- Ya ha transcurrido más de una semana desde el comienzo de nuestra nueva vida confinada y encaramos tres semanas más de encierro en casa. Han sido unos días de ajustes para todos y en muchos planos: la suspensión de nuestra vida social y la búsqueda de nuevas rutinas en los metros cuadrados de nuestro hogar; las videoconferencias y llamadas entre miembros aislados de la familia y nuestras amistades; la gestión del teletrabajo, las necesidades familiares y los aplausos por las ventanas dedicados a los héroes profesionales de esta pandemia; el delicado equilibrio entre la ansiedad ante la enfermedad y la crisis económica y la esperanza de la resistencia o, simplemente, la curación. En resumen, una vida muy agitada entre las cuatro paredes de casa.
En este contexto, surge una nueva realidad: la escolarización en casa. De manera imprevista más de diez millones de estudiantes de todos los niveles educativos deben permanecer en casa y los docentes se ven obligados a realizar una transición forzosa desde la escolarización presencial a una nueva modalidad nunca ensayada con este volumen de estudiantes y casi sin tiempo para su preparación. Obviamente, la escolarización en casa no es ninguna novedad. Ya sea en familias que quieren para sus hijos una educación religiosa o ideológica determinada o ya sea porque hay familias que creen que pueden ofrecer a sus hijas e hijos una mejor educación que la ofrecida por la escuela presencial, ya sean familias insatisfechas con el actual sistema educativo o familias con hijos con necesidades educativas especiales, el homeschooling es en muchos países un movimiento minoritario emergente de familias que escolarizan a sus hijos en casa, cuestión que en nuestro país, como en muchos otros, es objeto de un encendido debate legal y ético en torno al sentido de la escolarización obligatoria. La situación actual de confinamiento no es, en este sentido, una experiencia de escolarización en casa comparable con el movimiento del homeschooling. Por un lado, las familias no han elegido escolarizar a sus hijos e hijas en casa, como tampoco los adultos han elegido teletrabajar o permanecer confinados; además, estamos hablando de una experiencia acotada en el tiempo hasta el momento que logremos vencer al virus, lo cual esperemos que ocurra pronto por el bien de todos. Por otro lado, en esta situación que estamos viviendo el currículo no lo determinan las familias sino que estas son mediadoras de un currículo que proviene del contexto escolar: en la situación actual, los docentes siguen siendo los responsables últimos del aprendizaje de los estudiantes. Así pues, estamos en una situación de escolarización en casa pero con claras y fundamentales diferencias respecto al homeschooling. Sin embargo, la pregunta que surge en este momento es evidente: ¿podemos aprender algo del homeschooling que sirva para garantizar no solo la calidad sino la sostenibilidad de la escolarización en casa mientras dure el confinamiento? Aunque la dificultad de investigar la escolarización en casa es grande (v), existe una amplia literatura sobre este asunto y quizás podamos encontrar en el homeschooling algunas ideas que puedan servirnos en estos momentos de gran excepcionalidad de tal forma que podamos hacer que la experiencia de “escolarización forzosa en casa” sea globalmente satisfactoria y sostenible. Una primera cuestión importante es el progreso y el logro en el aprendizaje: ¿aprenden igual los niños y niñas en el hogar que en la escuela? Responder a esta cuestión en el caso del homeschooling tradicional es bien complejo por la dificultad de establecer una comparación entre la escolarización normalizada y la escolarización en el hogar, la cual puede ser más o menos “estructurada”. Sin embargo, la investigación parece indicar que los resultados de aprendizaje son suficientemente positivos en la escolarización en el hogar si se da un proceso de enseñanza y aprendizaje estructurado, con menores evidencias de avance cuando el proceso es desestructurado siguiendo los principios de la desescolarización. Por otro lado, una constante del homeschooling es el efecto del nivel educativo de las familias en el aprendizaje de los menores. La exigencia de conocimientos y competencia pedagógica del homeschooling supone todo un reto para las familias y el nivel de estudios de los progenitores incide en el aprendizaje de los menores escolarizados en el hogar(viii) -como ocurre, por otro lado, también en la escolarización normalizada. Un tema interesante en este momento es la socialización de los menores (ix). En la literatura sobre homeschooling existe una amplia preocupación acerca de la socialización y la competencia social y cívica de los menores y las personas que han sido escolarizadas en casa. Sin embargo, la investigación parece demostrar que tanto su socialización como su competencia son positivas (x) (aunque la investigación sobre homeschooling también hace referencia a tipos de familia con una importante implicación comunitaria desde distintos puntos del espectro ideológico). En este sentido, no parece que el tiempo reducido de confinamiento -en comparación con todos los años de escolarización obligatoria- deba tener un impacto a medio o largo plazo en la socialización o la competencia social y cívica que sea achacable a