Revista Cine
En una entrevista que aparece en los extras del DVD de la versión restaurada de El Conformista (Il Conformista, Italia-Francia-RFA, 1970), su director Bernardo Bertolucci afirma que en este, su quinto largometraje, sintió que se había convertido en un cineasta "adulto". Realizado inmediatamente después de La Estrategia de la Araña (1970) y dos años antes que la (entonces) escandalosa El Último Tango en París (1972), El Conformista es, en mi opinión, la más sólida de las tempranas obras de Bertolucci y una de sus películas que mejor ha resistido el paso del tiempo. Es, en efecto, la película de un director "adulto".
Basada en la novela homónima de Alberto Moravia, la trama está centrada en el conformista del título, Marcello Clerici (perfecto Jean-Louis Trintignant), un hombre serio y reservado de poco más de 30 años de edad que entra a trabajar, por voluntad propia, en la policía secreta de la Italia de Mussolini. Marcello recibe muy pronto su primera tarea: debe viajar a París para asesinar a su viejo profesor universitario de filosofía, un conocido intelectual antifascista llamado Luca Quadri (Enzo Tarascio). Marcello va a la Ciudad Luz a cumplir con su cometido y, de pasada, de luna de miel, pues acaba de casarse con la bella y convencional Giulia (Stefania Sandrelli).
Marcello ha entrado al gobierno fascista no por dinero, no por miedo, no por convicción ideológica. Su razón es un poco más compleja: desde cierta experiencia traumática en la adolescencia -un episodio de abuso sexual que terminó en un crimen-, él se sabe distinto, se siente diferente. Así, para ocultarse entre la multitud, ha decidido ser el más normal entre los normales, uno más entre todos, un número más en la muchedumbre. En un régime fascista, esto es fácil, pero Marcello quiere ser un fascista ejemplar y en este impulso está el germen de su propia destrucción. Reprimiendo a otros, Marcello reprime su traumático pasado; negando a otros se niega a sí mismo; asesinado aquello que admiró, desea asesinar todo lo que pudo haber sido.
La puesta en imágenes de Bertolucci -cámara del gran Vittorio Storaro, diseño de producción de Ferdinando Scarfiotti- plantea externamente el conflicto interno del protagonista: Marcello se mueve ágil, diminuto, en la vasta arquitectura monumental y vacía del fascismo; visita la decadente casa materna en la que su progenitoria vive rodeada de perros falderos, entregada a la morfina; visita a su antiguo maestro de filosofía para recordarle el mito de la caverna de Platón, mientras Storaro la recrea visualmente de manera soberbia... A través de las imágenes, Bertolucci nos muestra el cáncer moral/existencial que carcome la vida de Marcello que no es otro más que la negación de sí mismo, la creación de un yo artificial que oculta el verdadero yo que, en la toma final, acaso empieza mostrar su verdadera cara.
El Conformista se exhibe hoy en la Cineteca Nacional y está disponible en DVD en una magnífica copia restaurada.