Pero, de cualquier modo, siempre hay una serie de aspectos que podemos tratar de controlar y manejar mejor para que, desde el punto de vista didáctico y metodológico, se pueda asegurar el máximo aprovechamiento de una acción formativa. Y con este post pretendo señalar algunos aspectos que, desde mi punto de vista, deberían ser tenidos en cuenta a la hora de programar cualquier curso de formación para adultos.
Con los contenidos claros sobre la mesa, hemos de pensar el modo de transmitirlos a los alumnos. Esta será la clave. Y para poder hacerlo, deberemos poner en el centro de nuestro análisis a los alumnos.
Selección de alumnos: Es fundamental cuidar la selección de alumnos, pues cuanto mayor sea el acierto en este sentido, mayores garantías habrá de eficacia formativa. En ocasiones, la selección vendrá definida por factores externos (por ejemplo, un curso sobre el nuevo programa informático para los trabajadores de una empresa); pero en todo caso conviene conocer cuál es el interés de los mismos y si es verdaderamente genuino (si realmente están interesados por aprender la materia). Si contamos con un público difícil (es decir, no tienen verdadero interés inicial en el curso, pero lo tienen que hacer), deberemos tener muy en cuenta las estrategias de motivación inicial y el énfasis práctico.
Motivación inicial: Siempre habrá que tratar de captar el interés, exista éste previamente o no; por ejemplo, con preguntas o debates al inicio del curso y de las unidades didácticas para despertarlo y captar la atención, conectando el contenido a abordar con los conocimientos, prejuicios, opiniones o preferencias existentes. Es decir, deberemos formular cuestiones relacionadas con la actualidad cotidiana de la empresa, sociedad o de la vida de los alumnos, para posteriormente conectar las respuestas con los contenidos a abordar.
Si entramos "a machete" con el contenido del curso, los alumnos tendrán más dificultad para entender cuál es el sentido y un mayor rechazo a analizar y prestar atención a la información.
Énfasis práctico: Los contenidos teóricos deben contener ejemplos, y estos ser cercanos a los alumnos. Además, las personas adultas asimilarán mejor los contenidos con mayor aplicación práctica y conectados e integrados con sus propios conocimientos y experiencias.
Catell y Horn hablan ya en 1970 de que la inteligencia de las personas adultas es fundamentalmente "cristalizada", lo que quiere decir que la información nueva se procesa mejor en función de la existente. Ello implica que obtendremos mayores garantías de asimilación cuanto más nos esforcemos, como formadores, en conectar los contenidos nuevos con el conocimiento y experiencia actual de los alumnos. Por eso debemos conocer su perfil, opiniones, inquietudes y fomentar su participación, además de ofrecerles protagonismo para que sean sujetos activos.
Son habituales los cursos de informática en la empresa que se basan en explicar "punto por punto" todas las partes del nuevo programa informático, del mismo modo que lo haría un manual. El resultado de este tipo de cursos: Caos el primer día de trabajo y saturación del departamento de IT.
Énfasis participativo: Para ello se pueden echar mano de diferentes técnicas creativas (en lo tocante a contenidos teóricos), que también permiten la evidencia, debate y contraste entre las ideas previas y los contenidos nuevos. Sabemos que, por la naturaleza cristalizada de la inteligencia adulta, el alumno ha de discutir consigo mismo a la hora de aceptar un contenido nuevo (pues deberá integrarse con lo que ya sabe; hacerle ocupar un lugar en su conocimiento global). Pues propiciando las discusiones, aceleramos y favorecemos la discusión interna, porque permitimos verbalizarla y ponerla en común.
Lo que no se toca o discute, no existe y no se retiene.
Disponer de un aula participativa: Debemos abandonar la disposición física tradicional. Es fundamental que todos los alumnos se puedan mirar a la cara. En cursos eminentemente informáticos, resulta especialmente ventajosa la disposición en U, aunque en este caso no se vean a la cara mientras trabajan, ya que deben mirar a su pantalla.
¿Las reuniones de trabajo se hacen en un aula tradicional? ¿O más bien en una disposición como la de la imagen?
