
Busco a la desesperada algún método inequívoco para cambiar la forma de afrontar la vida.
Con tanta aceleración que nos colocan cada segundo según la paranoia de algunas personas que rigen los destinos de este globo terráqueo, quiero intentar encontrar un botón en cualquier artilugio de los que usamos diariamente para poder escapar de esta inmundicia que nos invade.
Quisiera encontrar ese clic liberador, que sin duda estoy buscando, pero mientras mi refugio ha sido principalmente la lectura, pero no encuentro ese botón al cual me he referido más arriba.
El otro día -siempre hay alguno- me encontré a un conocido que hacia mucho tiempo no veía, sin duda alguna porque vivimos en ciudades distintas y distantes.
Y después de los saludos pertinentes nos tomamos un reparador café sentados tranquilamente en una de las terrazas de las que abundan en esta ciudad llamada Madrid.
Recordamos lo que hicimos cuando incluso trabajábamos en el mismo sitio y cómo no, nos preguntamos qué hubiera ocurrido en nuestras vidas de haber o no haber hecho lo que hicimos en aquellos momentos.
Trabajos, aficiones, amores, en fin cosas normales. Llegado a este punto le dije que qué pensaría si de momento tuviéramos la posibilidad de dar a un botón y poder cambiar nuestras vidas desde un momento determinado y ver ahora los resultados de esos cambios.
Se quedó pensando un momento -que a mí me pareció intenso- y me contestó:
- ¡Que pena no tener ese botón!
Pues eso. Clic.