ha acabado por encantarme. La primera vez que la vi, no sabía si hablaba Wendy o la perra de Mira quién habla ahora también. Sin embargo, le he cogido cariño a esa manera ridícula y desentonada de doblaje. Llamadme enferma si queréis.Hoy en día ya es una cult movie de visionado imperdonable. No es sólo una película más, es la obra de un auténtico maestro. Es, simplemente, perfecta. Una vez más, gracias Dios, gracias destino o gracias a quien quiera que sea el jodido director de los hilos de nuestras vidas por esta joyita.