Enseñanza progresiva: Conviene empezar cualquier unidad didáctica por lo más práctico y sencillo, en lo posible. Las personas adultas se desmotivan más fácilmente que las jóvenes (que tienen una inteligencia más académica y menos cristalizada) ante rollos teóricos e introducciones conceptuales preliminares. Los contenidos teóricos deben abordarse, pero siempre en un contexto que le de sentido práctico y que mantenga la atención de los alumnos. De otro modo, sólo estaremos "explicando el rollo" que habrá que reproducir en el examen, sin mayor asimilación verdadera.
Experiencias cercanas y significativas: Para fijar a largo plazo los aprendizajes, no hay nada mejor que facilitar experiencias cercanas (es decir, basadas o inspiradas en el contexto habitual del alumno) y significativas (que tengan el sentido didáctico adecuado, sirvan para ejemplificar el contenido y sean comprensibles por el alumno).
Captar y mantener la atención: A través de
a) Una buena organización estructurada del tiempo, de manera que se introduzca y se cierre cada sesión adecuadamente y se respeten descansos, y
b) Utilización de variedad de recursos y estímulos (escritos, orales, audiovisuales, presentaciones, juegos, debates, trabajos en equipo, uso del humor...). Además, siempre es mejor utilizar varios estímulos simultáneos, para reforzar la entrada de información por varias vías (por ejemplo, hablar siempre apoyándote en un guión visible en pizarra o presentación).
El poder de la inteligencia emocional: Los estímulos negativos bloquean el aprendizaje, como señala Daniel Goleman, padre de la llamada "inteligencia emocional". Por el contrario, fomentar el "buen rollo" pero, aún más, reforzar el aprendizaje a través de la llamada motivación de logro desde el principio, disparará el aprendizaje. Es decir, si el alumno comienza comprobando que su trabajo en el curso va en la buena dirección, que "le salen" las cosas o que "las entiende" o "las aplica" bien, habrá muchas más posibilidades de que esté motivado para continuar haciéndolo. Así, hay que tener especial cuidado en no ofrecer estímulos negativos, y tratar de neutralizar cualquiera que surja.
Facilitar materiales claros, concisos y útiles para el futuro: Los materiales deben ser una guía de consulta útil, donde se encuentre lo que hace falta consultar o estudiar. Pero, además, deben servir para un futuro, y contar con las referencias (que a veces se olvidan) hacia las fuentes originales de los contenidos. Deben ser dignos de conservar.
Uso equilibrado de estilos de aprendizaje: No todo puede ser práctico, ni todo teórico. Ningún estilo es eminentemente negativo (enseñanza basada en lecciones o contenidos y enseñanza basada en tareas a realizar por el alumno), pero puede serlo si se abusa de un único tipo . Además, con la variedad de estilos también ayudamos a refrescar el ambiente, aportar rigor y mantener la atención.
Evaluación honesta y precisa: El análisis constante sobre lo que estamos haciendo es fundamental para poder enfocarlo adecuadamente de manera contínua y, especialmente, para sacar conclusiones para el futuro. Especialmente, es básico evaluar el perfil y nivel inicial de los alumnos, para adaptar y preparar toda la acción formativa, que durante su desarrollo, debería seguir sufriendo mutaciones en función de la marcha. Este proceso debe hacerse lo más sistemática y científicamente posible, para que ofrezca los mejores resultados. Hay que evitar convertir la evaluación en un simple "cuestionario de satisfacción" unido a las notas finales, ya que ambos no nos dicen nada sobre la eficiencia real del curso a medio o largo plazo.
Ser buen orador y alimentarse del feedback: Es inadmisible que un docente no utilice el volumen de voz adecuado, no utilice su expresión corporal y no mire a los alumnos en busca del feedback.
Proyección del curso más allá, utilizando herramientas web 2.0: Podemos tener todos los materiales alojados "en la nube", a disposición de los alumnos. También podemos crear una red social del curso, del departamento de formación de la empresa, o incluso nuestra propia plataforma de e-learning, foros, blogs, creación colaborativa de una wiki como trabajo del grupo-clase, etc. Todo ello son recursos excelentes para mantener la interactividad y proyectar la actividad del curso hacia el mundo 2.0
Conclusiones finales:
A mayor preparación, teniendo en cuenta las consideraciones anteriores, mayor garantía de éxito.También se pueden hacer cursos más académicos, teóricos o convencionales, incluso con cierto éxito percibido a corto plazo, pero la asimilación a largo plazo se verá afectada negativamente, con toda probabilidad.
¿Y tú? ¿Qué es lo que recuerdas de los cursos a los que has asistido hasta ahora?