la propia escolarización en casa. En relación con los procedimientos didácticos, una pregunta que nos podríamos hacer es si las familias homeschoolers replican los procedimientos escolares en la casa u optan por otras maneras de organizar la escolarización en el hogar. La investigación parece demostrar que, si bien al principio las familias intentan reproducir la organización escolar, pasado un tiempo razonable optan por una enseñanza menos estructurada y más flexible y ecléctica, que incluye no solo actividades académicas convencionalmente escolares sino también otras situaciones que también pueden convertirse en experiencias de aprendizaje aunque no provengan del mundo escolar (responsabilidades en el hogar, cocina, mantenimiento de un huerto urbano, juegos, experimentos caseros, observación de la naturaleza, etc.). En este sentido, la escolarización en casa supone un auténtico cambio de “estilo de vida” para las familias (xi) y una posibilidad de convertir situaciones cotidianas en experiencias válidas de aprendizaje y de convivencia familiar. Aunque la diversidad de familias homeschoolers es muy alta en relación con cómo se organiza el estudio, la investigación aporta algunas ideas concretas que interesa valorar: así, por ejemplo, la familia homeschooler dedica una media de unas cuatro horas diarias (vii) al trabajo académico más convencional; al mismo tiempo, se señala, como hemos mencionado anteriormente, que durante el resto del día ocurren otras actividades (lectura, aficiones con valor educativo, proyectos compartidos con la familia, etc.) que pueden ser consideradas como experiencias de aprendizaje. Además, muchas familias admiten “retrasar” las horas de estudio para permitir que sus hijos e hijas duerman un poco más, desplazando el “horario académico” para ajustarlo a las necesidades de la familia. Una segunda idea interesante son los “grupos de apoyo” (xiii). Existe todo un continuo de posibilidades: desde grupos informales que se encuentran en parques o domicilios para apoyarse mutuamente e intercambiar información (cuestión que ahora sería imposible físicamente pero sí, quizás, virtualmente) hasta grupos que comparten un horario de estudio u otros recursos o, incluso, grupos de aprendizaje cooperativo. En todo caso, el homeschooling cuenta con una amplia tradición grupal y comunitaria y parece que la existencia de estos grupos de apoyo aportan bienestar a las familias y oportunidades de aprendizaje a los estudiantes. Finalmente, una idea importante es la vinculación de las familias que escolarizan en casa con recursos informativos como las bibliotecas o Internet (xiv). Obviamente, las familias necesitan fuentes de información de contrastada calidad y aquí las bibliotecas e Internet juegan un papel central; sin embargo, en esta situación de confinamiento existen diversas cuestiones que debemos considerar:
- ¿Cuentan las familias con un acceso estable y de calidad a Internet?
- ¿Disponen las familias de dispositivos digitales (ordenadores, tabletas o teléfonos) y cuál es su distribución y uso según el número de miembros de la familia?
- ¿Qué nivel de competencia digital o competencia mediático-informacional tienen las familias y los propios estudiantes?
- ¿Cuál es el grado de ajuste del currículo escolar a estas tres cuestiones previas?
- Los docentes deben proporcionar una “estructura” clara de trabajo que puedan seguir las familias durante su confinamiento: contenidos, plan de trabajo, posibles mecanismos de auto-evaluación y canales de comunicación entre las familias y los centros educativos.
- Es muy probable que las familias vayan ajustando el “horario académico” a sus necesidades y posibilidades y los centros tendrán que trabajar con este contexto flexible, no presuponiendo que el horario escolar se solapa sobre el horario familiar.
- Las familias necesitarán sus propios “grupos de apoyo”: otros miembros de la familia extensa, otras fmilias del mismo centro, voluntarios o profesionales dispuestos a proporcionar apoyo serán necesarios durante estos días de confinamiento.
- Los estudiantes necesitan acceder a Internet por muy diversas razones [entre otras, Internet como biblioteca, como canal de comunicación y como imprenta (xv)] y en esta necesidad se encuentra una fuente de desigualdad potencial que la Administración y los centros educativos deben afrontar urgentemente por medio de diversas actuaciones (préstamo de portátiles o tabletas, provisión de acceso universal a internet, tutorización y apoyo telefónico a las familias, etc.),
- La escolarización en casa fragmenta la experiencia de aprendizaje incorporando variables difíciles de controlar (tiempo de estudio, realización de actividades, nivel educativo de las familias, acceso a Internet) y dificultando una evaluación eficaz y justa de todo el alumnado. En breve será necesario acometer este dilema: ¿puede un sistema educativo diseñado para ser presencial ser transformado inesperadamente en un sistema de escolarización en el hogar y seguir manteniendo los procedimientos de evaluación estandarizada que garanticen unos mínimos de justicia en la calificación o deberíamos ir pensando ya alternativas imaginativas no solo para el aprendizaje sino también para la evaluación, la calificación y la promoción de los estudiantes confinados en su hogar?